Por: Luis Cosenza Jiménez
Sabemos que la inversión es necesaria para la generación de empleo y para el crecimiento económico.
Igualmente entendemos que en nuestros países la inversión nacional es insuficiente para lograr altas tasas de crecimiento que permitan reducir la pobreza en un plazo razonable. Por tanto, la inversión nacional debe ser complementada por la inversión extranjera directa, IED. Es por eso que resulta muy preocupante la tendencia negativa que muestra la IED en los últimos años. Después de ordenar la macroeconomía en el 2014, la IED directa representó un 6.68% del PIB, una tasa más alta que la registrada de 2009 a 2013, pero más baja que la observada del 2006 al 2008. Sin embargo, en 2015 la tasa cayó a 6.45%, según cifras del Banco Mundial, y se dice, aunque la cifra no ha sido publicada oficialmente, que nuevamente disminuyó en 2016. Siendo 2017 un año político, es muy probable que dicha tasa caiga nuevamente este año. Si eso es así, durante la Administración Hernández la tasa de inversión extranjera directa habría decrecido anualmente, lo cual debería ser motivo de preocupación.
La caída en la IED, como porcentaje del PIB, explica, al menos parcialmente, el anémico crecimiento económico experimentado estos años, cuando no logramos superar el 4%, mientras que en el período 2005 al 2008 crecimos a más del 6%. No es posible hacerle mella a la pobreza creciendo al 4% anual, menos aún cuando el crecimiento se da en los sectores financiero, eléctrico (mejor dicho, fotovoltaico) y telecomunicaciones. La inversión y el crecimiento en estos sectores son, por supuesto, deseables, pero lamentablemente resultan en poca generación de empleo. Resulta evidente que algo no está funcionando correctamente y eso debería llamarnos a la reflexión.
El ordenamiento macroeconómico generalmente requiere sacrificio, ya que típicamente involucra dolorosos ajustes. No obstante, se acude a él porque entendemos que es necesario para propiciar el crecimiento económico. Puesto de otra manera, no es un fin en sí mismo, sino un medio para un fin, es decir para impulsar el crecimiento. Habiendo en nuestro caso hecho ya lo difícil, deberíamos ahora empeñarnos en tomar las otras medidas que impulsen nuestro crecimiento. Pero veamos en más detalle cuáles podrían ser esas otras medidas.
Para comenzar, es necesario mejorar la seguridad de las personas y sus bienes, lo cual implica fortalecer el estado de derecho, reduciendo la impunidad y respetando los derechos humanos. Es cierto que se ha reducido el número de asesinatos, pero también es cierto que campea la impunidad y que en el ámbito internacional nuestra imagen se ha deteriorado enormemente y se nos percibe como violadores de los derechos humanos. El asesinato de Berta Cáceres y muchos otros defensores de los derechos humanos y del ambiente dan pie a esta percepción. Por otro lado, las recientes declaraciones de un jefe de Los Cachiros, en las cuales vincula a varios políticos con el narcotráfico, perjudican aún más nuestra maltrecha imagen. ¿Cómo pueden los inversionistas extranjeros decidirse a invertir en nuestro país cuando continuamente leen y escuchan noticias negativas sobre nuestra nación? Frente a esta realidad se tornan irrelevantes los discursos altisonantes y los viajes por doquier de nuestros gobernantes. En tanto no atiendan la causa del problema seguiremos viendo caer la IED en nuestro país.
Por supuesto que los obstáculos no son solo la impunidad, la inseguridad y el narcotráfico. A ello hay que agregar las trabas burocráticas y el papeleo interminable que sufren los empresarios en nuestra tierra, así como el asedio del ahora SAR y antes DEI. Incluso el pago de los impuestos requiere tiempo y esfuerzo. Peor aún, el cobro de tasas absurdas, como el 1.5% sobre ventas a empresas que anualmente han venido pagando sus impuestos, y la no devolución de los créditos fiscales a quienes se les debe, transmite un pésimo mensaje a quienes contemplan invertir en nuestro país. Por supuesto que algunos invertirán aprovechando espacios en los cuales no están obligados a pagar impuestos, evitando por tanto toda relación con el SAR, pero eso es precisamente lo que hace que caiga la IED. En efecto, hemos cerrado la parte más grande e importante de nuestra economía a los inversionistas extranjeros.
En poco o nada resultará el plan Honduras 2020 si no se cuenta con una estrategia para cambiar la imagen de nuestro país, y no me refiero a campañas publicitarias o al nombramiento de “enviados especiales”. Es necesario reconocer la gravedad y magnitud de nuestro problema para así tomar las medidas que ataquen el mal que nos aqueja. Sólo así fomentaremos un adecuado ambiente para los negocios en nuestra nación. Sólo así lograremos el crecimiento de la IED, el crecimiento económico vigoroso y la reducción de la pobreza.