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Abril 23, 2020

Por: Julio Raudales

Humo, zancudos y ratones, comida escasa y monótona, sin agua para beber, lavar la ropa o limpiarse; pero sobre todo hastío, cansancio y melancolía, esa que no te deja ni siquiera dormitar al rumor de la invasión de los miedos al caer la tarde; como el Egipto de Moises, aquel de las 7 plagas.

El recuerdo de las idas al cine o a comer un sandwich o una pieza de Pollo a Denny’s o al lugar donde se quiera ir, para ver a los amigos o simplemente tomar un café con la esposa y los hijos… ¡Es melancolía! 

Miradas mustias y humores tenues, tanto como la esperanza que se cuelga de cada tarde solitaria… luego la rabia, el deseo de no ver a quienes debes ver a diario en este encierro. ¿Era así como se sintieron los habitantes de Orán en Argelia a tenor de aquella horible peste que con brutal maestría es narrada por Camus? 

¡Quizá sea peor!, ya que además debemos edulcorarla con series de Netflix o HBO-go que cada vez  nos hartan mas, o con la absurda novela mexicana o colombiana, aquella en donde los personajes se besan y abrazan sin temor y protagonistas o antagonistas se aglomeran en supermercados y calles… cuando no había miedo de juntarse y los humanos nos sentimos un poquito dioses… Tiempos aquellos, no volverán…

Pero tal vez hay cosas buenas, aunque no parezca: por fin se percibió el 23 de abril como una fiesta de guardar, por encima del 14 de las Américas que ya nadie recuerda y hasta del primero de mayo que no será, ni de trabajo ni de descanso del cansancio abrumador de la cuarentena.

No. Este día del idioma o del libro, este aniversario del deceso de Cervantes o natalicio de Shakespeare, fiesta grandiosa de Sant Jordi en Barcelona, donde la gente se presta y se regala novelas y cuentos, desde La Mil y Una Noches o El Principito, hasta los soliloquios de Balzac o Desayuno en Tifany del gran Truman Capote. 

Leer, leer y leer… Tal vez no sea tan malo el encierro si le das el sentido adecuado y haces de la lección de vida que nos deja el virus, una excusa para buscarle razones adecuadas a la existencia… tal vez el torbellino que nos envuelve aun no nos deja aquilatar la magnitud y el peso de ese lucro espiritual con que saldremos si es que nos decidimos a aprender.

Porque los seres humanos pensamos o preferimos pensar en relatos mas que en hechos, como dice Harari en el primer capítulo de su libro 21 lecciones para el sigo XXI. Y si, se han escrito cosas buenas y otras no tanto; el encierro ha sido también una fiesta para los filósofos, los improvisados y los serios, cuando con doctas voces anuncian que el ser humano es finito, mortal y perecible. O para los psicólogos, que con agudeza nos recuerdan que la paranoia y el temor pueden ser una epidemia aún más grande que la del coronavirus.

Y para los que cultivan las letras, que aprovechan el encierro y recuerdan el Decamerón de Bocaccio o al Rey Peste de Edgar Allan Poe, o Muerte en Venecia de Thomas Mann y la citada La Peste de Albert Camus y hasta el inhiesto pasaje de Cien Años de Soledad, en que José Arcadio Buendía haciendo gala de su patriarcado, coloca a Macondo en cuarentena para librarlo de la terrible enfermedad del insomnio y la posterior peste de la amnesia. También, como no, El Amor en los Tiempos del Cólera.

Y los historiadores que nos cuentan de los estragos de la peste negra, la gripe española, la peste de Justiniano, la gripe de Hongkong, la de las Vacas Locas y mas aca el SARS o el Ebola. Que ponen el dedo en la llaga con el consabido no condenar a repertir. 

También para los sociólogos cuando nos recitan acerca del virus global y posmoderno de la era de la globalización; que nos sentencian al cambio en las relaciones de convivencia y a la adaptación de una nueva era.

Y para los economistas, que denuncian y señalan con denuedo que no existe le falso dilema entre salud y bienestar económico; que preveen el aprovechamiento de los magnates financieros donde serán elevados a gusto las tasas de interés y de paso culpar a la pandemia de cualquier desmán.

Algo aprenderemos, algo nuevo se sabrá y ni Honduras ni el mundo serán iguales y este 23 de abril no será mas solo el día del libro; también será el recuerdo del aprendizaje.

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