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Feliz cumpleaños hondureñas y hondureños

Chasty Fernández

Cada septiembre celebramos la independencia, pero la verdadera libertad se escribe día a día en la lucha silenciosa de madres, padres, jóvenes y adultos que sobrevivimos entre el desempleo, la violencia y la esperanza.

Septiembre llega de nuevo con banderas ondeando, himnos entonados y discursos oficiales que hablan de libertad. Pero detrás de los colores y los desfiles, está la vida real de miles de hondureñas y hondureños que luchamos cada día para sobrevivir. La independencia no se mide en fuegos artificiales ni en ceremonias; se mide en la dignidad con la que seguimos enfrentando un país lleno de retos.

Este cumpleaños de la patria no es solo de quienes se visten de azul, rojo y blanco para la foto oficial, sino de las madres solteras que madrugan a vender baleadas o café en la esquina para dar de comer a sus hijos. También es de los padres que, aun sin empleo fijo, cargan ladrillos, cuidan un terreno o hacen cualquier trabajo honrado para no volver con las manos vacías a casa.

En Honduras se sobrevive con lo que apenas alcanza para un plato de comida al día. Hay jóvenes llenos de sueños que no encuentran oportunidades, y personas de cuarenta años o más que, aún con experiencia, son descartadas por un mercado laboral que no valora ni la necesidad ni la dignidad humana. Esa es nuestra otra independencia pendiente: la del derecho a un empleo digno y a un salario justo.

No podemos olvidar que en cada barrio y en cada aldea también se lucha contra la violencia que nos arrebata la tranquilidad. Mientras los gobernantes repiten promesas y se esconden detrás de mentiras, el pueblo sigue pagando el precio de la inseguridad y la corrupción.

Pero a pesar de todo, seguimos de pie. Y eso también es independencia: no dejarnos doblegar por las dificultades, no perder la capacidad de soñar ni la esperanza de ser mejores personas cada día. Este septiembre debe ser un recordatorio de que la patria no es el gobierno, sino cada uno de nosotros que construimos con esfuerzo y amor, aunque el camino sea duro.

Hoy, más que celebrar desfiles, deberíamos rendir homenaje a quienes nunca se rinden: a las madres, padres, jóvenes y adultos que luchamos en silencio por una Honduras más justa.

El mejor regalo que podemos darle a nuestra tierra es no dejarnos vencer por la desesperanza, y seguir creyendo que, con pequeños actos de honestidad, solidaridad y valentía, podemos transformar este país.

¡Feliz cumpleaños, hondureñas y hondureños!. La independencia verdadera nacerá cuando aprendamos a no esperar todo de arriba, sino a levantarnos cada día con la decisión de ser mejores personas y mejores compatriotas.

A quienes hoy sienten que la vida pesa demasiado, les digo: no están solos. Cada amanecer es una oportunidad de volver a empezar, aunque sea con pasos pequeños. Sigamos creyendo en nosotros mismos, porque incluso en medio de la tormenta siempre hay una luz que nos recuerda que valemos, que merecemos paz y que juntos podemos construir un futuro mejor.

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