Tormenta en el horizonte

Por: Luis Cosenza Jiménez

La campaña electoral en Estados Unidos normalmente es algo que no debe preocuparnos. 

La política de ese país hacia nuestra región, y nuestro país, suele ser la misma independientemente de quien gane, y puede resumirse como una política basada en el descuido y el olvido, hasta que ocurre algo que amenaza, a su criterio, su seguridad o sus intereses estratégicos.  Basta recordar la frase de Madeleine Albright, entonces Secretaria de Relaciones Exteriores de la Administración Clinton, cuando al ser consultada sobre una declaración de Fidel Castro simplemente caracterizó a este como “una obsolescencia irrelevante”.  No obstante lo anterior, la actual campaña electoral si debería  inquietarnos.  Permítanme explicar por qué.

Por el lado Republicano, quienes lideran el proceso, Trump y Cruz, han tomado posiciones inflexibles, duras y negativas en lo concerniente a los migrantes que residen en Estados Unidos y que no han podido legalizar su situación.  Ambos descartan la adopción de un proceso basado en una “amnistía” para que quienes viven allá, sin documentos, puedan legalizar su situación.  Trump incluso plantea la deportación masiva e inmediata de los once millones de migrantes indocumentados.  Independientemente de que esto ocurra o no, la realidad es que en el proceso electoral se ha satanizado a los migrantes y se ha envenenado toda la discusión del tema.  Pase lo que pase, y gane quien gane, parece muy improbable que la próxima Administración pueda promover legislación que permita la paulatina y progresiva legalización del status de los migrantes.  Por el contrario, aún y cuando no deporten a todos los migrantes, como mínimo debemos esperar la adopción de medidas para mejorar el control fronterizo y para deportar, al menos, a los recién llegados.  Basta con recordar que recientemente las agencias noticiosas nos decían que ya el sistema judicial había tomado todas las medidas para iniciar de inmediato la deportación de más de diez mil menores que un par de años atrás migraron, solos, a Estados Unidos.  También cabe mencionar que ahora las deportaciones masivas se hacen desde México, debido, sin duda, a la presión que Estados Unidos ha ejercido sobre ese país.  La economía mexicana depende en gran medida de las exportaciones a Estados Unidos por lo que podemos estar seguros que continuarán colaborando con su vecino del Norte.  Es más, dado el ambiente anti-migratorio que se ha sembrado en Estados Unidos, es de esperar que presionen más a México para que mejore su eficacia en la deportación de Centroamericanos.

Por otro lado, ya un congresista estadounidense ha propuesto en el Congreso legislación para gravar las remesas enviadas a nuestros países.  Lo que se recaude se usaría, según el mocionante, para mejorar el control fronterizo.  En resumen, si lo que temo se materializa, no habrá crecimiento en las remesas, en el mejor de los casos, o decrecerán, en el peor de los casos.

No obstante lo anterior, este no es el escenario más preocupante.  Si Trump llegara a ganar y recurre a deportaciones masivas de indocumentados, entonces las remesas que envían nuestros compatriotas caerían estrepitosamente, lo cual llevaría rápidamente a una severa devaluación, seguida de una fuerte inflación.  En realidad sería una situación harto difícil para nuestro país.  Todo esto empeoraría gravemente si Trump insistiera en violentar los tratados de libre comercio en su afán por obligar a México a pagar por la construcción de un muro en la frontera entre ambos países, o si pretendiera castigar a China por lo que él califica como una manipulación de la tasa de cambio.  La destrucción del sistema de libre comercio que con tanto esfuerzo se ha creado provocaría un caos global y seguramente una recesión económica tan profunda que resulta inimaginable.

Por supuesto que el estimado lector podría decir que todo sería diferente si ganaran los Demócratas, pero me parece que eso no es necesariamente así.  En primer lugar, me parece que el ánimo del votante, en particular sobre el tema migratorio y sobre el libre comercio, afectará a ambos partidos.  Recuerde también, estimada lectora, que los Demócratas siempre se han opuesto al libre comercio, ya que según algunos de ellos, les hemos “robado” sus empleos.  Seguramente crecerá la presión sobre las empresas que fabrican en el exterior, para luego vender en Estados Unidos, al grado que algunas preferirán cerrar sus fábricas en el exterior y reinstalarse en Estados Unidos.  Esto provocará más desempleo en nuestros países.

Tenemos un panorama poco halagador frente a nosotros y es poco lo que podemos hacer.  Solo queda esperar que la ecuanimidad y el sentido común del ciudadano estadounidense se impongan al final y que este entienda el altísimo costo que conllevan, para todos, las políticas populistas y xenofóbicas que proponen algunos políticos irresponsables.  Que comprenda el  votante que las políticas que le proponen  llevarán al colapso del sistema que ha permitido que él, y sus compatriotas, gocen de un alto nivel de vida y comodidad.  En efecto, lo que se avizora es una fuerte tormenta de la cual todos saldremos muy mal librados.  Dios quiera que los votantes estadounidenses tengan la inteligencia y el valor para evitarla.

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