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¿Qué le cuentas a Spotify con la música que escuchas?

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La relación del ser humano con la música es tan íntima y definitoria de su personalidad que el repertorio de cada persona es capaz de hablarle a Spotify no sólo de su edad o lugar de residencia, también de sus preferencias políticas e incluso acerca de si es sociable o introspectiva, aventurera o prudente.

El servicio de “streaming” analiza la actividad de sus usuarios -qué música escuchan, cuándo, qué patrones de reproducción siguen, cómo son las listas que crean- para conocer sus gustos musicales actuales y, a partir de esa información, empezar a recomendarles nueva música.

Como el gusto musical es tan personal, —¡oh, sorpresa!— en el análisis de esa actividad Spotify ha empezado a descubrir que el consumo de canciones da muchas pistas acerca de la naturaleza humana.

“De todas las cosas que podemos medir con la tecnología, la música es sin duda la más representativa de nuestra personalidad. (…) La música que escuchas y cómo la escuchas es un reflejo de tu identidad”, explica a Efe el responsable científico de datos de Spotify, Brian Whitman.

Expertos en inteligencia artificial, científicos, músicos y profesionales de ámbitos como la sociología y la psicología trabajan en la tecnológica para comprender mejor qué significa la música para cada usuario y así desarrollar un producto personalizado.

“Somos capaces de descubrir, con un alto grado de fiabilidad, cosas sobre ti en función de la música que escuchas: por supuesto tu edad y dónde vives, pero también matices de tu carácter. (…) Tiendes a proyectar quién eres en los artistas que oyes”, asegura Whitman.

Por ejemplo, se puede concluir si un usuario es sociable o introspectivo, si es aventurero y le gusta descubrir cosas nuevas. También, el tipo de personas con las que congeniaría o  sus preferencias políticas: ¿de izquierdas o de derechas?

El camino de la suposición al conocimiento

La vinculación con la música es tan profunda y su disfrute tan subjetivo que los usuarios de un servicio como Spotify llegan a enfadarse si una recomendación musical no les gusta o es de un artista que les avergüenza. Los responsables del producto reconocen que están a años luz de tener un conocimiento pulido de lo que cada individuo siente y desea escuchar en cada momento sin necesidad de que lo manifieste.

“La música sirve para expresar parcialmente quiénes somos, pero nunca vamos a ser capaces de entender la complejidad de una persona a partir de la visión limitada que nos formamos a través de su actividad musical. Intentamos hacer suposiciones, pero eso no significa que sean certeras”, advierte el responsable de producto de Spotify, Ajay Kalia.

Uno de los hallazgos de la plataforma es que no hay dos usuarios, de los cien millones que se conectan a Spotify, que compartan idénticos gustos musicales. Tampoco las mismas opiniones acerca de qué canción es alegre, triste o relajante.

Unicidad musical

“Tu concepción de la mejor música rock probablemente difiera de la mía. Lo que estamos tratando es de llegar identificarla a partir de las cosas que has oído anteriormente y otros datos que tenemos sobre ti”, apunta Kalia.

Spotify analiza matemáticamente sus canciones (tempo, ritmo, etcétera), bucea en web y redes sociales para estudiar qué se escribe sobre música, hace reuniones con usuarios para preguntarles por qué escuchan música. Todo ello para categorizar adecuadamente su catálogo de 30 millones de canciones. La próxima frontera, según su responsable científico, es que el servicio “entienda a las personas tanto como entiende la música”.

Identificar qué le gusta a un usuario es sencillo, cuenta Kalia, porque éste escucha la canción, la incluye en listas o visita el perfil del cantante.

Hacer lo propio con lo que no es otra historia. Ni siquiera un salto de pista es indicativo de que disguste: el oyente puede estar un poco cansado de ella o, sencillamente, no está de humor para oírla.

“La gente no nos dice directamente cómo se siente. Puede estar escuchando una canción triste, pero eso no significa que lo esté. Además, la definición de tristeza y alegría puede variar en función de las distintas culturas y contextos”, resalta el jefe científico del servicio.

Identidad y actividad musical no son lo mismo

Para añadir complejidad al cuadro, los clientes no siempre son honestos con sus gustos musicales: identidad y actividad musical no siempre están alineadas. Es decir, en ocasiones se comparte en redes sociales un tipo de música que en realidad no se está escuchando. Quizá su amiga, en lugar de deleitarse con Bach, esté tarareando el último sencillo de Justin Bieber.

“Hemos visto que hay canciones que la gente escucha, pero nunca las comparte porque no quiere que las asocien con ella. Y también lo contrario: composiciones que muy pocos reproducen pero muchos publican en las redes. Es fascinante, queremos entender qué subyace a este comportamiento y lograr que el algoritmo sea capaz de comprender si realmente esa música gusta de veras a un usuario”, dice Kalia.

La conexión emocional con la música es evidente y en la compañía escandinava lo saben, pero si aún resulta una utopía determinar si una canción es triste o alegre, mucho más lo es adivinar el estado de ánimo de un usuario y qué tipo de música desea: una que le ayude a cambiarlo u otra que contribuya a mantenerlo.

“El estado de ánimo, la nostalgia, la personalidad, son claves en nuestra conexión con la música”, continúa.

Rocío Guerrero, responsable del equipo editorial que elabora listas musicales, ha sacado dos grandes conclusiones de su trabajo: que las personas son muy tolerantes con la música y están abiertas al descubrimiento y que al ser humano le gusta llevar sus emociones al límite.

“Hay mucho desamor, pero es que encima nos encanta regocijarnos en la tristeza. Una de las listas más populares que tenemos se llama ‘Sin ti’, de canciones superdeprimentes, y a la gente le encanta. Somos radicales, cuando estamos tristes queremos estarlo y cuando estamos alegres, lo mismo”, concede.

En un futuro, el objetivo es lograr que el servicio sea capaz de responder satisfactoriamente a peticiones del tipo: “Spotify, estoy deprimido, anímame” o “Spotify, he tenido un mal día, ponme canciones que me relajen”. Para ello, la plataforma habrá de conocer con qué música puede lograr esos efectos en cada persona.

Será un camino de ensayo-error que, en la actualidad, tiene como máximo exponente las listas de descubrimiento semanal: cada lunes se envía una selección de canciones nunca escuchadas que el algoritmo de Spotify considera que podrían encajar con el perfil.

“No pasa nada si la selección no es muy atinada. Si no intentamos expandir las fronteras, nos quedaríamos en una parcela segura que terminaría siendo aburrida después de un tiempo”, defiende Kalia.

Uno de los mitos que ha derribado el equipo de datos de Spotify es que a la mayoría de las personas sólo les guste la música popular o comercial.

“Es cierto que casi todos escuchan algo de música popular, pero cuando miras caso por caso ves que no es lo único que hacen. (…) A lo mejor el 70 % de lo que oyes es muy similar a lo que escuchan otros, ¿pero qué pasa con ese 30 % que te hace único?”, incide Kalia. Un ferviente melómano del folk puede oír música electrónica en determinadas situaciones, ¿por qué no?

“En lugar de centrarnos en los lugares comunes, ¿podemos encontrar esas rarezas y darte algo que sólo tenga sentido para ti? En ello estamos”, finaliza.

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