spot_imgspot_img

Otra lección

Por: Luis Cosenza Jiménez

Recientemente Colombia dio al mundo un ejemplo en el ejercicio de la democracia.

El Presidente Santos hizo que se negociara un acuerdo de paz con las FARC, el cual fue luego sometido a la aprobación de los colombianos, quienes por un pequeño margen lo rechazaron.  El Presidente aceptó la decisión soberana del pueblo, y tanto él, como las FARC, acordaron volver a la mesa de la negociación a fin de concertar un nuevo texto que reciba el beneplácito de los colombianos.

A pesar del resultado de la votación, el clima a favor de la paz ha hecho que el otro grupo guerrillero, el ELN, haya decidido también negociar un tratado de paz con el gobierno.  Por sus esfuerzos en pro de la paz, el Presidente Santos fue recompensado con el premio Nobel de Paz.  Sin embargo, y sin perjuicio de la inmensa importancia que merece la búsqueda de la paz, la lección que los colombianos y el Presidente Santos no han dado va mucho más allá.  Permítanme explicar por qué.

Me parece que puede decirse que el acuerdo de paz, o mejor dicho, la paz, sería el legado más importante de la Administración Santos.  Con esto se consagraría en la historia colombiana.  Por ello dedicó varios años y muchos recursos al proceso hasta que logró su culminación. Se procedió a la firma del acuerdo en medio de los aplausos y vítores, muy merecidos, de muchos colombianos y de la comunidad internacional.  De hecho hubo una muy bonita y sentida celebración en Cartagena.  Hasta acá todo resulta normal y conforme a nuestras expectativas. 

Sin embargo, en lugar de encontrar un subterfugio para poner lo pactado en vigencia sin consultar al pueblo, ya sea mediante una decisión del poder Legislativo o de un fallo del poder Judicial, decidió someterlo a votación.  No puedo dejar de preguntarme por qué el Presidente Santos tomó ese camino.  Claramente que si los votantes aceptaban el acuerdo, su puesta en marcha sería más fácil y expedita.  Sin embargo, seguramente que el Presidente sabía que lo negociado podría ser rechazado, con lo cual la obra que coronaría su gestión se frustraría. 

Uno puede suponer que el Presidente pecó de optimista y que sus encuestas le hicieron pensar que seguramente ganaría.  Por mi parte, prefiero pensar que el Presidente escogió el camino del voto popular porque él respeta la institucionalidad colombiana.  Porque en Colombia impera el estado de derecho y las triquiñuelas al estilo latinoamericano no son aceptadas.  En lugar de buscar medios oscuros para poner en vigencia el acuerdo, el Presidente optó por la vía que fortalece la democracia y robustece el estado de derecho y la institucionalidad. 

Pero, además de lo anterior, los votantes rechazaron el acuerdo por una diferencia muy pequeña. De hecho, Nicolás Maduro, haciendo gala de su acostumbrada actitud chabacana, declaró el resultado un “empate”.  Seguramente en Venezuela hubieran procedido a un recuento de los votos de tal forma que al final el resultado fuera favorable al gobierno.  En contraste, el Presidente Santos no cuestionó el resultado.  Lo aceptó sin reservas y procedió a redoblar sus esfuerzos por negociar un nuevo pacto que sea aceptable a los colombianos. Hermoso ejemplo para nuestro continente y para el mundo.  Recordemos que a pesar de la pasión de las convicciones de quienes propugnaban por el “si” o por el “no”, todo transcurrió en paz y sin tan solo un incidente que lamentar.

Independientemente de lo que se piense del Presidente Santos y de los guerrilleros, me parece que debemos agradecer a los colombianos por el notable ejemplo que nos han dado en lo atinente al ejercicio de la democracia.  Reconocieron que para construir una paz duradera era necesario consultar al soberano y respetar su decisión, por muy desagradable que eso resultara. Al final el Presidente Santos pasará a la historia no solo por sus esfuerzos en pro de la paz, sino que también por fortalecer la democracia y la institucionalidad colombiana.

Esta extraordinaria lección debería llamar a la reflexión a los políticos nacionales. Lo que en Colombia resultó necesario para garantizar la paz es igualmente pertinente en nuestro caso en lo referente a la reelección. Después de todo, tanto la paz nacional, como la legitimidad del próximo gobierno, están en juego.  Mal haríamos en ignorar la notable lección que nos han brindado los colombianos.

Más de Luís Cosenza aquí…

spot_img

Lo + Nuevo

spot_img
spot_imgspot_img