Shin Fuyijama corre. Pero lo suyo no es correr por correr. Cada paso, cada metro, cada kilómetro, cada llaga en los pies, cada mañana con los labios rajados por el sol, cada vez que siente que los pulmones le van a estallar, cada vez que desfallece, cada camilla, cada canalización para ponerle suero, todo ese dolor, lo soporta por Honduras.
En silencio, Shin dice más que la Presidenta en sus aburridos discursos para echarles la culpa a los que gobernaron antes.
En silencio, con el rostro cubierto por el sudor, Shin dice más que las rabietas de la oposición y sus poses de víctimas.
Tres mil kilómetros correrá Shin para recolectar fondos que luego invertirá en escuelas públicas hondureñas.
“Es que no hay dinero… todo se lo robó JOH”, se defienden los de turnos. Para escuelas, para medicamentos, para libros, no hay; para helicópteros y butacas para el estadio sí.
Y para marchas “pagadas”… Para eso siempre hubo, para siempre hay, para eso siempre habrá.
Y para subsidios que se van a los bolsillos de los diputados. Para eso también hay dinero.
Para escuelas y pupitres no; por eso corre Shin.
Lo que otros deshacen con las “patas”, Shin lo construye con sus pies.
Entre sonrisas y llantos, allí va Shin, por las carreteras de otros países, rodeados del cariño de extranjeros, arropado por la bandera de cinco estrellas que él decidió, sin esperar nada a cambio, sin que nadie se lo pidiera, hacer suya.
“Fuera el familión”, gritan en el Congreso. “No volverán”, es la respuesta. Burros versus asnos, que es la misma cosa, pero de distintos colores. Rebuznos tras rebuznos… Impuntuales, trinqueteros, cínicos, manipuladores, mal educados, creadores (y derogadores) de leyes por conveniencia.
A ellos no les importa el pueblo. A ellos les “sopla” o me “la pela”, como dijo aquel, que los cipotes vayan chuñas a la escuela, o que la merienda escolar sea cada vez menos merienda, y que los alumnos tengan que capearse los pedazos de techos que caen…
A Shin sí le importa. Y por eso corre…
Pla, pla, pla, suenan los tenis de Shin contra el pavimento.
Pla, pla, pla, suenas los aplausos para “premiar” las palabras vacías de los que están en el poder… y de aquellos que quieren regresar a él.
Bla, bla, bla, se escucha en el Congreso Nacional.
Sin retóricas, Shin sí cumple. Sin rótulos, sin activistas, sin sobalevas, Shin avanza, aunque le duela hasta parpadear.
¡Shin corre! ¿Por qué?
Porque aunque siente que se le parte el alma en cada paso que da, más se le parte el alma cuando ve una escuela en mal estado.
Shin es una sacudida en nuestras consciencias.
Hondureño por amor, Shin corre porque quiere reparar mil escuelas. Hondureños por nacimientos, nuestros políticos no corren, pero se arrastran con la frialdad de las serpientes.
¡Cuánta diferencia! Mientras Shin se gana cada centavo con el sacrificio, aquellos se “sacrifican por Honduras”, envueltos en trajes Carolina Herrera, con los botones del saco a punto de salir disparados por la presión de las panzas descomunales.
A Shin, lo que le va a estallar es el corazón, porque tarde o temprano le va a rebalsar con el amor de los hondureños.
¡Seguí corriendo, @shinfujiyama!