Tegucigalpa/Moscú – (Especial Proceso Digital y agencias) La muerte del conocido opositor Alexéi Navalni en una prisión del Ártico ruso constituyó un duro golpe para los sectores de ese vasto país que luchan por lograr espacios de libertad y obtener estándares de la democracia occidental y aparentemente representa otra victoria para el mandatario Vladimir Putin y todo el estamento.
Navalni encarnó el sueño de una nueva Rusia, algo que también comparte una parte de la sociedad y el llamado mundo occidental, pero como ha ocurrido con otros líderes del gigante euroasiático pagó con su vida el querer instalarse en el Kremlin.
El desaparecido opositor ruso catalizó un descontento de la población joven y de los que no recibían los beneficios de la expansión económica rusa y el mismo lo aglutinó en un movimiento político que buscaba llegar al poder ruso, manifestado desde tiempos antiguos en el Kremlin.
Pero la maquinaria de poder rusa, heredada desde los tiempos zarista y soviética, inmediatamente se puso en marcha y ahogó con represión las protestas y después utilizando la justicia arrinconó a Navalni con requerimientos y condenas que lo llevaron a prisión.
Pero el enérgico opositor no se amilanó y continuó con su movimiento de protesta, lo que elevó las acciones del poder ruso que lo etiquetaron como el enemigo público número uno.
Primera amenaza
Desde la época de los Romanov, la dinastía de los zares, la jerarquía rusa es alérgica a las disidencias, lo cual fue perfeccionado con la llegada de los comunistas al poder y constituyeron la Unión Soviética.
En 2020 el opositor sobrevivió a un intento de envenenamiento con el agente químico Novichok, durante un viaje de Siberia a Moscú, lo que desató críticas internacionales y la presión a que fuese tratado fuera de Rusia.
Navalni se trasladó a Alemania donde recibió el tratamiento y una vez recuperada su salud regresó de nuevo a su país.
Nuevamente en Moscú, el opositor continuó su trabajo contra el Kremlin, lo que nuevamente lo llevó a la cárcel.
Las condiciones difíciles y el hecho de no reconocer el mandato de las autoridades rusas lo llevó a declararse en huelga de hambre entre marzo y abril del 2021, provocándole mayor debilidad a su frágil salud, ya que la pérdida de peso fue evidente.
Trasladado a prisión siberiana
Las autoridades rusas continuaron cercando al único opositor que según ellos presentaba una amenaza a Putin y a todo el liderazgo, por lo que tomaron la decisión de trasladarlo a una prisión en Siberia, siguiendo el manual del pasado soviético.
Las condiciones de clima en Siberia, cercano al Ártico ruso, son legendariamente crueles y ahí son enviados regularmente como mayor castigo a los que representan una amenaza para Moscú.
La comunidad internacional reclamó permanentemente un acceso a las condiciones penitenciarias de Navalni, pero siempre fueron rechazadas por el Kremlin. Ni su familia pudo tener acceso al ahora desaparecido opositor ruso.
Muerte anunciada
Aunque el fallecimiento del opositor era esperado por su precaria salud y las terribles condiciones carcelarias, el mundo occidental reaccionó con dolor y congoja la partida del dirigente ruso.
Las autoridades penitenciarias rusas anunciaron su muerte de forma lacónica, señalando que Navalni hacía una caminata en prisión cuando cayó fulminado al suelo y a pesar de llamar a los servicios de emergencia, el dirigente falleció.
Condena mundial
Rápidamente la noticia se regó como pólvora, provocando protestas en Moscú y otras ciudades, así como la condena del mundo occidental y otras regiones del planeta.
El Vaticano, por medio de su secretario de Estado cardenal Pietro Parolin, aseguró que la muerte en prisión del opositor ruso Alexéi Navalni, es un hecho que causa “asombro” y “dolor”.
Por su lado el mandatario estadounidense Joe Biden expresó que, aunque no estaba sorprendido, sí estaba indignado por esta noticia.
Siguiendo el manual de la Casa Blanca, Biden también advirtió que está considerando diversas opciones para responder a este evento, suponiendo nuevas sanciones a Rusia.
Lo que los especialistas se preguntan es que, si caben en el arsenal norteamericana más medidas o sanciones contra Moscú, luego que en febrero de 2022 lanzará su ocupación de Ucrania.
De su lado, el primer ministro de Grecia, el conservador Kyriakos Mitsotakis, responsabilizó al Gobierno de Rusia de la muerte en prisión del opositor Alexéi Navalni y aseguró que un «régimen brutal» le hizo pagar por su valentía.
En un mensaje en la red social X, Mitsotakis señaló que Navalni «luchó ferozmente» por la democracia en Rusia y se enfrentó a «un régimen brutal y autoritario».
El mensaje es fuerte, teniendo en cuenta los lazos religiosos entre las dos naciones que comparten el cristianismo ortodoxo.
Amnistía Internacional (AI) dijo que el líder opositor ruso Navalni fue preso de conciencia solo por hablar «contra un Gobierno represor» y pagó el «precio más alto» por ser una voz crítica contra el Kremlin.
«Tras su envenenamiento, encarcelamiento injusto y tortura en prisión, Alexéi Navalni ha muerto después de languidecer durante 37 meses tras las rejas y ser enviado a una de las prisiones más remotas y duras de Rusia», afirmó Agnès Callamard, secretaria general de AI.
La muerte de Navalni coincidió con el primer día de la Conferencia de Seguridad de Múnich, que aglutina a las naciones europeas, Estados Unidos y otros países occidentales.
Justo en la conferencia se encontraba la esposa de Navalni, Yulia Naválnaya, quién sacó fuerzas para subir al podio y prometer que el presidente de Rusia, Vladímir Putin, pagará por ello.
Para la oposición rusa y los gobiernos occidentales, la muerte de Navalni poco podrá recoger la ira de la población, ya que casi coincidió con el éxito militar que representó la caída de la fortaleza militar de Advidka en manos de las tropas de Moscú, lo que representa un gran triunfo para Putin y sus fuerzas armadas.
Rusia se prepara para acudir a las elecciones presidenciales que se desarrollarán del 15 al 17 de marzo próximo, donde Putin es el amplio favorito para renovar su mandato. (PD y agencias).
