(Este es el tercer reportaje sobre cinco fotos ya emblemáticas y de gran impacto periodístico).
Miami, (EEUU).- (Especial para Proceso Digital- Por Alberto García Marrder).
Hace veinte años, Elián González era un niño balserito cubano rescatado del mar que se convirtió en el centro de una disputa entre Estados Unidos y Cuba, de la que salió ganando Fidel Castro, que apoyaba el reclamo del padre para regresarlo a la isla.
Hoy, Elián, ya de 25 años, vive en Cárdenas (Cuba), recién graduado de ingeniero industrial, acaba de ser padre y es miembro de la Unión de Jóvenes Comunistas de la isla. Es, a veces, usado como propaganda por La Habana contra la llamada “Mafia de Miami”, el exilio cubano.
Igual hacía el exilio cubano, cuando lo usaba como propaganda anticastrista durante los cinco meses que vivió en esta ciudad, bajo custodia de la familia de su tío Lázaro González y en una modesta casa de la llamada “Pequeña Habana”. La familia de Miami se negó a regresarlo a Cuba.
Y fue Alan Díaz, un fotógrafo cubano-americano, el que tomo esa dramáticas foto del niño cuando fue sacado a la fuerza de la casa, que fue al día siguiente portada de miles de diarios en todo el mundo. Por esa foto, ganó, meses después, el Premio Pulitzer de fotografía.
Con datos inéditos y exclusivos para Proceso Digital, puedo reconstruir la historia de cómo se tomó esa foto, lo que realmente pasó esa noche y lo que sucedió a los protagonistas de esa imagen, ya emblemática.
El 25 de noviembre de 1999, dos pescadores aficionados, los primos Donato Dalrymple y Sam Cianco, rescataron a Elián del Océano Atlántico, a unas tres millas de Fort Lauderdale (cerca de Miami), que estaba flotando en un neumático grande.
“Una manada de defines atrajeron nuestra atención y los seguimos… directamente a donde estaba flotando Elián, que estaba deshidratado y semi inconsciente”, comentó después Dalrymple a la prensa.
El niño, entonces de cinco años, había sobrevivido, junto a otros dos cubanos más, el naufragio de una pequeña embarcación donde venían once más que se habían escapado de Cuba el 21 de noviembre de 1999. Entre los ahogados estaban su madre, Elizabeth Brotons Rodríguez, que estaba divorciada del padre de Elián, Juan Miguel González.
No se sabe con certeza cuánto tiempo estuvo Elián flotando, solo en el mar y dormido a veces. Se especula que pudo ser entre uno a dos días y qué si está vivo, es de puro milagro.
Tras una revisión médica en un hospital, fue entregado temporalmente en custodia a su tío paterno, Lázaro González.
El 22 de abril de 2000, yo estaba ahí esa noche, como muchos otros periodistas, frente a la casa de los González, para poder contar un inevitable desenlace. Era entonces, director de la agencia de noticias española EFE en Miami y llevaba ya cinco meses dedicado a cubrir el “caso Elián”, que era noticia mundial.
Cansado, deje mi guardia frente a la casa, alrededor de las 12 de la noche. Un amigo y colega, el periodista portugués Rui Ferreira, del diario “El Nuevo Herald “ de Miami, (uno de los mejores expertos en temas de Cuba, donde vivió varios años), se quedó a esperar toda la madrugada. Y él sí sabía que valía la pena esperar.
Por algo, Ferreira tenía una tienda de campaña y una escalera. Y un secreto que no podía revelar a nadie, ni al director de su periódico (entonces Carlos Castañeda), que a las cinco horas de esa madrugada iba a tener lugar el asalto para sacar a Elián de la casa y llevarlo a Washington, donde lo esperaba su padre, Juan González, y en La Habana, Fidel Castro.
Ferreira me ha dado permiso para divulgar esa primicia periodística por primera vez, ya que han pasado 20 años y está muerta su informante, nada menos que Janet Reno, la ex Fiscal General (Ministra de Justicia), durante la presidencia de Bill Clinton.
Reno, en su despacho en Washington, le informo personalmente a Ferreira, el día y la hora del asalto, así como a otro periodista, este de la cadena CNN, con la condición que no se lo contaran nadie más, me dijo recientemente el periodista portugués.
Precisamente a esa hora, cinco de la madrugada, comenzó el asalto.
Varias furgonetas del “Inmigration Naturalization Service” (INS), con unos 80 agentes armados, estacionaron frente de la casa y por la calle de atrás. Tocaron tres veces la puerta y al no responder nadie, la tiraron.
Casi al mismo tiempo, un amigo de la familia avisa a Díaz y le grita “que vienen los gringos”.
El fotógrafo cogió sus cámaras y preguntó: “¿Dónde está el niño?”.
”En el cuarto de Marylesis”, le contesta, indicando la habitación de la prima de Elián, que estaba vacía en ese momento.
Marylesis se interpone ente el primer agente federal armado que entra a la sala y le dice, en inglés y casi llorando: “Por favor que el niño no vea las armas, yo se lo traigo”. Pero es ignorada y la aparta.
Díaz ya estaba en el cuarto donde Donato Dalrymple (uno de los dos pescadores aficionados que habían rescatado del mar a Elián) está escondido en un closet lleno de ropa de mujer con el niño. Y espera.
A los pocos segundos, un agente federal del INS, cuyo nombre he averiguado (James Goldman), da una patada a la puerta y encañona a Dalrymple y a Elián con un sub-fusil MP5, con el dedo índice fuera del compartimento del gatillo.
Díaz se acerca y Goldman le grita varias veces “BACK OFF” (“atrás”).
Y Díaz toma entonces esa foto ya histórica y de gran impacto. (Murió en 2018, a la edad de 71 años).
Entra también en el diminuto cuarto, una agente del INS, coge a Elián en sus brazos y le dice, en un español con acento mexicano y casi susurrando, “Papito, tranquilo, no llores, ya estarás con tu papi” y lo arropa con una manta.
Elián, asustado y llorando enloquecido, gritaba varias veces “prima Mari”, en referencia a Marylesis González, que lo había cuidado desde su llegada a esa casa. La prima lloraba histérica en la sala.
La operación, según el reloj de Ferreira, duró menos de un minuto y este fue el primer periodista en entrar a la casa después.
El niño fue llevado en un helicóptero al aeropuerto de Opa-Locka, en el noroeste de Miami para tomar un avión hacia la Base Aérea Andrews, cerca de Washington, donde le esperaba su padre, Juan Miguel González.
En su asiento del avión ejecutivo Learjet del gobierno, a Elián le esperaba un oso peluche y un juego para niños “Play-doh”, que le sirvió de consuelo en las dos horas de vuelo.
En la Casa Blanca en Washington, el presidente Bill Clinton es despertado para informarle que el niño ya está en manos federales. Clinton y Reno habían aprobado el asalto, porque pensaban que era justo que el niño regresara con su padre.
Me despiertan a mí también desde la central de EFE en Madrid y en menos de 30 minuto, ya estaba en la oficina transmitiendo.
Los abogados de los familiares de Elián en Miami interponen varias demandas judiciales para que el niño se quede con ellos y , argumentan, “para que no regrese a un país comunista, donde corre peligro”. El Tribunal Supremo rechaza esa última petición.
Dos meses después, Juan Miguel González regresa jubiloso con su hijo a Cuba. Y poco después, los recibe Fidel Castro.