Un habitante de la Osa

Por: Julio Raudales
Este viernes 17 de abril, Juan Ramón Molina, nuestro prócer cultural e intelectual habría cumplido ciento cuarenta años de existencia.

Ni el Gobierno, ni los medios de comunicación, ni quienes por la índole de su ocupación deberían difundir tan importante fecha lo hacen, a duras penas nos acordamos del día de las Américas porque es feriado nacional y mucho menos reparamos en que el 23 de abril es el día del idioma español en memoria del Manco de Lepanto. Es muy duro, pero si estamos intentando rescatar nuestra imagen de país con miras a posicionarnos frente al mundo, da pena que elementos como este queden en el olvido.
Fue mi profesora Gloria de Chavarría (QEPD), quien en cuarto grado me reveló por primera vez la existencia de la poesía y los poetas. Fue ella misma la que recitó para nosotros en aquel lejano 1975 la inefable Pesca de Sirenas, que escuché atónito y fascinado, sin entender del todo el sentido metonímico de las palabras, pero ya seducido por la cadencia alejandrina del mandatorio soneto. Luego, algunos años adelante, cuando la juventud corría como viento desmesurado y las brasas del amor abrazaban mi espíritu como yo a mi guitarra, empecé a leer con frenesí aquellos versos que luego se convertirían en una pasión para nuestras almas sedientas del logos.
Por supuesto no estaba solo, venían a nuestra casa Martín Robelo, Marquitos Carías, Rodolfo Velásquez, Carolina Flores, Julito Alvarado y otros atribulados y atribuladas a quienes Molina dictaba cátedra de pasión, de tristeza, hasta de lujuria y nos mostraba el augurio de los días que esperaban por nosotros para transformar el mundo, ya que él había transformado el nuestro.
Pero sobre todo, Juan Ramón nos indicó el camino más franco hacia la belleza, esa que ahora marca ausente en el libro de la historia del país y que muchos y muchas deseamos rescatar para sobrevivir y ayudar a sobrevivir a otros. Al menos él, desde su mundo onírico percibió un país maravilloso, bañado por el majestuoso Rio Grande, mecido por el viento que sopla desde el fondo azul de sus montañas; al menos el vio una sociedad en la ebullición de su gestación, en el sueño del Padre Reyes y en las imperiosas mandas del Rey Lear. Ese fue el Molina que conocí y con el que crecí, el que llevé inmerso en la mente durante mis años de estudio en el extranjero, el que me sirvió de espada para demostrar que Honduras es más que pobreza y honduras. A el le debo buena parte de mi torpe aliño.
Y me atrevo a escribir esta semblanza, porque el viejo de la calavera del loco me pone un laurel inmerecido a mitad de siglo. Hace solo unas horas, don Mario Hernán Ramirez me llamó para invitarme a integrar el conspicuo grupo de Molinianos llamado “Los Locos del Guanacaste” Por supuesto que acepté gustoso de unirme al selecto grupo que han hollado mentes conspicuas como Eliseo Perez Cadalzo, Magda Argentina Erazo Galo y tantos otros veneradores de quien nos lleva de la mano hacia su torre de oro, allá junto a la  cruz del sur. Allí, junto a mi amigo el poeta Rolando Kattan, quien ahora presidirá el selecto club, seguiré intentando dar vida a la memoria de este nuestro ilustre poeta modernista, gemelo de Darío aunque les duela a muchos. Allí seremos junto a él, los nuevos habitantes de la Osa, los guardias de su magia y su color. Salve Juan Ramón, ¡Que cumplas mil años más!
spot_img

Lo + Nuevo

spot_img
spot_img
spot_imgspot_img