Victoria pírrica

Por: Ricardo Puerta
 
El término proviene del mundo militar. Hay victoria pírrica cuando el vencedor sufre tantas pérdidas que su aparente triunfo se convierte en una derrota real. Pirro (318-272 a.c.) rey de Epiro y Macedonia lo originó.  Fue uno de los mejores generales de la época. Venció a los romanos pero perdió tantos soldados en una incursión, que al regresar triunfante dijo: “Otra victoria como ésta y volveré solo a casa”. 
 

Hoy en día,  victoria  pírrica significa “ganar la batalla y perder la guerra”. Y en esa acepción la utilizamos aquí. Con el objetivo de abrir preocupaciones sobre lo que pudiéramos estar ganando en ambos lados de la corriente migratoria con los decretos ejecutivos del Presidente Obama.
 
Para este autor, tales acciones pudieran entenderse como movimientos  tácticos del Ejecutivo norteamericano, para presionar a los republicanos a que acepten finalmente la Reforma Inmigratoria Integral. Pero eso también conlleva un alto riesgo. Concurrentemente, y debido a esos mismos decretos,  quienes estamos a favor de la Reforma Inmigratoria Integral, pudiéramos estar perdiendo la oportunidad de lograrla, aún siendo necesaria y oportuna como estrategia.
 
Estados Unidos  para su bien, necesita sin duda cambiar radicalmente la normativa,  institucionalidad y proyección internacional de la inmigración a ese país. En conjunto e internamente constituye un tema de complejo de sumo interés nacional, pero desgraciadamente como sistema en su operatividad ha evolucionado hacia lo disfuncional,  obsolescente y violador de derechos humanos por más de dos décadas.
 
Acción Ejecutiva de Obama
Después de casi dos años de negociaciones, compromisos y consensos, el 27 de junio de  2013 el Senado norteamericano aprobó,  con apoyo bipartidista, el histórico proyecto de Reforma inmigratoria integral. Considerado por muchos el cambio más importante por los últimos 25 años en el sistema migratorio estadounidense.  Sin embargo,   lo aprobado en el Senado,  se estancó al llegar a la Cámara de Representantes, por la oposición de la mayoría republicana; y hasta hoy, sigue durmiendo en el sueño de los justos.
 
Ante tal situación, tras las elecciones intermedias de noviembre pasado, el Presidente Obama prometió buscarle solución al tema migratorio, utilizando órdenes ejecutivas como alternativa. Es un poder discrecional que le concede la Ley al Ejecutivo de Estados Unidos para hacer cambios de política pública y dar solución temporal a asuntos de interés nacional que el Congreso no soluciona.
 
El pasado 20 de noviembre Obama anunció públicamente un plan que le concede permiso temporal de trabajo por dos años en Estados Unidos a 5 de los 11 millones de migrantes indocumentados que se encuentran permanente en ese país desde hace 5 o más años. No importa la edad del aspirante. Para optar por la medida, los favorecidos no pueden haber cometido ningún delito y deben tener al menos un descendiente directo nacido en Estados Unidos,   o que ya posea el green card de residente permanente. Los interesados tienen hasta marzo 2015 para juntar las evidencias del caso y presentárselas a las correspondientes autoridades migratorias estadounidenses.
 
La medida produjo una gran  alegría  en los 5 millones de beneficiados que reúnen las condiciones requeridas. Pero también produjo tristeza en los más de 7 millones de indocumentados que no llenan los requisitos y esperaban una solución única para todos. Y como Obama esta decidido a actuar a través de órdenes ejecutivas, los Republicanos quieren llevar esas decisiones ante la Justicia norteamericana.  Las consideran “inconstitucionales”. Hasta acusan al Presidente de estar actuando  “como un emperador o un rey”, que abusa de su poder.
 
Las posiciones republicanas hacia la Reforma son varias y por distintas razones. Unos realmente en mayoría, muy relacionados e influenciados por el Movimiento del Tea Party, no quieren normalización alguna para los casi 12 millones de indocumentados. Otros, en minoría, apoyan la Reforma porque quieren captar para el Partido más votos de los latinos en las próximas elecciones, una comunidad de 25.2 millones de votantes, históricamente demócrata, que escasamente vota la mitad. Últimamente empezando a cambiar de partido. A otros republicanos, también en minoría, les interesa la mano barata para sus empresas, mejor si son migrantes indocumentados porque por estar sin papeles trabajan en silencio y sin hacer reclamos.
 
Los republicanos  que apoyan una Reforma Inmigratoria,  quieren una solución bipartidista y bicameral al desfasado sistema migratorio que tiene el país. Confían en el nuevo control mayoritario que poseen a partir de enero de 2015 en ambas Cámaras del Legislativo, a instalarse en Washington el próximo mes de enero. 
 
Como resultado del triunfo electoral del 4 noviembre pasado en ambas cámaras, hoy el Partido Republicano cuenta con una cómoda mayoría.  En el Senado con 56 del total de 100 escaños existentes. Mientras que en la Cámara Baja con el 57% de los votos, 250 en un total de 435. Los Demócratas apenas eligieron 185 legisladores –o el 43%– en la Cámara Baja.
 
Lo que la minoría republicana que apoya la Reforma quiere de Obama parece muy difícil de lograr en términos reales. Suena atractivo. Pero, como están ya decididos los bloques políticos en el Congreso  es muy improbable que a partir de enero 2015 que se abre un nuevo año político, los Republicanos –teniendo mayoría en ambas Cámaras–  le den a Obama la oportunidad de ser “el papito o artífice de la Reforma” en los dos años que le quedan en el poder. Más bien la mayoría republicana quiere que el actual Presidente pase a la historia como un “lastre” y no como la “cabeza” de la Reforma.
 
