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No calumniar ni difamar, no hacer mal a nadie y no practicar la usura, recomienda la Iglesia Católica

Tegucigalpa – No calumniar ni difamar, no hacer el mal a nadie y no practicar la usura, recomendó este domingo el vicario de la Iglesia Catedral de Tegucigalpa, sacerdote Carlos Rubio, durante su homilía dominical dedicada a la solidaridad y la fraternidad.
 

“No podemos crecer en la indiferencia hacia los demás ante sus necesidades y ante el dolor ajeno, es de nuestra competencia también ayudar, servir, acoger a los demás en nuestra vida, practicar la justicia”, expresó el prelado.

Rubio pidió a los feligreses no calumniar ni difamar, no hacer mal a nadie y no practicar la usura. “Ojalá que los hondureños entendamos este mensaje de la palabra y lo pongamos en práctica; practicar la justicia, no calumniar ni difamar, no hacer mal a nadie, no practicar la usura”, insistió.

El religioso señaló que a veces la hospitalidad se traduce en formulaciones negativas por lo tanto pidió evitar esas actitudes que por desgracia son muy actuales.

Lamentó que es vergonzoso como los hondureños, muchas veces, no se ven ni se tratan como hermanos y se pelean por todo, siempre algunos están opuestos a muchas cosas, pero eso nunca los ha llevado a nada.

“La solidaridad, la fraternidad, el tratarnos como hermanos entre nosotros, eso ayudará a vivir una verdadera fraternidad, reconciliación y hermandad; tenemos que acoger al Señor primero, que Él sea el huésped de nuestras vidas, nuestros corazones y nuestros hogares porque acogiendo al Señor Jesús y poniéndolo como el centro de nuestras vidas, también podamos acoger al hermano con actitudes diferentes, de amor, de justicia, de paz, de solidaridad, hermandad y fraternidad, sin insultos, sin calumnias, sin mentiras y falsedades”, demandó Rubio en el oficio religioso.

Pidió que “Cristo sea el huésped de Honduras, de nuestros hogares, que Dios habite en el corazón de cada mujer y de cada hombre hondureño, porque sólo así tendremos una Honduras diferente cada día, pero si es el mal, el pecado, el rencor, el resentimiento, la corrupción, la mentira y la falsedad que habitan en el corazón de cada hondureño, esperaremos tragedias, catástrofes, destrucción, pero si Jesús es el Señor, una Honduras es posible cada día, con la fuerza y la humildad de todos nosotros”.

En ese sentido, solicitó afanarse por lo esencial y no por lo superfluo, que el activismo y el trabajo de cada día no impida encontrarse con Dios en la intimidad de los corazones y los hogares.

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