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OTAN vs Rusia es también una guerra mediática

Jp Carías Chaverri

En la opinión pública internacional en la que estamos inmersos en occidente, Rusia tiene perdida la guerra mediática en los medios tradicionales, contrario a la batalla real en la cual continúa avanzando por el territorio ucraniano, pese a los desesperados intentos de Estados Unidos y sus aliados de contenerlo, por lo pronto, con severas sanciones económicas.

Circulan, sin embargo, mensajes subversivos en el contexto digital, principalmente en las redes sociales y servicios de mensajería, con el contenido intrínseco que las cosas no son lo que parecen y que Rusia ha respondido a los intentos de la OTAN por ganar terreno estratégico en sus propias barbas.

El impacto de estos argumentos podría tener relación directa con sus preferencias de consumo medial. Describiendo los extremos, usted puede pensar que toda la información necesaria para existir puede encontrarse en las redes sociales, y que la televisión es cosa de viejitos. O viceversa, usted puede ser de los que considera que las redes sociales son entornos poco serios.

Sin embargo, la cuestión no es blanco o negro. Pues por un lado el crecimiento del Internet y las redes sociales no puede ser subestimado, por el otro, los medios tradicionales mantienen sus espacios y sobre todo la televisión tiene una considerable vigencia.

De acuerdo con eMarketer, el tiempo promedio en la población estadounidense en las redes sociales en el 2021 fue de 1h:10m. En cambio, el tiempo en la televisión fue de 3h:17m. Ahora bien, se prevé que el tiempo frente a la pantalla chica, que se incrementó con la pandemia, se reduzca en los próximos años, con un aumento notorio en el uso de la mensajería en los teléfonos móviles.

A estas tendencias es necesario ofrecer un poco de contexto. No olvidar que los hackers rusos han ganado fama internacional, sobre todo por su influencia en las elecciones estadunidenses que ganó Donald Trump en 2016, y en particular en la sucia campaña de desprestigio a la candidata Hillary Clinton.

También hay que considerar, el avance de Rusia en Siria en 2015 (la escuela para la actual guerra) y el reforzamiento de la posición de Putin en ese país y en general en medio oriente en el 2019, lo cual fue mucho más sencillo con Trump en el poder.

No hay que olvidar además que este expresidente estadounidense se ha declarado en el pasado admirador del titular de la Federación Rusa. ¿Cómo hubiese transcurrido esta invasión a Ucrania con Trump en el poder? Es una de esas preguntas hipotéticas que en la historia no se permiten.

Por otra parte, es cierto que el gobierno estadunidense, no importa si es republicano o demócrata, ha manipulado en el pasado de manera perversa la comunicación en los conflictos bélicos, y por ello se desconfía de ellos.

Por ejemplo, en el estudio denominado The Gulf War, a Study of the Media, Public Opinion and Public Knowledge” (1991) de la Universidad de Massachusetts, los investigadores descubrieron que solamente el 13,2% de los encuestados sabían que cuando Saddam Hussein, su otrora aliado, había dicho que pensaba usar la fuerza en contra de Kuwait, los Estados Unidos dijeron que no intervendrían.

Eso resultó una despiadada mentira, ya que ese fue precisamente el pretexto que se usó para la invasión. En cambio, el 80% de los encuestados conocía que Saddam había usado armas químicas en contra de sus enemigos (Lewis, Jhally, Morgan, 1991:3).

Está confirmado que la influencia de los medios, digitales o tradicionales es mucho más importante cuando no se tiene una experiencia directa con el tema en cuestión. (Zucker citado por Wolf 1987:174).

Es decir, si no ha vivido en Rusia o en Ucrania, y no tiene a su alcance fuentes directas que le informen de la situación de una forma medianamente objetiva, sus opiniones sobre esta guerra no podrán ser suficientemente atinadas, sobre todo si se basan en las redes sociales, e inclusive, en los medios masivos tradicionales, que han resultado en los últimos años mucho más confiables en el contexto pandémico, pero que han estado en el pasado sujetos a la manipulación en este tipo de tiempos de crisis.

Por ejemplo, los hondureños no pueden olvidar la vergonzante cobertura internacional del golpe de Estado del 2009 en la que cualquier ciudadano común y silvestre podía ofrecerle una información mucho más apegada a la realidad, que los celebres periodistas y analistas que opinaban en las principales cadenas internacionales de lo que estaba pasando sin remotamente entender el contexto.

Es por ello por lo que el ciudadano virtual, y también aquel que continúa apegado a los medios tradicionales, debe de sopesar diversas fuentes, ser comedido en comentarios acerca de temas de los que no tenga información verificable, y dejar que cierta mesura de tiempo le ayude a entender mejor los fenómenos. Ahora bien, el llamado a la paz debe de ser perenne. Ya hay suficiente historia para entender que la guerra es una atrocidad. Y quien la inicia no puede tener excusa posible.

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