¿Fin de la era de Obama?
La aplastante victoria electoral republicana marcó un nuevo hito en la historia republicana de ese país. Ello no se veía desde que George Bush fue reelecto a la Presidencia de Estados Unidos en el año 2004. El amplio margen no lo disfrutaban los Republicanos en la Cámara Baja desde 1946,  en tiempos del Demócrata Presidente Harry Truman, hace casi 70 años. 
 
A  los resultados anteriores se suman a las derrotas demócratas en las elecciones legislativas de 2012, 2010 y 2008. Esto ha marcado a Obama como el presidente que durante los dos mandatos su partido ha perdido más asientos en el legislativo que en los tiempos de Dwight  D. Eisenhower, Presidente Republicano, que también estuvo por dos mandatos en la Casa Blanca (1953-1961). 
 
La victoria republicana tiene otro valor aún más significativo en términos políticos, si se acepta que para lograr la reforma migratoria es necesario contar con una activa y masiva participación ciudadana. La victoria republicana rompió la efectiva coalición de votantes que llevó a Obama al poder en el 2008, integrada por mujeres, jóvenes, negros e hispanos. Para desgracia del Partido Demócrata, esos cuatro bloques de votantes suman todavía un decisivo diferencial aún decisivo en cualquier elección estadounidense. Sin embargo, en la elección última de noviembre su asistencia a las elecciones fue solo del 36.3%, la peor en 72 años, cuando en los comicios de 1942 un poco menos del 33% de los votantes del país del Norte acudió a las urnas. 
 
El porcentaje de abstención en las elecciones intermedias pasadas significa algo aún peor para la ejemplar democracia norteamericana. Pues en ninguno  de los 50 Estados de la Gran Nación del Norte  el voto efectivo superó el deseado 60% de la población registrada. Hubo diversas razones para explicar tal abstención: el carácter negativo de la campaña,  los votantes quieren ver realidades económicas en sus bolsillos y no promesas infundadas sobre menos impuestos, aumento del salario mínimo, reducción de los índice de pobreza, mejoras en la educación,  salud y energía; combustibles más baratos, etc.
 
Del lado positivo, en las pasadas  elecciones de noviembre, por primera vez en la historia de ese país, fueron electas 100 mujeres al poder Legislativo, demostrando con ello que la agenda social sigue siendo clave en el electorado que ejerció su votó, tendencia que de seguirse manteniendo beneficiaría mayormente a Hillary Clinton, si gana las primarias del Partido Demócrata como candidata presidencial.
 
Hasta que Obama entregue el poder en enero del 2017, según la tradición  norteamericana se le identifica como un Presidente “lame duck”, que en buen hondureño significa “pato maniatado”. Esto se reconoce a pesar de su cargo, talento y carismas personales. Implica que en el tiempo que falta de su mandato el Presidente sólo podrá hacer lo que le permita la oposición y los miembros de su propio Partido; con el agravante, que como gobernante en el poder evidencia que sigue perdiendo popularidad y aceptación en la opinión pública norteamericana. Al respecto,  pronostican que Hillary Clinton, sin duda, será la candidata a la Presidencia por el Partido Demócrata en las próximas  elecciones presidenciales de noviembre, 2016. Y aunque ella califica de “histórico” el paso dado por Obama en la orden ejecutiva sobre migración, a medida que se acerque a la contienda presidencial Hillary se distanciará del Presidente Obama, sobre todo en lo hecho durante su segundo y último período. 
 
Por todo lo anterior,  cierta prensa norteamericana equiparó la barrida Republicana y sus efectos como  “el entierro, sin honores, a la era de Obama”.
 
Conclusión
La acción ejecutiva del Presidente Obama como táctica para presionar a los republicanos a unirse a la Reforma debe seguir pero nunca a riesgo de olvidarse del todo de  la estrategia que debe seguir el Ejecutivo para lograr la legislación bicameral, bipartidista e integral necesaria para resolver por un determinado período el tema inmigratorio.  Esto es aún más valido aceptando que ambas Cámaras del Legislativo norteamericano están controladas  por los republicanos, en su mayoría hoy opuestos  a la Reforma integral o la hecha pedazos.
 
En última instancia los republicanos tampoco pueden ignorar del todo  la Reforma Integral Inmigratoria. Políticamente necesitan el voto latino, negro y el de las mujeres y jóvenes –la antigua base de Obama en el 2008– para poder ganar las próximas elecciones presidenciales. Además, muchas de los negocios — familiares, pequeños y medianos, propiedad de republicanos empresarios– requieren de migrantes sin y con destrezas,  y también de técnicos y profesionales de esos cuatro grupos ya radicados legalmente en Estados Unidos.
 

La inmigración es también es necesaria para mantener en constante crecimiento la economía norteamericana. Las empresas norteamericanas sufren una perenne  demanda de mano de obra debido a la movilidad social que sucede periódicamente en su interior, causada por las mejoras tecnológicas y de productividad que adoptan para mantenerse al día en el mercado, en forma competitiva y en condiciones ventajosas. Esa necesidad estructural de la economía norteamericana convierte la inmigración en un flujo en demanda constante, de valor estratégico para el sistema,  tiene como función captar recursos humanos disponibles en el extranjero, y traerlos a Estados Unidos, para mitigar, aunque sea parcialmente, la sostenida demanda insatisfecha de mano de obra y de talento que tiene el sistema productivo norteamericano como país desarrollado, en sus distintas modalidades ––calificada y no calificada, nacional e importada,  permanente y temporal.

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