Fuerza y desaliento

Julio Raudales

Zeus condenó a Sísifo -cuenta el mito- a cargar una piedra de la falda a la cima de una montaña con el agravante de que, al llegar por fin arriba, la piedra rodaría de nuevo cuesta debajo de forma sempiterna y ¡a volver a empezar el trabajo una y otra vez!

Aunque Homero, el inventor del cuento, no nos dice la razón de semejante martirio, muchos maliciadores de historias nos dan una serie de posibles explicaciones de esta insidiosa fábula. Al pensar en lo agraviante de un castigo así, se me ocurre pensar en la situación del promedio de los trabajadores en Honduras.

Geño el del INE, agitó las redes durante la semana anterior, proveyendo algunas estadísticas que escaldaron la discusión mediática.

Dijo, por ejemplo, que la precariedad en el país ronda el 70 por ciento de la fuerza laboral. Hizo énfasis -y eso fue lo que dolió- en que el desempleo abierto no es el mayor problema ¡Oh, Dios! Gritó la conspicua oposición ¿Y cómo es eso?

Pero Geño tiene razón, la mayoría de las hondureñas y hondureños que buscan un empleo lo encuentran. La encuesta permanente que el INE levanta revela que de 4 millones de trabajadores solo 290 mil, es decir un poco más de 6%, está totalmente desocupada, a la inmensa mayoría no les queda más remedio que salir y tratar de llevar su roca a la cima de la montaña cada día.

He ahí el verdadero suplicio. De las 3.7 millones de personas ocupadas que menciona el INE, aproximadamente 2 millones lo hacen por un ingreso promedio mensual de apenas 8 mil lempiras. ¡eso es lo mismo que arrastrar una piedra hasta la cima solo para verla rodar al fondo. ¿Quién quiere trabajar en la compañía de Sísifo?

Es por ello que el país encabeza el ranking de expulsores de migrantes en el istmo, la gente -cómo no darles la razón- se va a países en donde por hacer el mismo esfuerzo que aquí, reciben ingresos incluso diez veces superiores al local.

Pero a esa tragedia debemos sumar una más: aunque la población total viene creciendo cada año a un ritmo importante, el mercado laboral hondureño lo hace de modo mucho más lento ¿Por qué? Veamos, unas 180 mil personas, sobre todo jóvenes, emigran.

Pero, además, un número aún mayor de gentes deciden salir del mercado, se rinden, ya no quieren trabajar porque perciben que no les sirve de nada, cual Sísifo, retornan siempre al fondo y no encuentran una razón válida para continuar su bregar. A estos, la OIT les llama desempleados descorazonados o desalentados.

Suman en cada encuesta un número mayor y nadie les presta atención. Dejan de participar. Alguna actividad han de hacer y quienes investigan se espantan: un estudio de la UNAH les ubica en actividades ilegales o “subterráneas” venden drogas o extorsionan. ¡En fin! sucumben al drama de la eterna repetición de Sísifo.

No es una historia nueva. Se ha contado muchas veces y parece que su tañer incómodo retiñe con más agudeza en la contienda electoral. ¿Qué hacer?

Lamentablemente las cosas no van a mejorar por generación espontánea. Mientras no se profundice en una efectiva y seria reforma educativa, no hay ninguna esperanza de que esto cambie.

En efecto, la educación de calidad es -todavía- el mayor instrumento de movilidad social que tenemos los hondureños: La probabilidad de que un jefe de hogar culmine la educación media y sea pobre es de apenas el 2%, mientras que esa misma se dispara al 82% en los casos en que no se culmine el sexto grado.

Pero no parece haber un interés genuino por parte de ninguna autoridad en los últimos 25 años. Nadie quiere o “no conviene”. Todas y todos lo prometen en campaña, pero se niegan a hacerlo seriamente una vez en el poder ¿Qué pasa?

Ninguno de los 3 niveles sustantivos en que se ejercen políticas educativas hace un esfuerzo importante: Prebásica, básica y media, la superior y la formación profesional están paralizadas y parece que no hay quien altere esa catatonia.

Y mientras tanto el tiempo pasa para todas y todos. ¿Será que nuestra generación presenciará el hundimiento del país sin que nadie se decida a hacer algo? Ojalá que no. Estamos a tiempo de cambiar.  

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