La evolución es una idea poderosa, quizás la más inteligente que se le ha ocurrido al ser humano para explicar la naturaleza del universo. En efecto, si no evolucionamos, no podremos dar a nuestro país la vitalidad y dinamismo que la economía requiere.
Pero hay que analizar con cuidado lo que queremos decir cuando hablamos de evolución y economía.
Un sistema económico es complejo, difícil de entender. No todos los economistas estamos capacitados para atender adecuadamente una plataforma política que permita que la economía se desenvuelva con fluidez y, por tanto, genere resultados aceptables. Muchas veces, la escuela nos deforma y entorpece con el veneno ideológico, impidiendo que aprendamos bien.
Es importante, por tanto, entender lo que es un sistema y apreciar la economía en su visión sistémica. Un azadón o una palanca son sistemas simples –tienen pocas partes-, un avión, en cambio es un sistema complejo, con muchos elementos. La economía es, repito, un sistema complejo.
En los sistemas simples, “el todo nunca es mayor que la suma de sus partes”. Aquí radica la diferencia fundamental. En los sistemas complejos, los elementos interactúan de tal modo que generan lo que se denomina “PROPIEDADES EMERGENTES”. En sistemas así, “el todo siempre es mayor que la suma de sus partes”. Entender esto lo cambia todo.
Nuestro cerebro, por ejemplo, es un sistema complejo. La conciencia es una propiedad emergente de ese sistema, por eso no la encontramos en alguna neurona u órgano en particular. Las propiedades emergentes de un sistema complejo no tienen que ver con los elementos del sistema, sino con su relación, o sea, con su modo particular de interactuar en conjunto.
La clave con este tipo de sistemas pasa por salvaguardar la interacción que existe entre cada una de sus partes, a modo de proteger sus propiedades emergentes. Si dañamos el cerebro, la conciencia desaparece, así también, si el Gobierno no actúa adecuadamente e irrespeta la naturaleza compleja del sistema económico y no es coherente con ella, entonces las propiedades emergentes del sistema económico se pierden.
¿Cómo debe comportarse entonces un Gobierno frente a un sistema complejo como la economía para que sus propiedades emergentes –competitividad y empleo– no se pierdan?
Un problema grave que han exhibido los políticos en Honduras, es que no terminan de entender la naturaleza compleja del sistema económico, y por lo mismo, destruyen sus propiedades emergentes, desquiciándolo y sacándolo de su óptimo. Es como poner agua en vez de gasolina en el motor de un vehículo.
Un estado que incursiona demasiado e inadecuadamente en el sistema económico, conduce a la concentración. Esto sucede, porque generalmente los políticos olvidan que la riqueza se crea y, de ese modo convierten a la economía en un juego de suma cero.
Si el gobierno crece mucho, genera déficits que luego intentará solventar a través de endeudamiento, impuestos y tarifas públicas, esto ahoga al sector productivo y le hace perder rentabilidad y competitividad-. Cuando la mayoría de los recursos se dedican a un solo agente –en este caso el gobierno-, el sistema pierde dinamismo y vitalidad, comienza a moverse más lento (desempleo, desinversión, caída de las exportaciones) afectando dramáticamente su capacidad de adaptación al entorno.
Cuando la política fomenta la diversidad de agentes y la descentralización de la estructura, esto revierte la concentración y el exceso de intrusión estatal en el sistema, con lo cual éste recupera su complejidad y puede adaptarse a los cambios del entorno, así se fortalece, normaliza sus conexiones) y por ende evoluciona.
Si el Mercado es un termómetro, el Estado es un termostato. Un termostato se ajusta en función de la temperatura que marca el termómetro (regla fiscal y tarifas competitivas). Del mismo modo, el Estado no es una brújula –con un solo rumbo ideológico- sino un GPS que va trazando las mejores trayectorias en función de los objetivos que le va indicando la sociedad y el mercado (políticas sociales e inserción internacional).
Los hondureños necesitamos un Estado inteligente que se organice de forma óptima para actuar en un mundo complejo. No un Estado torpe y unidireccional que actúa sin medir las consecuencias socio-económicas de sus actos porque no termina de entender la complejidad del mundo en que vive.
Ojalá y los políticos que ahora corren tras el poder, entiendan la complejidad de un sistema económico que puja por evolucionar. Los ciudadanos los elegimos, no para llevarnos donde ellos “creen” que estaremos bien, sino para hagan más fácil el funcionamiento de ese sistema complejo llamado economía. ¡El que tenga oídos, oiga!