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Política fiscal e igualdad

Por: Julio Raudales

Tegucigalpa.- Hoy día todo el mundo deplora la desigualdad, desde el Papa Francisco hasta el Fondo Monetario Internacional.

Aunque hace tiempo cayó el Muro de Berlín y las propuestas bolivarianas perecen asoladas por el peso de sus desafueros, es evidente que la pasión igualitarista se ha extendido hasta ámbitos inesperados. Ello debería ser motivo de esperanza puesto que mucha gente vive en unas condiciones materiales de vida profundamente deterioradas. Pero, justamente por ello, deberíamos evitar actitudes compasivas, simplemente porque resulta “sexy” políticamente hablando, y tomarnos más en serio la problemática social, sobre todo si se vive en Honduras.

Escribo estas líneas a propósito de mi columna de la semana anterior “Pobreza y Política fiscal”, en la cual intenté enlazar este lastre social con las poco afortunadas acciones que los distintos gobiernos han ejercido a lo largo de la historia ya sea para combatirla o no. Está claro, aunque el breve espacio de una cuartilla semanal resulta insuficiente para demostrarlo, que si debemos buscar un culpable de la alta incidencia de pobreza en Honduras, la desordenada y veleidosa acción pública se lleva la presea.

Es cierto, la desigualdad es un fenómeno social en muchos casos abyecto y repudiable, pero también es cierto que forma parte de la naturaleza humana.  La verdad es que no somos iguales ni queremos serlo. Todos los ensayos históricos, salvo la imaginaria Utopía de Tomas Moro, terminaron en tragedia. El Paraíso siempre tendrá su lugar soñado en las grandes obras literarias. Meterlo en la prosaica y terrenal política es un craso error.

No obstante, los cientistas sociales han dedicado enormes esfuerzos a explicar dicho fenómeno, especialmente cuando se trata de la desigualdad en los ingresos percibidos, ya que cuando ésta se exacerba, puede ser la causa principal de la pobreza. ¿Será éste el caso de Honduras? Parece que sí, por eso es necesario combatirla utilizando instrumentos inteligentes, eficaces y sobre todo honestos.

Tanto la CEPAL como el Banco Mundial en sus más recientes informes, dan cuenta de una terrible notica para Honduras: Nuestro país figura como el de mayor desigualdad en los ingresos de su población en América Latina y el octavo en una lista de 160 países a nivel mundial. ¡Qué horror!

Los especialistas usan el coeficiente de Gini para medir qué tan dispares son los ingresos en un país o región. El matemático italiano Conrado Gini construyó el medidor en base a la distancia del área de un gráfico que expresa la diferencia entre la persona o familia de mayor y la de menor ingreso en una sociedad. Si no hay diferencia el coeficiente es 0, si el más rico tiene todo y el resto nada, el indicador es

1.Según los datos del INE, para el 2016 Honduras tuvo un Gini de 0.537. Noruega, el país más igualitario del mundo exhibe un 0.259, mientras el de Sudáfrica, que en la lista figura como la nación más inequitativa del planeta, es de 0.634. Pero ¿qué significa esto más allá de las comparaciones?

Pues nada, ésta cifra terrible permite deducir que el 10% de la población con mayor ingreso gana hasta 40 veces más que el 10% más pobre. Significa además que 4 de cada 5 hondureños ganan un poco menos de la mitad del total de ingresos del país, mientras que el 20% más rico, absorbe más de la mitad de los ingresos. Esto provoca un desaliento social que es muy proclive al resentimiento, lo que podría ser un factor determinante de la violencia que el país experimenta desde hace ya varios años.

¿Cómo aborda la política fiscal éste fenómeno?

Evidentemente muy mal: Un estudio del Instituto Centroamericano de Gobernabilidad indica que la mayoría de los gastos gubernamentales tienden a favorecer a los segmentos de mayor ingreso en la población, es decir, el gasto público, las transferencias y la inversión del gobierno son más bien regresivas.

Y si analizamos el sistema tributario la decepción es mayor. La CEPAL estableció hace algunos años, que el Coeficiente Gini en Honduras aumenta después de impuestos. Es de esperar que las medidas tomadas a finales de 2013 sólo empeoren esta situación.

Y si echamos un vistazo al ámbito temporal, veremos que la acción gubernamental solo nos compromete: los niveles de endeudamiento público para el financiamiento de proyectos de inversión poco rentables socialmente, deberían llevarnos a concluir que nuestros hijos tendrán que pagar impuestos por bienes de los que no disfrutarán. Mal panorama.

Es debido a lo anterior que urge que nos pongamos de acuerdo como sociedad y hagamos un Pacto Fiscal para el desarrollo.

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