Tegucigalpa, Honduras. Estamos sumergidos en la fuente de la eterna falsedad, nadando contra la corriente en medio de una lucha anti desinformación.
Fake news, deepfakes, astroturfing, fact-checking y otros anglicismos han venido a formar parte de la dialéctica hondureña, específicamente en el ecosistema digital.
¿Cuántos de nosotras y nosotros hemos caído -más de una vez- en las trampas de las noticias falsas?
Eso se ha vuelto común entre la ciudadanía, en personas que ejercen funciones públicas y hasta en medios de comunicación; ¡nadie se salva en la sociedad de la desinformación!
En un foro televisivo, el secretario de Transparencia y Lucha contra la Corrupción, Sergio Coello, fue víctima de estos engaños al resaltar la publicación de Minota.com, que usurpa la línea gráfica del medio digital Tunota.com.
La página en mención se autodenomina «medio de comunicación digital de carácter informal. Lo que significa que no nos tomamos las cosas demasiado en serio, pero siempre procuramos ser precisos y veraces en nuestras publicaciones».
La información en cuestión fue sobre un titular que destacaba a Honduras con buena puntuación en transparencia, «hay que reconocer que Honduras ha avanzado en materia de transparencia», dijo el secretario mientras se enfocaba la «noticia». «¿Esto es falso también?», cuestionó.
Fue evidente la consternación del funcionario cuando se le explicó que esa era una cuenta de memes y que sí, tanto la fuente como la información, es falsa.
Así como Minota.com, la ciudadanía está expuesta a contenidos maliciosos de otros medios parodia como La Presa (imitando la línea gráfica de LaPrensa.hn), Televicerdo (para Televicentro) y Radio Globo Informa (que aparece como @Radiogloboo cuando la cuenta oficial es: @GloboHonduras).
Respecto a este último, la semana pasada también cayó en la trampa el secretario de Planificación Estratégica, Ricardo Salgado, quien arremetió contra el medio y sus propietarios (creyendo que era la página oficial) ante una noticia falsa en contra de Marlon Ochoa, secretario de Finanzas.
Desafortunadamente, hoy en día es muy fácil modificar y fabricar información. Por eso, ahora más que nunca, es esencial un análisis crítico de lo que consumimos, afirman desde Hive Mind, una comunidad que ofrece espacios de aprendizaje para activistas, formadores y organizaciones de todo el mundo.
Según esta comunidad, el entorno en donde circula la desinformación está contaminado de muchas maneras. Incluso cuando la información es genuina, es posible que se use fuera de contexto y se convierta en una herramienta para la propaganda.
Aquí aparecen otros conceptos como la creación de ultrafalsos (deepfakes) y medios artificiales (cuyo contenido puede incluir fotos, videos y clips de audio) que han sido manipulados digitalmente o fabricados en su totalidad para engañar al espectador.
También hay que cuidarnos del astroturfing e inundación del entorno de información. Las campañas de desinformación a menudo publican cantidades inmersas de contenido con mensajes idénticos o similares provenientes de varias cuentas que no son auténticas.
Debemos diferenciar entre información maliciosa e información incorrecta, pues hay contenidos deliberadamente manipulados y otros que son sátiras o en clave de humor.
En cuanto a las tipologías o trastornos de la desinformación en redes sociales, el sitio fastcheck.cl los clasifica así:
- Sátira y parodia. Utiliza el humor para interactuar con su audiencia.
- Conexión falsa. Cambian el contexto del contenido original.
- Contenido engañoso. Usa engañoso de la información para dañar a alguien.
- Contenido falso. Usa un contenido antiguo para desinformar.
- Contenido impostor. Suplantación de fuentes genuinas.
- Contenido manipulado. Son registros audiovisuales editados y manipulados.
- Contenido falso. Contenido que es 100 % falso y está diseñado para engañar y dañar.
Del «humor blanco» al odio y la violencia
«En Internet, antes de que las noticias falsas se convirtieran en un tema político de alcance global, estas convivían sin mayor reparo con la burla, la sátira y el rumor. Aquellos días en los que una cadena de correo electrónico vaticinaba una extinción, un mortal virus o un simple conjuro sentimental, han sido rebasados por la carga política que transmiten los medios de comunicación en línea, por la propaganda, los discursos de odio y la violencia en línea», resalta Jonathan Hernández Pérez en su escrito «El ecosistema de la desinformación: excesos y falsedades», que se incluye en el libro «La posverdad y las noticias falsas: el uso de la información».
El autor atribuye el auge de este fenómeno a que antes producir información verdadera o deliberadamente falsa implicaba una inversión considerable, mientras que en la actualidad un usuario puede tener igual o mayor alcance que un medio de comunicación. «La narrativa de las noticias falsas tomó un nuevo rumbo, en donde se formularon nuevos conceptos y prácticas, como el caso de la posverdad, término que alude a que los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales».
¿Cómo reconocer la desinformación?
En el manual «Pistas para chequear. Cómo hacer periodismo de verificación de datos», el autor Pablo Medina Uribe menciona que el propósito final de verificar la información y las fuentes es que la información que consumen los ciudadanos para tomar decisiones sea más confiable, «y esto se logra revisándola, contrastándola o, como nos gusta decir a quienes nos dedicamos a este tipo de periodismo, verificándola».
Uribe habla de las siguientes características para reconocer la desinformación para evitar que circule libremente y sin contrapesos, y facilitar que la ciudadanía se aproxime a la información que consume con una mirada crítica:
– No es clara la fuente de la información.
– Las fuentes no comprueban la información.
– La información no aparece en otros medios.
– La fecha de publicación no es reciente.
Expertos en el tema han llegado a asegurar que la desinformación es un nuevo estilo de amenaza de ciberseguridad. Para no caer en bulos, es importante verificar la fuente y aprender a reconocer patrones. Yo agregaría el sentido común. Y -como recomendación para no viralizar estos contenidos- empezar a reportar, bloquear, ignorar y no compartirlos. Hacerlo es importante para ganar la lucha contra la desinformación.