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Deponiendo autócratas

Por: Luis Cosenza

En un reciente artículo me referí a las autocracias y concluí con un par de preguntas. La primera, y la más fácil de contestar, es qué podemos hacer para evitar el surgimiento de autocracias, y la respuesta es el buen gobierno. 

Es decir, el mejor antídoto a la autocracia lo proveen los gobiernos que actúan democráticamente, fortaleciendo el estado de derecho y las instituciones, respetando los derechos de los ciudadanos, fomentando el desarrollo y reduciendo la pobreza mediante la competencia y el libre mercado, asegurando la igualdad de oportunidades, combatiendo la corrupción, la inseguridad, el narcotráfico y el crimen organizado e impulsando la educación y la salud.

Puesto de otra forma, los malos gobiernos, donde prima la corrupción, la inseguridad, la pobreza y desigualdad y el irrespeto a los derechos humanos son el caldo de cultivo para la autocracia.  Estos factores hacen que la población se desanime y confíe en los cuentos de sirena de los autócratas. Al final, estos se alzan con el poder mediante revueltas, golpes de estado o por medio de elecciones libres y justas.  Si damos un vistazo a nuestro continente podremos fácilmente ver que en efecto nuestras autocracias surgen de uno de estos tres medios.

La segunda pregunta, es decir cómo se saca a un autócrata del poder, es mucho más difícil de contestar.  Sin embargo, haciendo una búsqueda en la red me encontré con un interesante artículo, cuyo contenido deseo compartir con ustedes. Se trata de un artículo escrito por Andrea Kendall-Taylor y Erica Franz, publicado en The Washington Quarterly en la primavera de 2014 y que intitularon How Autocracies Fall, o sea Como Caen las Autocracias.  En el artículo nos dicen que las autocracias caen víctimas de una revuelta popular, por un golpe de estado o por el fallecimiento del autócrata por causas naturales.  El primer caso, la revuelta popular, se ha vuelto más importante en los últimos años. De 1950 a 2012 tan solo el siete por ciento de los autócratas salieron gracias a revueltas populares. 

Sin embargo, de 2010 a 2012 el porcentaje sube al veinticinco por ciento. Cabe mencionar acá las revueltas que se dieron en la llamada “Primavera Árabe” y la reciente revuelta en Bangladesh.  Sin embargo, el caso más común es aquel en el cual una autocracia cae mediante un golpe, ya sea este encabezado por militares o por grupos élites que recientemente apoyaban al depuesto autócrata.  El tercer caso se refiere al fallecimiento por causas naturales del autócrata y ocurre raramente, pero hemos visto el caso de Chávez en Venezuela.  Las autoras del citado artículo explican el surgimiento de las revueltas populares en la caída de los autócratas con base en la proliferación de las redes sociales que han venido a facilitar la coordinación de las actividades de los rebeldes.

Las autoras también nos dicen que el factor que causa la salida del autócrata también determina que o quién lo reemplaza. Cuando es la muerte natural la que termina con el autócrata, entonces casi seguramente será sustituido por otro autócrata.  Cuando se trata de un golpe, usualmente es sustituido por otro autócrata, aunque en algunas pocas veces el golpe produce un régimen democrático. Las revueltas son el instrumento que más frecuentemente ha producido regímenes democráticos, aunque la experiencia nos dice que en todo caso esa es la excepción y no la regla. 

Las autoras agregan que cuando triunfa una revuelta, no solo cae el autócrata, sino que toda su cofradía y la forma de gobierno y sus instituciones.  Finalmente agregan que entre más violenta sea la revuelta, menos probable es que produzca un régimen democrático, de triunfar la revuelta. 

A mi entender, aunque el articulo no lo mencione, hay otra forma de deponer a un autócrata y me refiero a una intervención o invasión armada extranjera, como aconteció en Panamá con Manuel Noriega.  No obstante, hay que reconocer que en nuestros días esa no parece ser una opción, como tampoco parece serlo una intervención multinacional.  La comunidad internacional no lo toleraría, salvo que el autócrata masacrara a su pueblo. No obstante, la evidencia de la violación de los derechos humanos tendría que ser abrumadora.  Véase sino la invasión rusa a Ucrania y el conflicto en Oriente Medio.  A pesar de las horribles violaciones a los derechos humanos y los ataques en contra de los civiles, la comunidad internacional no ha sido capaz de poner fin a esos dos conflictos.

¿Qué decir de Venezuela, entonces?  Parece poco probable que Maduro muera de causas naturales y con el control que tiene de las fuerzas armadas y del aparato de seguridad, parece muy poco probable que se geste un golpe.  Tampoco me parece probable que se dé una invasión armada.   Solo queda entonces el recurso a la insurrección y la revuelta, pero ya Maduro ha sobrevivido a otras revueltas.  Salvo que uno piense que la combinación de la presión internacional y la revuelta provocarán la salida de Maduro, cosa que me parece poco probable, habrá que resignadamente aceptar que Venezuela continuará su sufrimiento y empobrecimiento. 

Seguro que le impondrán más sanciones y que la emigración continuará.  Venezuela se verá cada día más desesperanzada, como Cuba- Ante esta situación solo queda observar que, ante la resiliencia de las autocracias, nuestra mejor defensa es la prevención.  Hay que evitar que lleguen y se consoliden en el poder.

Como decía antes, el mejor antídoto para la autocracia es el buen gobierno y la participación ciudadana informada en los procesos electorales. Dios quiera que nuestros políticos demócratas entiendan la necesidad de presentar un frente unido contra la autocracia.  Caso contrario, nos tocará beber el trago amargo que inmerecidamente toman los venezolanos.  ¡Despertemos!

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