Miami, (EEUU) – La actual crisis en Nicaragua ha sacado a relucir el papel predominante, y casi agobiante, de Rosario Murillo, el “poder detrás del trono”.
Murillo, de 66 años, es la Primera Dama de Nicaragua, vicepresidenta, portavoz del gobierno y esposa del presidente, el ex guerrillero Daniel Ortega.
Y es también, de hecho casi una Jefa de Gobierno o Primera Ministra. En ese gobierno, no se mueve nada sin la autorización de “la compañera”, como le llaman sus jefes de prensa.
Rosario Murillo y su esposo Daniel Ortega se han convertido en la pareja presidencial más poderoso de Nicaragua en décadas. Las personas temen que la primera Dama intente quedarse con el poder después. Foto: Casa Presidencial de Nicaragua.
En las manifestaciones que se han producido en el país centroamericano para protestar, en un principio, por una injusta reforma a la Seguridad, anulada ya, se han convertido en un repudio general al tándem Ortega-Murillo.
Por lo menos 25 personas, muchos de ellos estudiantes, han muerto por la cruel represión de la policía y las turbas sandinistas.
La indignación por esta brutal represión, ordenada por Ortega, ha provocado que la empresa privada y la iglesia, en otros tiempos casi aliadas del gobierno, se hayan puesto del lado de los estudiantes en un hecho inaudito en Nicaragua.
Un indicio de la poca simpatía que genera “Chayo” Murillo entre la población, aunque si miedo, es lo que primero hicieron los manifestantes: derribar una gigantesca estructura de hierro que la vicepresidenta había ordenado instalar en una avenida de Managua, bajo el estrambótico nombre de “Árbol de la Vida”, en “busca de energía”.
La rebelión estudiantil en Nicaragua quedó simbolizada cuando un universitario despliega una bandera de su país acompañado de varios jóvenes que levantaron una barricada en un barrio de Managua. Foto: EFE
Esas estructuras, en forma de árbol iluminado de noche, era un símbolo del poder de los Ortega-Murillo, omnipresentes ambos en todas las gigantescas vallas en las calles de la capital.
La extravagante Murillo, que es la voz y el rostro del gobierno, aparece cada día en el canal oficial de televisión para dar un informe.
Delgada, con el pelo rizado, vestida de colores chillones, con anillos grandes en los diez dedos y numerosos collares en los brazos, Murillo habla de todo, de lo que hace el gobierno y hasta del tiempo.
Esta presencia diaria y el indiscutible manejo del gobierno, alimenta los rumores de que pretende reemplazar a su marido, en un futuro no muy lejano.
Murillo tuvo una grave crisis en 1998 cuando su hija Zoila América, tenida en otra relación, acusó a su padrastro, Daniel Ortega, de haberla violado continuamente desde los 11 años, cuando vivía la familia en el exilio en Costa Rica.
Rosario Murillo tiene un control sobre el gobierno de Nicaragua, pero también sobre su esposo, el mandatario Daniel Ortega. Foto: Casa Presidencial de Nicaragua.
La madre se puso de parte de Ortega, quien pregonaba su inocencia. Ese favor al actual presidente y una bofetada indigna a su propia hija, puede que derive en el enorme poder que tiene ahora, como “una cuenta a cobrar”, por muchos años.
¿La actual crisis es el principio del fin de la era Ortega-Murillo, tras once años de dictadura?
Posiblemente no, pero ambos han quedado vulnerables, muy debilitados y tendrán que hacer muchas concesiones para seguir en el poder.
El poderoso Consejo Superior de la Empresa Privada (COSEP), anterior “amigo de consenso” con Ortega, ha puesto su lista de condiciones, al ponerse al lado de los estudiantes universitarios, que son los que han encabezados las manifestaciones: Fin de la represión, liberación de los estudiantes detenidos y la libre expresión, en referencia a la censura de la prensa y de los escasos canales de televisión opositores, ya que en su mayoría están controlados por el gobierno.
Las primeras reacciones públicas de Ortega fue la de calificar a los manifestantes como “pandilleros” y de estar manipulados por grupos que planean “desestabilizar” al país.
Por su parte Murillo los calificó de “mediocres, mezquinos y vampiros” que solo desean provocar sangre y les amenazó con un “castigo divino”.
El primer error de Ortega fue el anunciar que solo iba a negociar con un interlocutor: el sector empresarial privado y no con los manifestantes.
Una caricatura publicada por el diario El Confidencial refleja el pensamiento de los nicaragüenses, que Rosario Murillo se comporta como el “Poder tras el trono” y que busca un mandato casi monárquico.
Los empresarios, que parece que quieren saltar del barco antes que se hunda, inmediatamente rechazaron la oferta y dijeron que había que incluir a los estudiantes y a otros sectores de la población.
Si hay que reconocer que el anterior “consenso” entre los empresarios y el gobierno, así como la puerta abierta a la inversión extranjera, ha hecho que Nicaragua tenga ahora el mayor crecimiento económico de América Central, en un 4.7 por ciento.
Es también el tercero en América Latina, solo superado por Panamá y la República Dominicana.
