Por: Julio Raudales
Tegucigalpa.- José y María se han ido a la cama luego de concluir su ardua jornada.
Las elecciones fueron cerradas pero están seguros del triunfo. Se sienten satisfechos, ¡Han culminado su sueño! Pero no cualquier sueño. Es uno en donde conquistan el poder ilimitado de un mísero país que se deja dominar sin ambages al ritmo de sus ambiciones. ¡Lo han logrado! Desde que se casaron estaban sugestionados acerca del futuro luminoso que les esperaba. ¡Y hoy se cumple! Alcanzaron ese sueño a costa de la pesadilla de millones de desgraciados que, incólumes contemplan ya el devenir de su desventura.
Fue el historiador James Truslow Adams quien acuñó por primera vez en 1931 el término “sueño americano” para referirse a lo que los migrantes buscan al marchar hacia Estados Unidos en busca de la prosperidad.
Lo que trata de definir el término, es una situación social dada en la tierra, en la que la vida sea mejor, más rica y plena para cada persona, con oportunidades y logros. “No es un mero sueño de automóviles y salarios altos” -puntualizó Adams-, “sino el sueño de un orden social en el que todo hombre o mujer puedan situarse en la posición mas alta a la que sean capaces de llegar de manera imnata y ser reconocidos por los demás por lo que son, sin tener en cuenta las circunstancias fortuitas de su clase o nacimiento”.
Se trata de una visión de “algo mas noble” que la “conquista material” y la riqueza, y no es solo un ideal para los Estados Unidos, sino “una esperanza para toda la humanidad” (incluida la de los hondureños).
¿Por qué traigo a colación el famoso eslogan de Adams? Lo hago porque al final los seres humanos nos juntamos en sociedad debido a la necesidad inmanente que tenemos por vivir mejor, por realizar nuestro sueño de trascender, de conseguir lo mejor, no solo lo elemental para supervivir sino aquello que nos permita sentirnos satisfechos con nosotros mismos y los nuestros.
Lo anterior debe plantearnos un interrogante filosófico: ¿Qué es lo mejor y lo mas rico? A menos que seamos capaces de llegar a ese acuerdo sobre cuales son los valores de la vida, es evidente que no podemos tener ninguna meta… y sin metas, discutir los métodos no es más que un simple ejercicio futil.
Es esta falta de definición clara de los objetivos sociales lo que hace que José y María se sientan libres de toda culpa al buscar el poder mediante el ejercicio de la trampa y la cooptación de las instituciones. Los “valores ciudadanos” de los que hablaba Adams, la ética y el cumplimiento de los acuerdos pueden ser temas descutibles, arreglables. Como no hay consenso social sobre lo que definiremos como “Vida mejor y más rica”, el sueño social se pervierte y se convierte en una obsesión por los medios, esto es, los bienes materiales, el poder sin una función clara e inteligente.
Es por ello la que ahora se siente pareja presidencial de ese pequeño país, puede darse el lujo de congratularse ante su logro. El alcanzar su meta personal es suficiente para que esta noche puedan irse a dormir tranquilos, sin remordimientos. ¡Lograron lo que buscaban! El país y su gentuza pueden irse al carajo. ¡Ya encontraremos la forma de resolver sus lios y dejarlos tranquilos! Son gente simple, sin una visión clara de su mañana, se les contenta con cualquier cosa.
De este tamaño puede llegar a ser el dilema moral de aquel pequeño país. Su gente se acostumbró a vivir el dia a dia esperando las migajas que puedan caer de la mesa de quienes siempre han visto en la búsqueda del poder sin objetivos claros, su definición de “vida mejor y más rica”. Así entienden ellos, casi todos, esa entelequia que llaman democracia.
El dilema para Adams está claro: “No Podemos ser una democracia verdadera, entregandonos de manera individual y egoista al bienestar físico y los divertimientos”. A menos que dejemos claros los valores vitales, seguiremos quemando el pajar para encontrar la aguja.