La economía de los tiempos actuales se basa en la interdependencia y el comercio internacional. La autarquía, que en algunos momentos fue practicada por algunos regímenes marxistas, ha sido totalmente descartada. Siendo esto así, quienes venden sus productos requieren que se les pague en una moneda convertible a fin de poder ellos a su vez comprar en los mercados internacionales.
Esas monedas convertibles son pocas, e incluyen el dólar, el euro, y el yen. Últimamente el yuan chino ha comenzado a ser utilizado. Para poder participar en el comercio internacional, los países deben contar con recursos en esas monedas. Cuando se carece de ellas, no hay más alternativa que restringir las compras en el exterior, con las consecuencias negativas para el crecimiento económico y el desarrollo del país. De allí la importancia de las reservas, que no son más que los ahorros que un país ha logrado acumular en una moneda extranjera convertible.
Las reservas provienen de las exportaciones de los países, así como del financiamiento en divisas que el país recibe, y de los envíos en moneda extranjera que los ciudadanos del país que trabajan en el extranjero envían a sus familiares que residen en el país de origen del trabajador. Esos fondos, conocidos como remesas, son el producto del trabajo en el extranjero, y llegan a alcanzar niveles muy altos. Para algunos políticos las remesas representan una fuente de recursos para sus proyectos, típicamente absurdos y disparatados, y osan proponer que se les aplique un impuesto para invertirlo en “empresas estatales productivas”. Pero ¿tendrá esto sentido? Analicemos la situación y lleguemos a nuestras propias conclusiones.
En nuestro caso, nuestros migrantes, particularmente aquellos que residen en Estados Unidos y España envían un poco más de ocho mil millones de dólares anuales a sus familias en Honduras. Cada día del año envían alrededor de veinte millones de dólares. El café es nuestra segunda fuente generadora de reservas y es muy importante por la generación de empleo que produce. No obstante, tan solo se requiere de dos meses de remesas para generar las reservas que el café genera en un año. El monto de remesas es tan significativo que aplicándole un impuesto del diez por ciento el Estado tendría ingresos adicionales del orden de ochocientos millones de dólares al año. Eso es parecido al monto que recibimos en financiamiento de los Organismos Financieros Internacionales y a lo que hemos colocado en bonos soberanos en el mercado financiero internacional. Las remesas han demostrado su resiliencia al mantenerse constantes a pesar de los ciclos de las economías de Estados Unidos y de España. Eso implica que nuestro país podría contar con esos impuestos año tras año.
No obstante, es necesario recordar que los migrantes envían a sus parientes alrededor de trescientos dólares mensuales, o sea que se trata de montos relativamente modestos que envía un considerable número de migrantes. Supongamos que un millón y medio de migrantes envía, en promedio cuatrocientos cincuenta dólares mensualmente, eso produciría un total de alrededor de setecientos millones de dólares mensuales, y alrededor de ocho mil quinientos millones anuales. Con base en esas premisas, cada familia receptora de remesas recibiría alrededor de once mil lempiras mensualmente, es decir, aproximadamente un salario mínimo. ¿Vamos entonces a gravar con el impuesto sobre la renta a todo aquel que gane por lo menos once mil lempiras mensuales? Casi todos los docentes ganan más que esa cifra. ¿Gravaremos sus ingresos entonces? ¿Haremos lo mismo con quienes ganan los premios de la lotería? Si discriminamos en contra de quienes reciben remesas estaremos violentando la Constitución que prohíbe el trato discriminatorio e invitaríamos a que se presente un recurso de inconstitucionalidad.
Las remesas son ubicuas doquiera que veamos en nuestro mundo y solo en países despóticos y dictatoriales, como Cuba, se les grava con impuestos. En cuanto al uso propuesto para los recursos que se generarían mediante el impuesto a las remesas, es decir, la creación de empresas estatales productivas solo basta ver a Hondutel, ENEE, y BANADESA para imaginarnos lo que sucedería de proceder como algunos proponen. Estaríamos frente a más agujeros negros, a elefantes blancos que solo servirían para contratar a activistas del partido en el gobierno. Es decir, estaríamos desperdiciando el fruto del trabajo de nuestros compatriotas migrantes.
Hay quienes proponen que se obligue a que las remesas se utilicen, al menos parcialmente, para invertir y generar empleo. Sin embargo, se trata de recursos propiedad de privados y ellos tienen el derecho de usar esos recursos en lo que estimen conveniente y prudente. Cabe preguntar, ¿cómo reaccionarían los promotores de estas ideas si a ellos se les obliga a utilizar sus ingresos personales conforme lo que dicte un grupo de “expertos”?
Recordemos que las remesas, convertidas en reservas, nos permiten importar lo que necesitamos para nuestro desarrollo. Si al dictar medidas absurdas reducimos el flujo de remesas llegaremos al punto en el cual resultarán insuficientes para financiar nuestras importaciones, como sucedió en un gobierno del Partido Liberal, y forzaremos una acelerada devaluación de nuestra moneda, como sucedió en aquella ocasión. Al final, este tipo de medidas solo sirve para generar problemas y dificultades. En lugar de atentar en contra de quienes han abandonado el país arriesgando su vida en búsqueda de un mejor futuro y en el proceso mediante sus remesas nos favorecen a todos, por lo menos busquemos como facilitarles la vida atendiéndoles bien en nuestros Consulados. Es lo menos que podemos hacer.