Por: Otto Martín Wolf
Al principio sólo existía Superman, el máximo de todos los tiempos.
Luego llegó Batman (una versión moderna de Zorro).
Entre los dos se dedicaban a salvar al planeta de toda clase de enemigos, incluyendo el Pingüino, Lex Luthor y otros igual de pintorescos.
Pero luego, quizá por la necesidad real de héroes que ayuden a combatir todos los males que acosan al ser humano, llegó un torrente de héroes imaginarios, en mi opinión ya demasiados.
Empezando por que cada uno de ellos trae consigo su propio archienemigo para poner en peligro el planeta, como si no tuviéramos ya problema con las amenazas reales que enfrentamos día a día.
Me gustaría que los súper héroes las combatieran, empezando con los narcotraficantes y políticos corruptos, pero sin olvidar a los curas pedófilos, los conductores de rapiditos y taxis, así como a los pastores y predicadores, más interesados en sacar dinero que en salvar almas.
Esos sí son problemas que los súper héroes deberían de enfrentar y no invasiones extraterrestres o de seres de inframundo, que jamás se producen.