Por Alberto García Marrder.
Especial para Proceso Digital y La Tribuna en Tegucigalpa. Y El País, en San Pedro Sula (Honduras).
La detención del ex embajador norteamericano en Bolivia, Víctor Manuel Rocha, por ser un espía para Cuba trae a colación a la “súper espía”, Ana Belén Montes, que pasó casi 20 años en prisión por pasar secretos al gobierno castrista de la isla.
Los dos tenían acceso a documentos secretos de Estados Unidos y ha sido muy grave el daño causado. Y los dos, aparentemente, no cobraban por sus servicios a La Habana. Entonces, ¿Qué los motivaba? Al parecer, una convicción o fanatismo que hacían “lo correcto”.
— Rocha, tiene 73 años y estaba jubilado en Miami. Es ciudadano americano, pero nació en Colombia. Estudió en Yale y Harvard. Además de Bolivia como embajador, tuvo cargos diplomáticos en las embajadas americanas en Honduras, República Dominicana, Argentina y México. Y una breve estancia en la boca del león, en la Oficina de Los Intereses Cubanos en la propia Habana.
–Se sabe poco aún sobre cómo Rocha pasaba la información confidencial a La Habana, pero ha sido él mismo quien se ha delatado al jactarse como estaba haciendo daño “al enemigo”, los Estados Unidos, por casi 40 años.
–Debido a unas iniciales sospechas en el Departamento de Estado, se le ordenó a un agente de la FBI (Agencia Federal de Investigación) que se hiciera pasar por un miembro de los servicios de Inteligencia de Cuba e iniciara contactos con Rocha en Miami.
(He vivido más de 15 años en Miami y conozco muy bien, como periodista, el exilio cubano. Y sospecho que ese agente era un cubano de Miami, ahora con el FBI. Y también hay muchos infiltrados del gobierno castrista, fáciles de reconocer porque a los corresponsales extranjeros nos regalaban un ron cubano que no se vende en Estados Unidos, el “Havana Club”.)
Montes es de origen puertorriqueño y fue una analista altamente cualificada en el Departamento de Defensa e Inteligencia (DIA), donde estuvo cerca de 20 años y 17 como espía cubana. Tenía una excelente memoria, durante su jornada laboral memorizaba los documentos confidenciales y luego, en su apartamento de Columbia Park, en Washington, los transcribía en un disquete de computadora para dárselos a su contacto cubano en la capital. Y recibía órdenes desde la Habana mediante una pequeña radio de onda corta, con mensajes cifrados, tres veces por semana y a la misma hora.
Los servicios de inteligencia cubanos pasaban luego los informes de Montes a los rusos y chinos. Para La Habana, Ana Belén Montes era la mejor espía de su amplia red en todo el mundo. Y bien reconocida también en Moscú y Pekín.
* El agente “cubano” del FBI grabó conversaciones con Rocha, así como videos. La pedantería y orgullo que tenía de sus servicios como espía para el Directorio de Inteligencia de Cuba lo delataron, además de su confianza de que hablaba con uno de los “suyos”, además con acento cubano.
* A Rocha le puede caer entre 15 a 20 años de prisión, todo depende de su disposición de revelar los datos que pasó a los cubanos y sobre cómo actúan estos.
* El agente del FBI, que se hizo pasar como un cubano de la inteligencia de ese país le grabó más de un año. Rocha habla de Estados Unidos como “el enemigo” y cuando le pregunta si sigue siendo fiel a la revolución cubana, se siente ofendido y reitera: “Por supuesto que sí,… es como si me pregunta sobre mi hombría”.
Montes tenía 44 años cuando fue detenida tras 17 años trabajando en secreto para los cubanos. Nunca se arrepintió de lo que hizo y la condenaron a 20 años. Los pasó en una prisión de alta seguridad en Texas, junto a presas terroristas y hasta con Emma Coronel Aispuro, esposa del máximo jefe de la narcodroga, el mexicano Joaquín “El Chapo Guzmán”. Ahora Montes está en “libertad condicional” y vive en Florida, con visitas esporádicas a Puerto Rico y estricta prohibición de no tener contactos con agentes cubanos o de visitar la isla de Cuba. Si escribe sus memorias, lograría una buena suma de dinero.
Cuando fue sentenciada, describió la política americana hacia Cuba, como “cruel e injusta”.
“Me sentía moralmente obligada a que Cuba se defendiera de nuestros esfuerzos de imponer nuestros valores y nuestro sistema político, sobre ellos”.
Rocha y Montes tienen algo en común: les impulsa un fanatismo ideológico de que hacen lo correcto y no se arrepienten de ello. No se ven como traidores, aunque lo son en realidad.