De todos es sabido que en las últimas décadas el Partido Liberal ha venido de mal en peor. Incluso hay quienes estaban prestos a sepultarlo, alegando que debido al escaso número de votos que ha recibido en las últimas elecciones había caído en la total irrelevancia en el ámbito político. Ha carecido de liderazgo nacional, pero no así en el ámbito municipal, y ha contado con unos pocos diputados que tienen proyección nacional.
El problema es evidentemente de carácter nacional y resulta, fortuitamente, que hay unos pocos líderes con estatura nacional en búsqueda de un partido que les facilite el camino a la presidencia de la República. Sé que hay otras personas que han participado en esta búsqueda, pero me parece que los dos posibles precandidatos que despiertan entusiasmo en los liberales son don Jorge Cálix y don Salvador Nasrala.
El primero militó inicialmente en el Partido Liberal, pero luego pasó a engrosar las filas de Libre. Sus conocidas desavenencias con quienes dirigen ese partido lo han obligado a regresar al Partido Liberal. Salvador Nasrala no ha militado antes en el Partido Liberal, pero ha creado dos partidos políticos, a los cuales ha abandonado cuando así convino a sus intereses. Además, en las últimas elecciones participó como candidato a Designado Presidencial en la planilla de Libre.
Después renunció a dicho cargo y se distanció de quienes dirigen Libre. Don Salvador ha participado en varias elecciones, pero solo ha ganado una vez. Se ha caracterizado por alegar que ha sido víctima de fraude cada vez que pierde. Hay quienes piensan que con la nueva y renovada energía que resulta de los nuevos precandidatos reclutados por el Partido Liberal, este surgirá fortalecido, como ave fénix, para alzarse con el triunfo en los próximos comicios. Pero ¿será esto así? Analicemos la situación para que llegue usted a sus propias conclusiones.
Sabido es que el Partido Liberal recurrirá a elecciones internas o primarias para seleccionar a su candidato a la presidencia de la República. Sabido es también que la firma encuestadora MacroDato llevó a cabo una encuesta en julio de este año, en la cual don Salvador y don Jorge resultan prácticamente empatados.
Entendemos que ambos precandidatos han manifestado que apoyarán al triunfador en las elecciones internas, sea quien sea, pero también sabemos que los políticos suelen ser volubles y ambiciosos. Supongamos, por un momento, que el triunfador sea don Jorge por un pequeño margen. ¿Piensa usted que don Salvador aceptará paladinamente la derrota y llamará a sus seguidores a luchar por el triunfo de don Jorge? Si eso es así, la estrategia del Partido Liberal lucirá como genial, aunque todavía habría que ver que pasará en las elecciones generales.
Pero ¿qué sucedería si, como ha hecho en repetidas ocasiones, don Salvador reacciona a su derrota alegando que hubo fraude en las elecciones internas y se rehúsa a aceptar el resultado? Las acusaciones y las discusiones en torno a un supuesto fraude demolerían lo que hoy en día son las endebles estructuras del Partido Liberal. A mi juicio eso lo hundiría en la total irrelevancia política. Prácticamente desaparecería del tablero político nacional. El resultado de las elecciones internas, y la subsecuente reacción de don Salvador nos dirán si del fuego surgirá la mítica ave fénix, o si, por el contrario, lo que saldrá de las llamas será un pollo rostizado.
Por supuesto que es posible que don Salvador triunfe en las elecciones internas y entonces el éxito de la estrategia Liberal dependerá de la reacción de don Jorge. Mi impresión es que él es una persona y un político más maduro y sagaz, como lo demostró en el caso de la elección de la Junta Directiva del Congreso Nacional. Le ganó el mandado a Libre, y estos, como buenos autócratas, reaccionaron recurriendo a la fuerza y las triquiñuelas y la interpretación antojadiza de la Ley.
A pesar de esa derrota, don Jorge ha seguido adelante, demostrando paciencia y esperando un mejor momento para continuar su marcha hacia la meta que se ha propuesto alcanzar. Después de todo, a diferencia de don Salvador, es un hombre joven. Por todo esto, me parece que, si don Salvador resultara ganador en las elecciones internas, don Jorge podría aceptar el resultado y llamar a sus seguidores a trabajar y a votar por don Salvador, apostándole a que él será el candidato cuatro años más tarde.
Por supuesto que, aun así, no se garantiza el triunfo del Partido Liberal en las elecciones generales. Es razonable suponer que la adhesión de don Jorge y don Salvador agregará seguidores a dicho Partido, pero no he visto encuesta alguna que mida el crecimiento habido. Habrá que esperar a que se hagan y se publiquen esas encuestas. Al final, la mayoría de la gente, el segmento independiente, no vota por un partido, sino que por una persona. La última encuesta que leí, hecha mucho antes de la llegada de don Salvador y don Jorge al Partido Liberal, colocaba el Partido Nacional en primer lugar, a Libre en el segundo y al Partido Liberal en un lejano tercer puesto.
Es posible que esto haya cambiado y, como he dicho antes, la gente, excepto por el voto duro de cada partido (el cual es insuficiente para ganar las elecciones), especialmente los independientes, votan por la persona y no por el partido. Por ahora habrá que esperar a que los partidos seleccionen a sus candidatos.
El éxito en las elecciones generales dependerá de que tan bien los partidos hayan navegado el proceso de las elecciones internas y de la calidad del candidato que propongan a los votantes. Solo entonces sabremos si el partido liberal logró emular al ave fénix. Recordemos que en las próximas elecciones no habrá segunda vuelta, por lo que ganará quien sea más votado.
Lamentablemente, eso hace más difícil una alianza de la oposición ya que cada partido de oposición pensará que ellos cosecharán más votos que el resto. Ojalá que vean la situación en Venezuela y comprendan que las autocracias son capaces de todo por mantenerse en el poder. La oposición debería mostrar el mismo pragmatismo del que ha hecho gala el Partido Liberal y conformar una alianza de oposición a la autocracia. Ojalá que la clase política entienda lo que está en juego.