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Política Emocional

Por: Pedro Gómez Nieto
Asesor y Profesor CISI

No podemos separar razón de emoción, imaginación de memoria. Se conectan al mundo mediante los sentidos, residen en el cerebro en habitaciones separadas y enlazadas por lo que llamo disruptores. Un disruptor es como una esclusa que se abre y cierra según diseño. Cuando hablamos y actuamos irreflexivamente, sin racionalizar las emociones, el error se produce, el disruptor no funciona. En política la inestabilidad emocional es inadmisible. Un líder que se muestre visceral, que no sepa controlar su emocionalidad, transmite inseguridad, fracaso. “Soy hombre de una palabra”; “Lo que firmo como candidato no tendrá valor cuando sea presidente”; ejemplo de problemas con el disruptor, disonancia cognitiva.

El 2020 se vislumbra incierto para los cantamañanas. Dos años empeñando la palabra, prometiendo lo que no han podido ni sabido cumplir: sacar a JOH de Casa Presidencial. El gobierno sigue en el poder, consolidado, respaldado por la comunidad internacional que le apoya para implementar un nuevo marco jurídico electoral. Ellos cada vez más debilitados en sus partidos, o sin estructuras (salvo virtuales), especializados en retuitear basura, sin ideas propias, siempre a remolque de la ejecutoria presidencial. Escondieron sus incapacidades e incompetencias viajando a Gringolandia para reunirse con “altos funcionarios” (de Matrix), quienes les transmitieron un mensaje para el pueblo: “no cesen en las protestas callejeras”. Nos toman por tontos. Tictac. Mateo 13,30: “El tiempo de la siega se acerca”. Obsesionados por derrocar a un gobierno que ya va de salida, necesitan asaltar el poder para impedir el enésimo fracaso electoral. Cual cigarras de la fábula siguen cantando en los medios, intoxicando las redes, mientras las hormigas nacionalistas continúan trabajando por Honduras.

Decía el político italiano Giulio Andreotti que el poder no desgasta, desgasta lo que haces para obtenerlo. Estadista que cambió la forma de hacer y entender la política, miembro de la Democracia Cristiana, falleció en 2013 con 94 años, habiendo estado 66 años ejerciendo como parlamentario y por 7 veces primer ministro de la República. Prueba de liderazgo y admiración popular. Sabía de lo que hablaba. Según queremos hacemos, según hacemos somos. Los próceres no asimilan que su accionar muestra lo que son: políticos fracasados y resentidos sociales. El resentimiento expone hostilidad, que se manifiesta por un comportamiento agresivo e irrespetuoso del sujeto hacia la persona o institución que considera le ha privado de lo que cree merecer. Pregunta: ¿Cuáles familiares y amigos de militares, de policías nacionales, funcionarios, servidores públicos, votarán por políticos que los injurian, cuestionan su honestidad y profesionalidad, los crucifican en los medios, señalándolos como traidores y delincuentes, solo por trabajar para el Estado?

Los próceres incorporaron a su estrategia el “exhibicionismo moral”. Compiten por mostrarse los más virtuosos e indignados ante la dictadura nacionalista, mientras esconden la que ellos ejercen en sus partidos. Quien mejor dramatice la situación, insulte más, especule mejor, y machaque con saña la dignidad del servidor público en los tribunales mediáticos tendrá más posibilidades de liderar la “Coalición de Fracasados” que se enfrente al Partido Nacional en las urnas. El primero se define como demócrata y voz del pueblo, pero líderes destacados dentro del partido le llaman dictador porque ahoga los liderazgos que surgen, temiendo perder el control de su empresa familiar. “Honduras es república y no monarquía feudal”, le recordó uno de ellos. El segundo enarbola la bandera de la honestidad, pero «el familiar» nuevamente lo ha denunciado ante el MP por “amenazas, hostigamiento y persecución”. Hipocresía supina. El tercero exige la desaparición de los partidos minoritarios y de nueva creación, porque dice favorecen al Partido Nacional, dándose la paradoja que lidera uno de ellos. Próceres que para salvar las posaderas sueñan con un paro nacional, con que Tony denuncie a su hermano… Deambulan desubicados de la realidad.

No asimilan la diferencia entre error y fracaso. Todos erramos en la vida, pero el líder lo reconoce públicamente, acepta sus limitaciones y saca enseñanzas para seguir avanzando. Cuando se asume el error se adquiere conocimiento. El fracasado hace lo contrario. Responsabiliza a terceros del fallo cometido, no lo admite ni reconoce porque cree que le debilita, por tanto, nunca podrá aprender para mejorar como político ni como persona. Cuando no se acepta y explica el error el problema se estanca, se enquista y convierte en tumor.

“Fracasado es quien ha cometido un error y no ha sido capaz de convertirlo en experiencia”. -Elbert Hubbard

 

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