Todos hemos sentido el impacto de la pandemia en nuestras finanzas. Como es de esperar, la caída en nuestras finanzas personales ha impactado negativamente las finanzas públicas. Con algunas excepciones, tal y como es el caso de los empleados públicos, la gran mayoría hemos sufrido al menos una reducción en nuestros ingresos, mientras que un amplio grupo, típicamente quienes laboran en la economía informal, ha visto desaparecer sus ingresos. Como seres racionales, quienes hemos experimentado una reducción en nuestros ingresos hemos respondido, en la medida de lo posible, con una reducción en nuestros gastos. Contrariamente, y actuando de manera irracional, en el sector público no ha habido una reducción de gastos. Por el contrario, han anunciado un incremento salarial para los burócratas. Uno podría entender el pago de un bono a quienes están en el frente de la batalla contra el COVID, pero no un aumento indiscriminado a la base salarial de todos los empleados públicos. Al parecer el gobierno piensa que podrá resolver el problema endeudando aceleradamente el país. Pero en realidad, a menos que el sector público se discipline y apriete el cinturón, cosa que no ha hecho, lo único que lograrán será endeudarnos hasta las narices y trasladar el problema a la próxima Administración. Permítanme explicar por qué.
Comencemos reconociendo que los organismos financieros internacionales, OFIs, han estado prestos a apoyarnos en el combate de la pandemia. El Banco Mundial, el BID, el BCIE y el FMI han aportado recursos rápidamente para que podamos, a medias, hacer frente a la pandemia. Pero eso no será suficiente. Los recursos provistos por esas instituciones probablemente nos permitan sortear este año las necesidades extraordinarias derivadas de la emergencia sanitaria. Sin embargo, el golpe sobre las finanzas públicas se sentirá más fuertemente en el 2021, ya que la caída de nuestra economía se dio en 2020. Si, como algunos predicen, los ingresos tributarios caerán en un 30% el próximo año, esta Administración no podrá pagar sueldos y salarios, los gastos de operación del gobierno y el servicio de la deuda. Por supuesto, tampoco habrá recursos para invertir. Frente a esta situación solo se presentan tres alternativas. Endeudarnos más, si encontramos alguien que se atreva a prestarnos, reducir gastos aunque los gastos del gobierno (excepto por la inversión) son rígidos, o aumentar ingresos que en este caso requeriría subir impuestos en año electoral, lo cual parece imposible.
De las tres alternativas antes mencionadas, el endeudamiento adicional seguramente será la más atractiva para el gobierno. Sin embargo, siendo 2021 año electoral algunos OFIs reducirán su financiamiento al país y se concentrarán en cooperaciones técnicas. Otros que brindaban apoyo presupuestario al gobierno tendrán que pensarlo dos veces en vista de lo recientemente ocurrido en el sector eléctrico, donde el gobierno se comprometió a respetar y aplicar la Ley General de la Industria Eléctrica y tan pronto como pudo violentó la aplicación de la Ley. En cuanto al FMI, como consecuencia de la pandemia puso una considerable cantidad de recursos en manos del gobierno. Es poco probable que el Fondo quiera, o pueda, contribuir con una significativa cantidad de fondos para hacer frente al gasto corriente del gobierno en año electoral. Por otro lado, tampoco puede decirse que padecemos una crisis en la balanza de pagos. En efecto, nuestras reservas internacionales han aumentado. Finalmente, el actual programa con el Fondo terminará en 2021 y seguramente el Fondo esperará al cambio de Administración para conversar sobre un nuevo programa. En resumen, no será fácil obtener financiamiento para el déficit en el cual incurrirá el gobierno. Siempre podrán intentar colocar otros bonos en el mercado financiero internacional, pero ese mercado sabrá a ciencia cierta la situación de las finanzas nacionales, y por tanto exigirá un mejor retorno frente a un riesgo más elevado. Es decir, podremos colocar recursos, pero a condiciones cada vez más duras. Eso por supuesto incrementará fuertemente el servicio de la deuda y agravará aún más la situación para la próxima Administración. Al final solo queda el posible uso de nuestras reservas para financiar el gasto público, ya que en este momento, debido a la caída de las importaciones, puede verse como muy elevado el nivel de reservas que hemos acumulado. Sin embargo, esa sería una mala idea ya que a medida que la economía se recupere y las importaciones aumenten, el nivel de nuestras reservas caerá a niveles normales. Reducir nuestras reservas incrementaría nuestra vulnerabilidad y nos expondría a una fuerte devaluación. Definitivamente, este no es el camino que debemos seguir.
Probablemente la estimada lectora recordará que, gracias al elevado endeudamiento interno ocurrido a partir de 2010, el pago del servicio de la deuda es uno de los rubros más importantes en el presupuesto nacional. Con el endeudamiento adicional ocasionado por la pandemia y por el crónico déficit de la ENEE, el servicio de la deuda crecerá aún más el próximo año. Es cierto que parte del financiamiento es concesional, con amplios períodos de gracia y bajas tasas de interés, pero también es cierto que el bono de seiscientos millones de dólares colocado en los mercados financieros internacionales para pagar obligaciones de la ENEE no cuenta con condiciones concesionales. Consecuentemente, el pago de los intereses de ese bono, y de otros que puedan colocarse en el futuro, vendrán a aumentar el ya abultado servicio de la deuda.
En resumen, estimado lector, el incremento en los gastos corrientes del gobierno debido a los aumentos salariales y al creciente servicio de la deuda, la caída en los ingresos tributarios ocasionada por el decrecimiento económico, y la llegada del año electoral que obliga a los OFIs y aún a los mercados internacionales de capital a actuar con suma cautela presenta un panorama muy preocupante para 2021 y asegura que la próxima Administración heredará una situación harto complicada.
Por supuesto que el panorama económico de otros países es también preocupante. Sin embargo, ya sabemos lo que se dice sobre el “mal de muchos”. En algunos países se ha decidido reducir los salarios más altos y tomar otras medidas para contener el gasto. Es cierto que algunas de estas medidas son cosméticas pero al menos muestran el deseo de solidarizarse con los más pobres, que usualmente son quienes participan en la economía informal. En nuestro caso, muchas empresas y muchas personas han continuado pagando a sus empleados aunque sus ingresos hayan caído estrepitosamente. Muchos en el sector privado han asumido su cuota de sacrificio. Lamentablemente, en lo referente a sacrificio, el sector público brilla por su ausencia. Pareciera que para ellos la crisis no existe. Peor aún, algunos se han beneficiado de la pandemia y la percepción de corrupción que eso fomenta vendrá a complicar aún más la difícil situación que seguramente viviremos en 2021. Lamentablemente no veo en el panorama político el liderazgo necesario para superar la crisis minimizando el costo. Tampoco me parece que podremos aprovechar el momento para poner nuestras finanzas en orden, para profundizar nuestra endeble democracia y para fortalecer el estado de derecho. Dios quiera que esté equivocado.