Una espiral surrealista captura el Pompidou en el centenario del Manifiesto de Breton

París – «Tanta fe se tiene en la vida», en su forma más precaria, que «la fe acaba por desaparecer». Así comenzaba en 1924 André Breton el texto fundacional del surrealismo, cuyo centenario celebrará este otoño el Centro Pompidou de París con una laberíntica muestra que visita los principales ejes del movimiento.

Ubicada en el piso más alto de este museo de arte moderno y contemporáneo que cerrará sus puertas en 2025 para afrontar un quinquenio de reformas estructurales, la muestra incluye obras emblemáticas de esta corriente, como ‘El gran masturbador’ de Salvador Dalí o ‘El bosque grande’ de Max Ernst en el terreno de la pintura, o fotografías como ‘El violín de Ingres’, de Man Ray.

Estos y otros artistas de todo tipo de disciplinas, como Yves Tanguy, Paul Éluard, Luis Buñuel, René Magritte o Joan Miró, buscaron desafiar los límites del pensamiento racional a través de lo onírico y del subconsciente.

Para mostrar su mundo, el Pompidou no propone, por supuesto, una exposición al estilo tradicional, sino que esta muestra -bautizada simplemente ‘Surrealismo’- se despliega como un laberinto en forma de espiral.

Su centro y punto de partida es, precisamente, el manuscrito original del ‘Manifeste du surréalisme’ de 1924, que ha sido prestado para esta exposición por la Biblioteca Nacional de Francia.

La voz de Breton, recreada de manera artificial a partir de grabaciones de su época, recita ese texto de manera hipnótica antes de enviar al visitante a un viaje hipnótico que avanza por temáticas como el sueño, la quimera, la alquimia, lo erótico, la noche o los bosques de los surrealistas.

«Esta idea está obviamente ligada al mundo orgánico al que se refiere el surrealismo, que está muy habitado por las fuerzas y la energía de la naturaleza», explica a EFE Didier Ottinger, comisario de esta muestra junto a Marie Sarré, sobre la original construcción del recorrido en forma de espiral.

La generación de Breton venía de sufrir y luchar en la Primera Guerra Mundial, recuerda este especialista francés y, por eso, para ellos «acabar con el viejo orden» y con un modelo de civilización que había entrado totalmente en crisis era una cuestión fundamental.

«Por ejemplo, fueron testigos de un giro en la técnica. Soñaban con aviones, pero los aviones se convirtieron en bombarderos; soñaban con coches, pero los coches se convirtieron en tanques», detalla Ottinger.

Pese a su espíritu transgresor, el surrealismo no emergió exactamente con espíritu de avance entre las vanguardias, sino más bien todo lo contrario, una rebelión contra el progreso.

Bebieron de las ideas, entre otras fuentes, de los románticos alemanes que habían hecho apología de la naturaleza frente a la industrialización.

Ellos, frente a la razón científica dominante, harán su apología del sueño y de lo inconsciente, en una suerte de defensa de un nuevo orden humano.

«Es más bien un paso atrás. El surrealismo durante mucho tiempo se ha pensado como un movimiento reaccionario. El término ha sido usado por grandes historiadores del arte», indica Ottinger.

Los motivos de ese razonamiento son estéticos, ya que es al final un arte figurativo que, como en el caso de Dalí, no duda en inspirarse en las técnicas de los antiguos maestros, pero sobre todo son filosóficos.

«Es un arte que cuestiona el modelo de desarrollo occidental, es decir, no cree en el progreso, no cree en el modelo de civilización propuesto por Occidente», sintetiza Ottinger.

Para este centenario, el Pompidou se separa también de lo tradicional al ampliar las fronteras de los autores, décadas y geografías que había planteado hasta ahora en otras muestras sobre el surrealismo.

El retrato de la corriente surrealista que se plantea aquí es más global, ya que se sale del carácter habitualmente eurocéntrico con el que se mira al surrealismo, y también incluye a muchas más mujeres gracias a recientes investigaciones que reivindicaron el lugar de las artistas en este movimiento, al igual que en tantos otros ámbitos.

Es el caso, por ejemplo, de la española afincada en México Remedios Vero, que es una de las pintoras utilizadas en la muestra para explicar el papel que la alquimia y lo esotérico tuvieron en el surrealismo.

También va más allá de la frontera temporal de los años cuarenta, donde solían concluir todas las muestras sobre esta corriente, para descubrir obras de los años sesenta y setenta que siguieron poniendo en práctica los principios de este movimiento surrealismo. EFE

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