Por: Julio Raudales
¡¡Tenía que ser francesa!! Es inteligente, joven, hermosa y desde hace ya algunos años cautiva con su retórica encendida, sus experiencias afectivas y su encanto personal, los círculos académicos mundiales.
Se llama Esther Dufló; es titular indiscutida en la cátedra sobre pobreza y economía del desarrollo del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), la Universidad que lidera casi todos los rankings mundiales sobre innovación tecnológica y estudios sobre desarrollo social.
El martes recién pasado le fue anunciado que, con toda justicia, le será otorgado el Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en momoria de Alfred Nobel. Es la segunda mujer en obtenerlo y además la mas joven en la historia del Nobel. El honor lo comparte con su esposo Abhijit Bannerje y el economista norteamericano Michael Kremmer.
Unos años antes había sido galardonada con el premio Princesa de Asturias en Ciencias Sociales, la presea mas prestigiosa dada a un científico después del Nobel y que han ganado notables personalidades como Paul Krugman, Giovanni Sartori, Jürgen Habermas y otros.
Hace unos años tuve el placer de escuchar una de sus conferencias en la Kennedy School of Goverment de la Universidad de Harvard, sobra decir que quedé muy impresionado por la lucidez con que expone sus ideas, pero sobre todo por los excelentes resultados que obtiene en lo que ella llama sus “experimentos sociales”.
Me sedujo el hecho de que ella se considera a sí misma una “revolucionaria”, (A eso me refería cuando hice referencia a su nacionalidad), ya que está convencida de que la pobreza y la exclusión social son lastres que no tienen ninguna razón de seguir existiendo en el mundo y de que basta un poco de voluntad y honestidad de los políticos, así como más astucia por parte de la academia, para convencerlos de usar de manera adecuada los medios que la tecnología y el conocimiento actual ofrecen para combatirlas de manera efectiva.
En síntesis: no es con armas o con guerra de guerrillas, ni con gobiernos autoritarios o populistas que pretenden arreglar por decreto los problemas sociales, tampoco con constituyentes, que se hace una revolución, sino con inteligencia, con mentes abiertas y sobre todo con honestidad.
En su libro “Economía de la Pobreza” (2011), aborda la temática de manera innovadora: Comienza diciendo que la economía puede ser una ciencia experimental, contraviniendo así al pensamiento tradicional; es decir, que podemos concentrar nuestro estudio en poblaciones o individuos, como hacen los químico-farmacéuticos con los medicamentos, de manera que logremos saber cuál es el impacto de las políticas para combatir la pobreza y de esta forma tomar decisiones acertadas a un costo social bajo. Eso era algo que no se enseñaba en la universidad cuando yo estudié, pero que sin duda constituye un cambio radical en la manera de abordar los problemas sociales.
Su trabajo ha sido fundamental para que en los últimos 15 años muchos países africanos y del sudoeste asiático, estén mostrando éxito en el combate a la pobreza. ¿Cómo es que Kenia, Mozambique, Ghana, Bangladesh y otras naciones que en el año 2000 mostraban niveles de pobreza aberrantes, han revertido esa situación dejando a Centroamérica muy atrás?
La respuesta es simple y Dufló la expone con elegancia y convicción: “Hay otra forma de abordar el tema… quizás si acudimos directamente a los pobres y logramos entender sus motivaciones, será más fácil obtener de ellos soluciones efectivas”. Eso fue lo que los tomadores de decisiones en algunos países de África entendieron y de ahí su éxito. Esa es también la razón que explica nuestros continuos fracasos.
En Honduras llevamos 20 años en lo mismo. Primero fue el Plan Maestro de Reconstrucción y Transformación Nacional que buscaba resarcir los daños causados por el Mitch, después fue la Estrategia para la Reducción de la Pobreza que buscaba dar sentido al dinero de la famosa “condonación” de la deuda; por último un Plan de Nación. ¿Cuánto dinero y recursos se gastaron en los intentos? ¡Cáigase usted!: más de 600 mil millones de lempiras, miles de reuniones, talleres y mucha tinta. Resultado: Mas pobreza, mas exclusión y desigualdad. ¿Qué falló?
Políticos narcisistas y deshonestos, más concentrados en sus “negocios” y en el prurito de conservar su poder, académicos soberbios y poco dispuestos a “comprometerse con la realidad”; técnicos acomodaticios y poco sensibles… Es la hora de despertar por Honduras, de entender el verdadero significado de nuestro llamado, ¡En fin! Es la hora de ser revolucionarios como Esther Dufló.