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Olmert abandonará el Gobierno israelí en septiembre

Jerusalén – Acosado por un escándalo de corrupción, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, anunció hoy que no concurrirá a las primarias de su partido Kadima en septiembre y abandonará el Gobierno tras esos comicios.
 

«He decidido que no concurriré a las primarias del movimiento Kadima ni intervendré en esas elecciones», aseguró Olmert esta tarde en un solemne discurso en su residencia oficial en Jerusalén.

Olmert precisó que cuando Kadima elija un nuevo presidente renunciará como primer ministro «para permitirles poner en pie un nuevo Gobierno de manera rápida y efectiva».

El primer ministro justificó su renuncia por la actual investigación por cohecho en su contra por haber presuntamente recibido sobres llenos de dinero de un empresario estadounidense en anteriores cargos públicos, aunque matizó que en el futuro probará su inocencia y su nombre quedará limpio de sospecha.

«Investigar es el deber de la policía y el de la fiscalía instruir a la policía. El primer ministro no está por encima de la ley, pero tampoco por debajo de ninguna manera», sentenció con semblante crispado.

Desde que este escándalo salió a la luz el pasado mayo, Olmert ha vivido una auténtica travesía en el desierto, atacado en todos los frentes, incluido el interno.

Tanto miembros de su partido -como la titular de Exteriores, Tzipi Livni, que se perfila como favorita en las primarias- como sus socios gubernamentales, principalmente el laborista, le forzaron a elegir entre elecciones anticipadas o primarias.

Consciente de que el Likud de Benjamín Netanyahu es el gran favorito de unos eventuales comicios anticipados, Olmert optó por las primarias, pero su imagen había quedado ya tan dañada que su decisión de hoy ha sorprendido a pocos.

En este sentido, Olmert lanzó varios dardos a quienes le dieron la espalda en los momentos difíciles.

«Desde el primer día en mi oficina fui forzado a esquivar ataques maliciosos, incluso cuando trataba decisiones de peso que afectan a la seguridad y la existencia de Israel», dijo en alusión a las críticas a su gestión del conflicto con la milicia libanesa Hizbulá en el verano de 2006.

El particular «vía crucis» de Olmert comenzó precisamente después de que un informe oficial asegurase que había fracasado estrepitosamente en la gestión de esa contienda.

La concatenación de investigaciones por corrupción -hasta cinco- sobre sus anteriores cargos como alcalde de Jerusalén y ministro de Industria contribuyeron a cavar su tumba política al crear una imagen de líder corrupto dispuesto a todo por seguir en el cargo, pese a que nunca resultó imputado.

Una encuesta del canal 10 de la televisión israelí difundida tras la renuncia muestra que un 77 por ciento de los israelíes está descontento con el legado de Olmert al frente del Ejecutivo.

Olmert accedió a la jefatura de Gobierno en enero de 2006, a raíz del derrame cerebral que ha dejado hasta hoy a Ariel Sharon en coma profundo, y dos meses después confirmó su cargo en unas elecciones legislativas.

Ahora, la principal incógnita es la influencia que este anuncio de dimisión tendrá en las negociaciones de paz que Israel mantiene en paralelo con Siria y la Autoridad Nacional Palestina (ANP).

Olmert subrayó hoy que en los meses que le quedan en el cargo seguirá trabajando para alcanzar una paz con sus vecinos que ve «más cerca que nunca».

Su más probable sucesora, Livni, ha manifestado reiteradamente su apuesta por el diálogo con los palestinos y lidera el equipo negociador que trata de cerrar un acuerdo de paz antes de que acabe 2008.

Ése fue el compromiso que Olmert y el presidente palestino, Mahmud Abás, alcanzaron el pasado noviembre en la cumbre de Annapolis (EEUU), aunque de momento las negociaciones apenas han generado avances.

El segundo candidato más popular del Kadima, el viceprimer ministro Shaul Mofaz, se ha distinguido últimamente por declaraciones de línea dura.

Mofaz, quien se ha apresurado a aplaudir el anuncio de Olmert, desencadenó una tormenta política en junio al considerar «inevitable» un ataque israelí a Irán si Teherán mantiene su programa nuclear.

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