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Navidad en el corazón de Honduras

Chasty Fernández

La víspera de Navidad siempre ha sido un tiempo de pausa, de silencios que hablan y de emociones que se mezclan. Este año, en Honduras, esa víspera se vive de una manera distinta. La política y sus tensiones han golpeado con fuerza la economía, dejando a muchos hogares con una sensación constante de incertidumbre. Basta caminar por los mercados o conversar con pequeños emprendedores para percibir la angustia de quienes no han logrado vender lo esperado, de quienes hacen cuentas una y otra vez, tratando de sostener su esfuerzo y su dignidad. También está la realidad de muchas madres solteras, con el corazón apretado, haciendo malabares para ajustar el día a día, priorizando que a sus hijos no les falte lo esencial y que sus familias estén bien, aun cuando ellas cargan en silencio el cansancio, la preocupación y la esperanza.

A pesar de este escenario complejo, muchas familias intentan vivir en un ambiente de paz. Las celebraciones se vuelven más sencillas, sin excesos, con mesas humildes pero llenas de intención y de amor. Tal vez esta Navidad nos está invitando a mirar hacia adentro y a recordar su verdadero significado: compartir, acompañar y agradecer, incluso en medio de la incertidumbre.

Este ha sido un año marcado también por el luto. Hay hogares donde la ausencia pesa más que los adornos, donde la Navidad llega con recuerdos y lágrimas. Y también eso es parte de la vida. No todas las noches buenas son alegres; algunas son profundas, silenciosas y necesarias para sanar.

Este mensaje es para quienes no han logrado encontrar un trabajo fijo, para quienes se levantan cada día sin certezas pero con valentía. Para quienes siguen luchando por sostener su hogar y, de manera especial, para quienes libran batallas profundas del cuerpo y del alma como ser el cáncer: verdaderos héroes y heroínas que nos recuerdan que la fortaleza no siempre hace ruido, a veces habita en la quietud, en la esperanza y en la valentía de resistir con amor.

Es importante recordar que está bien pasar la Navidad a solas, tener una cena sencilla o vivirla de una manera distinta a lo que dictan las costumbres. La felicidad no está en lo material, sino en la paz que logramos cultivar en nuestro corazón. Desde la psicología, sabemos que el autocuidado emocional es esencial: escucharnos, respetar nuestros límites, permitirnos sentir sin culpa y darnos permiso para descansar.

En esta víspera, no olvidemos llamar o escribir a aquella persona que en algún momento fue importante y que, por una u otra razón, se fue alejando. A veces un mensaje sincero puede sanar más que cualquier regalo.

Que el mejor obsequio sea un abrazo que reconforte, un beso que alivie los días grises y una palabra dicha con ternura. Porque aun en la sencillez y el silencio, la Navidad llega para recordarnos que la luz sigue ahí. Aunque hoy el camino no se vea claro y el cansancio pese, siempre hay una estrella que nos acompaña. Así como guió a José y a María en la noche, que también nos guíe a nosotros, paso a paso, susurrándonos al alma que no estamos solos y que, con amor y paciencia, todo volverá a estar bien. Feliz Navidad, mi querida Honduras

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