Rutilia Calderón… ¡gracias, vuela alto!

Thelma Mejía

Tegucigalpa. – Su partida fue rápida e inesperada, pero no así su paso por este país al que tanto amó y por el cual soñó cosas mejores. Brillante, sencilla y trabajadora incansable, la doctora Rutilia Calderón, ex secretaria de Educación y ex vicerrectora académica de la UNAH, ha partido a lo ignoto y su legado a favor de una educación y una salud pública de calidad han sido invaluables, sus escritos e investigaciones son una guía para las políticas públicas de las que adolece este país, y su compromiso con Honduras, sencillamente excepcional.

La conocí cuando estaba en la Comisión de Transición de la UNAH (CT-UNAH) que sentó las bases de la reforma universitaria y de la nueva institucionalidad que hoy rige nuestra máxima casa de estudios. La doctora Calderón tenía la secretaría técnica de la CT-UNAH, acompañada de destacados comisionados comprometidos con rescatar la UNAH, dirigidos por el extinto doctor Jorge Haddad Quiñónez, uno de sus mentores más queridos y con quien impulsó diversas investigaciones científicas en el área de la salud.

Los entonces comisionados de la CT-UNAH (el extinto doctor Jorge Haddad, el doctor Antonio Núñez, la extinta abogada Alba Alonso de Quesada, la doctora Norma Martín, el abogado Juan Arnaldo Hernández Espinoza, el doctor Armando Euceda y el exrector universitario, Omar Casco), tuvieron en la doctora Calderón a la compañera que les recordaba  los compromisos, la que trabajaba al par de ellos en sus proyectos de la reforma, la que tendía puentes dentro y fuera de la universidad cuando los vientos de contrarreforma arreciaban.

Le tocó a la doctora, junto al doctor Haddad, recibir insultos, gritos y hasta acusaciones infundadas de quienes se oponían a lo interno de la máxima casa de estudios de los avances de la reforma, pero ella no cejaba, siempre construyendo, proponiendo, revisando políticas y dando luces para impulsar la reforma universitaria cuando las voces agoreras abogaban por un cierre de la máxima casa de estudios. Eso no sucedió, y las bases de la reforma universitaria fueron instaladas por la CT-UNAH. Las nuevas autoridades siguieron las líneas trazadas y dieron su impulso a un proceso que ha costado tanto a la sociedad hondureña. Y esas autoridades contaron con el apoyo decidido de la doctora Calderón.

Me tocó acompañar a la CT-UNAH, junto al periodista y catedrático universitario, ahora jubilado, Juan Ramón Durán, en la estrategia de comunicación, nada fácil cuando todo estaba en contra, pero el trabajo en equipo y la claridad de sus autoridades fue clave para salir adelante. El apoyo de la doctora fue estratégico y aprendimos a hacer camino y soñar con una mejor UNAH. La doctora Calderón nunca fue la típica burócrata de ocho horas diarias, todo lo contrario, era de las personas que daban la milla extra y más si fuera posible. Era, además, una mujer de ciencia, pero también de fe, una fe tan profunda que me comentó Susy—su eterna amiga y asistente—que murió en paz, con esa fuerza interna espiritual que terminó confortando a sus seres queridos.

En el edificio Alma Máter de la UNAH, un elegante y sencillo auditorio fue el escenario para un sentido homenaje otorgado por las autoridades universitarias, encabezadas por el rector interino, Francisco Herrera, quien se entrecortó al referirse a quien consideraba una amiga, una consejera y una extraordinaria compañera de trabajo. La doctora Calderón se había jubilado de la UNAH y su hermano recordaba en el homenaje, que ella siempre estaba generando conocimiento, proponiendo, pensando y atenta a los llamados que se le hacían a favor de la educación.

Le tocó a la doctora Calderón dirigir momentos difíciles, pues en la CT-UNAH no había época en que la universidad nacional no estuviera en crisis—así como el país—y cuando le tocó estar al frente de la Secretaría de Educación, como titular de esa dependencia, las crisis también afloraban, pero ella nunca se achicopaló, siempre optimista, siempre ofreciendo una sonrisa franca, fresca y dispuesta a escuchar y dialogar. Era una mujer de propuestas, una mujer que construía, una persona de principios y alguien extraordinariamente solidario.

La última vez que le vi estaba con el exrector de la universidad pedagógica “Francisco Morazán”, el doctor Ramón Salgado. Yo me encontraba con dos buenas amigas, Julieta Castellanos y Leticia Salomón. Cruzamos palabras todos e inquietudes del país y de la educación. Se veía muy bien la doctora, por eso su partida me impactó sobremanera.

Como impactó también a mis excompañeros de la CT-UNAH con quienes me encontré en el homenaje, no había palabras, fue todo muy rápido. La exrectora, Julieta Castellanos, lamentó su partida cuando tenía tanto por dar aun al país. La definió como una “universitaria íntegra, comprometida, leal; una ciudadana extraordinaria” Así era la doctora Calderón, quien murió dos meses después de haberle sido diagnosticada su enfermedad, y según uno de sus hijos, nunca se quejó, siempre de buen ánimo; ella se fue en paz, acotó. La academia ha iniciado los reconocimientos y en los medios y redes sociales personas conocidas y otras no tanto, han expresado no solo el pesar por su partida, también relatos de vivencias desconocidas y de esa labor altruista que en forma silenciosa ella hacía a favor de la educación.

Una de sus mejores amigas, la doctora Odesa Henríquez, con quien libraron batallas gremiales al frente del Colegio Médico de Honduras, contó que la doctora Calderón era una coleccionista de nacimientos, de todo tipo, regiones y diversas partes del mundo; que su casa era un referente de identidad nacional, muy hondureña, muy propia de nuestra cultura.

En el homenaje de la UNAH, el auditorio se impregnó de ese espíritu universitario que tenía la doctora Rutilia Calderón, así lo sentí, y seguro así fue porque durante muchas décadas, ahí floreció su segunda casa y la extensión de su familia. Los nacimientos navideños que coleccionaba representaban para ella, la bienvenida a la vida, a la fe y a la esperanza, por eso su muerte debemos verla como eso: el nacimiento a una nueva vida a la que ha entrado nuestra admirable y querida doctora Rutilia Calderón. Que viva la vida, como solía decir siempre; que vuele alto por siempre. ¡Gracias, por todo, y por tanto!

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