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Renovación o decadencia

Por: Víctor Meza

Tegucigalpa.- La renovación constante, el cambio, la evolución, son fenómenos permanentes tanto en la naturaleza como en la sociedad.

Todo cambia, todo se transforma, nada es pétreo ni permanece inalterable. El reposo mismo no es otra cosa que una de las tantas formas que adopta el movimiento. Es ley de la vida.

Y, por lo mismo, entidades tales como los partidos políticos también están sujetas al movimiento de mutación y a la transformación. Los que se niegan a la renovación  y se resisten al cambio, están irremediablemente condenados a la decadencia y el deterioro. Se estancan, se quedan atrapados en el pasado y, finalmente, colapsan o desaparecen. O sea, cambian al revés, en lugar de hacerlo para avanzar, lo provocan para retroceder, pero siempre cambian. No tienen alternativa, aunque no siempre lo saben.

Se me ocurren estas reflexiones al enterarme que actualmente se está librando una lucha sorda y casi reprimida al interior del Partido Nacional, en torno a la necesidad evidente de una renovación generacional en sus filas. Los líderes emergentes, formados en el instituto de capacitación política, el mismo que en sus buenos momentos fue dirigido por el hoy presidente de la República, cuando se desempeñaba como funcionario a tiempo completo en la dirección del partido, en los años posteriores a la derrota sufrida por el candidato Porfirio Lobo frente a Manuel Zelaya en las elecciones del año 2005. Fue entonces, a partir de las lecciones aprendidas, que comenzó un silencioso pero efectivo proceso de formación de un nuevo liderazgo al interior del hoy partido gobernante. Se imponía, desde entonces, un cambio más de biología que de ideología.

La preparación y surgimiento de los nuevos dirigentes no han sido procesos fáciles y tranquilos. Como suele suceder, son procesos que encuentran a su paso la inevitable resistencia y hasta el rechazo beligerante de aquellos que se niegan a abandonar totalmente el escenario, la llamada “vieja guardia” acostumbrada a participar en forma protagónica en cada reparto del botín estatal cada vez que su partido gana o se impone en las elecciones generales.

De acuerdo a los rumores que ya circulan, el gobernante y los suyos, sus seguidores y pupilos, presionan para desplazar hacia el desván a viejos – y también algunos jóvenes –  dirigentes del PN, que, por distintas razones – desprestigio  personal, líos presentes o futuros con la justicia, desgaste político, conservadurismo desfasado, etc. – se han vuelto aliados incómodos en los nuevos planes continuistas del actual gobernante. Ya no le sirven lo suficiente como para pagar el precio de mantenerlos a su lado. Se han vuelto peso muerto, anclas tan oxidadas como inservibles.

De esta manera tan singular y casi grotesca, el PN, para no volverse obsoleto y desgastado, afronta su propio proceso de renovación sui generis. Después de todo, ¿para qué sirve un PN flácido y sin consistencia?

Pero, como ya se sabe, la “renovación conservadora” tiene un precio. Los que ahora lucen apestados, como leprosos políticamente indeseables, no se rinden ni se rendirán fácilmente. Todavía tienen influencia relativa en las filas partidarias, y algunos de ellos no esconden sus intenciones de reelegirse o continuar en los cargos y posiciones que hoy todavía disfrutan. Por lo tanto, darán la batalla para conservar sus privilegios y defender las posiciones conquistadas.

Cabe preguntarse entonces: ¿será esta lucha interna tan desgastante y agotadora que debilitará las filas del partido de gobierno y complicará las maniobras continuistas y  la vía ilegal de una reelección forzada?

Posiblemente no, a lo mejor su alcance e impacto no llegarán hasta un punto de no retorno, en que el partido salga seriamente golpeado, débil e incapaz  para sacar adelante el proyecto continuista del gobernante. La concentración del poder en manos del Ejecutivo, la subordinación institucional hacia el Presidente y el irresistible aroma del dinero, serán factores clave para impulsar la maniobra y cubrir con creces el déficit o vacío que vayan dejando los viejos y jóvenes que caerán, cual soldados vencidos, en esta extraña e inesperada batalla por la renovación partidaria.

A menos, claro está, que intervengan y se crucen en el camino otros poderes fácticos, internos y externos, que inclinen la balanza hacia el lado contrario y alteren sustancialmente los planes de la vieja y nueva guardia del partido de gobierno. Hay razones para creer que muy pronto lo sabremos.

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