Ministerio de aprobación de leyes

Por: Luis Cosenza Jiménez

Hace más de una década utilizábamos un procedimiento indirecto para elegir a nuestros diputados. 

En efecto, el voto presidencial servía para seleccionar a nuestros diputados.  Dependiendo del voto presidencial en cada departamento, se le asignaba un cierto número de diputados a cada partido político.  Fue hasta las elecciones de 2005 cuando pudimos votar directamente por cada diputado, para lo cual se agregó su foto en la papeleta.

Todos pensamos que ese era un importante avance. Ahora podíamos escoger a nuestros diputados, sin importar a qué partido pertenecían. Por supuesto que siempre era posible votar por todos los diputados de un partido, el llamado “voto en plancha”, pero no estábamos obligados a hacerlo, y me atrevo a decir que la mayoría votamos por quienes pensamos eran los mejores candidatos, sin importar en qué partido militaban.  Lamentablemente, un candidato ahora solicita a sus seguidores que voten “en línea”, es decir, “en plancha”.  Esto, además de ser un retroceso en nuestro proceso electoral, presagia un deterioro en nuestra democracia.  Permítanme explicar por qué.

La democracia se fundamenta en la relación entre los votantes y sus representantes.  Nuestros diputados derivan su legitimidad de la representatividad.  Si efectivamente nos representan, son legítimos.  Caso contrario, no lo son.  Cuando los diputados sienten que nosotros los hemos elegido, se sienten obligados con nosotros.  Caso contrario, cuando piensan que su elección se debió a que “el líder” logró convencer a los electores para que votaran “en línea”, el compromiso de los diputados es con el “líder” y no con los votantes.  Siendo esto así, se pierde la relación entre el votante y el diputado. 

Simplemente no hay relación, ni compromiso con el votante.  Al no representar los diputados a los electores en efecto se mina, se debilita, nuestra incipiente y frágil democracia. Resulta pues que quien solicita el voto en “plancha”, o “en línea”, está socavando nuestra imperfecta democracia.  Acepto que al contar con 23 diputados que nos “representan”, en realidad nadie nos representa.  Cuando 23 representan a todos los ciudadanos de Francisco Morazán, en realidad no representan a nadie.  Para que realmente se dé la representación debemos contar con circuitos electorales uninominales.  No obstante, el voto en “plancha” elimina toda posibilidad que los diputados sientan alguna responsabilidad para con nosotros los votantes.  Su lealtad será para con el líder y no con nosotros.

Por otro lado, una democracia es más que un proceso electoral.  Además del compromiso con los electores, la democracia demanda de pesos y contrapesos, lo cual a su vez presupone la independencia de poderes.  Sin esto lo que surge es un sistema autoritario, en el mejor de los casos, o una dictadura, en el peor de los casos.  Si lo duda, vea lo que sucede en Nicaragua y en Venezuela.  Ahora bien, cuando los diputados se sienten comprometidos y agradecidos con el líder que logró que fueran electos, cuando ese caudillo hizo campaña por ellos, de tal forma que ni siquiera tuvieron que hacer algún esfuerzo, o gastar en su campaña, uno puede imaginarse que tipo de relación habrá luego entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo.  Es imposible pensar que el Poder Legislativo será independiente del Ejecutivo, y mucho menos que servirá para limitar los posibles abusos de autoridad en que pudiera incurrir el Ejecutivo.  Es evidente que tendremos un Poder Legislativo supeditado al Ejecutivo, lo cual es una negación de la democracia.  ¿Es esto lo que deseamos para nuestro país?

Todavía estamos a tiempo para evitar que nuestra democracia se debilite.  Votemos por nuestros diputados según nuestro mejor criterio y buscando evitar que el Poder Legislativo resulte supeditado al Ejecutivo.  Algunas personas seguramente dirán que no pueden encontrar a 23 candidatos para votar por ellos.  Simplemente porque no conocen 23 candidatos que merecen su apoyo.  No obstante, es preferible votar por los menos malos que votar ciegamente en “línea o plancha”, o no votar.  Caso contrario, si el voto en “plancha” resulta triunfador, y si el Poder Legislativo se supedita al Ejecutivo, entonces debemos pensar cambiar el nombre del Congreso y llamarlo el Ministerio de Aprobación de Leyes, ya que en efecto será una dependencia más del Ejecutivo.  En este caso, todos habremos perdido.

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