Rectificación

Por: Luis Cosenza Jiménez
Debo rectificar la postura optimista e ingenua que adopté en el último artículo que publiqué. Ruego a mis lectores que me disculpen.

Supuse, en aquel momento, que habíamos superado el impasse que se había presentado en la elección de los magistrados a la Corte Suprema de Justicia, CSJ, cuando ahora resulta evidente que eso no es así. Felicité prematuramente al Presidente del Congreso y a los diputados, cuando en realidad estamos tan solo a mitad del camino y sin certeza de poder llegar prontamente al final.

Mi ingenuidad fue absoluta. Supuse que al recurrir al voto secreto cada diputado podría votar según le indicara su conciencia, cuando en realidad los dos partidos tradicionales obligaron a sus diputados a votar por planilla.

No solo eso, a pesar de no contar con los 86 votos que requiere la Constitución, los partidos tradicionales se empecinaron en imponer su voluntad y a recurrir a los métodos harto conocidos y rechazados por la población para alcanzar los votos requeridos. La prensa oficial y la cuasi oficial se han dedicado a criticar duramente a Mel y a Salvador por “impedir la integración” de la nueva CSJ, ignorando que ambos partidos, Libre y PAC, están jugando precisamente el papel que previó la Constitución para evitar que las minorías sean atropelladas en nuestro país.

Como saben mis lectoras, no soy simpatizante de Mel o de Salvador. Me parece que ambos son narcisistas, pueriles y superficiales. No obstante, debo reconocer que en este caso su conducta ha servido para que no perdamos la esperanza de contar con una CSJ independiente.

Durante la pasada semana pude enterarme de otros desagradables detalles. Confieso que sentía simpatía por el diputado Banegas del partido Liberal. Me parecía ser una persona inteligente y ecuánime, capaz de ser el modelo del nuevo legislador que requiere el país. Sin embargo, después de escuchar sus declaraciones, he cambiado de opinión.

En pocas palabras nos dijo que del trabajo de la Junta Nominadora había resultado que veintidós candidatos eran identificados como nacionalistas, otros tantos como liberales y que además figuraba un candidato independiente. Pero luego agregó que todo se destrabaría en el Congreso “si los nacionalistas nos dan un magistrado más”.

¿Será posible que el diputado no entienda que está planteando justo lo que rechazamos? ¿No entiende que para nosotros la integración de la CSJ no es una simple repartición de chambas entre los partidos tradicionales? ¡Qué pena! ¡Que pronto fue absorbido por el lado oscuro de la política, que no es monopolio del partido Nacional!

Pero supongamos que el diputado tiene razón, y que hay veintidós candidatos simpatizantes de cada uno de los dos partidos tradicionales y un independiente. Entonces, ¿por qué no elegir al independiente y siete de cada uno de los simpatizantes de los partidos tradicionales, dejando que los diputados voten libremente por quien consideren el mejor candidato, pero preservando la distribución que he propuesto? Claramente que eso sería lógico y razonable.

Sin embargo, al parecer no es aceptable para los partidos tradicionales ya que lo que desean, como siempre, es controlar la Corte y para ello las cúpulas de los partidos no aceptan que se elija a un liberal o a un nacionalista, sino que a “su” liberal y a “su” nacionalista. No nos equivoquemos. No son Mel, ni Salvador, quienes nos mantienen prisioneros en este atascadero. Son las cúpulas de los dos partidos tradicionales.

Al final, lo que está de por medio es la tristemente célebre reelección. Unos quieren controlar la CSJ para impedir la reelección y otros para asegurarla. Los liberales simplemente harían bien en recordar que el fin no justifica los medios. Mientras tanto, el Presidente, preocupado porque al final no pueda controlar la Corte, ha lanzado al aire una “consulta popular” a fin de identificar los cambios constitucionales que la población desea. ¿Duda usted, estimado lector, de cuál es el verdadero propósito de la consulta?

Reiteradamente me he pronunciado en contra de la reelección simplemente por la debilidad de nuestras instituciones y porque seguramente desembocaría en al autoritarismo y la dictadura. Varias otras personas han opinado de igual forma, siendo el doctor Enrique Aguilar Cerrato el último en hacerlo. El doctor Aguilar es una persona muy respetada en nuestro país, entre otras cosas, por su sabiduría y su inmaculada trayectoria. Bien haríamos en escucharlo.

El otro camino, que se basa en el control de la CSJ o en una “consulta popular” para permitir la reelección, solo nos llevará a la confrontación, a la violencia, y a malgastar nuestras energías en temas que no son prioridad para la población. Una nueva constitución simple y llanamente no será la llave mágica que abra las puertas del desarrollo y la felicidad. Eso solo se logra instaurando el estado de derecho, trabajando denodada y probamente y actuando solidariamente.

 

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