Nuevamente el Ejecutivo ha intervenido el Instituto Hondureño de Seguridad Social.
¿Qué puede hacernos pensar que la presidenta esta vez sí tendrá el éxito que les fuera ajeno a las administraciones anteriores? ¿A ver?
Al igual que la última vez en enero de 2014, han suspendido al director ejecutivo y junta directiva del organismo. ¿Por inoperante? ¿Por corruptos? Pues, no queda claro. Solo sabemos que una nube de “in-gobernanza” ensombrece a una de las organizaciones públicas más importantes del país.
Con el IHSS son ya ocho instancias del engranaje gubernamental que interviene el ejecutivo en lo que va del periodo. Las otras siete comisiones no han mostrado aún avances sustantivos y, en el caso del regidor de la seguridad social, la cosa se agrava dado lo sensible que es para la población el hecho de que, ahora nos queda claro, el servicio prestado por el ente es de pésima calidad y, por tanto, poca esperanza hay de que esto mejore en el corto plazo.
La excusa del inveterado mal manejo con que se han administrado los servicios públicos en gobiernos anteriores sirve muy poco. Sobre todo, porque, en el caso del Seguro Social, son ya 4 los cambios de directores realizados en menos de 3 años. Pareciera que no hay aun claridad sobre la problemática de este y otros organismos del tinglado público y mucho menos visos de una solución adecuada.
¿Por qué fracasa tanto la administración pública en Honduras?
La primera respuesta a esa pregunta parece obvia: quienes nos han gobernado no han conseguido, en su mayoría, colocar en los puestos clave del organigrama público a personas capacitadas para llevar a cabo la tarea.
Se debe fundamentalmente a que en los partidos políticos solo hay activistas y no existe en ninguno de ellos, equipos pensantes que les ayuden a conocer la problemática y preparar a sus cuadros para resolverla.
El problema de fondo es la ausencia de principios en las organizaciones políticas, quienes en su mayoría están integradas por improvisados y comechados sin vocación de servicio público.
Para que sean funcionales, los partidos políticos deben tener una minuta doctrinaria precisa, que sea coherente con la visión de sus líderes. El espectro político está bien identificado: se puede ser socialista, social demócrata, social cristiano, liberal, conservador, verde o una combinación. Pero en Honduras, los partidos parecen más bien clubes de amigos sin pensamiento claro.
Estos denominados “Think Tanks” se instalan ad-hoc en algunos movimientos, solo con mira a encarar los procesos electorales y después, una vez conseguido el poder, se desarticulan y no se vuelve a hablar de ellos.
Un segundo factor es la ya tantas veces argüida ausencia de un servicio civil estructurado y dotado de incentivos adecuados para la profesionalización del servicio público. Este terrible vicio de nuestro sector público se agrava porque está claro que no existe ningún interés en cambiarlo.
No es solo el hecho de que cada cuatro años se despide a una buena cantidad de empleados, sino que la carrera pública es inexistente. Es como si en un ejército los oficiales no tuviesen la expectativa de poder escalar en su carrera y temieran que, de pronto, se nombrar a un coronel que nunca pasó por una escuela militar o que un teniente fuera elevado, sin hacer ningún examen, al grado de general.
Lo tercero es la debilidad de la normativa jurídica, ética y hasta de orden social que predomina en Honduras. No es solo que los operadores de justicia estén politizados y que por su falta de capacidades no puedan cumplir con su rol. Es que, además, la institucionalidad es difusa y sobre todo extractiva. No está diseñada para favorecer el bien común, sino para satisfacer el interés de los sectores que tienen capturado al estado.
Aunque esté apegada a la ley, la ominosa costumbre de intervenir instituciones públicas es una horrible práctica de las últimas administraciones. La inventaron los anteriores y los actuales persisten en lo mismo, pese a su insistencia en decir que son diferentes.
Nada hace visualizar que el IHSS vaya a cambiar para bien en el futuro cercano, es difícil ser optimista ante tanto desaguisado. Toca seguir vigilando el accionar de la ministra de salud, quien se ha erigido en la nueva “Superchombo” de antaño y a su equipo. Ojalá que tengan éxito porque la alternativa será siempre tenebrosa.