Por: Daniel Meza Palma
Hace 50 años, un estudiante de economía en medio de una encuesta de establecimientos preguntó al propietario: “¿Por qué no levantar capital vendiendo acciones de su empresa al público?”.
La respuesta del empresario fue rápida y demoledora: “¡Yo no voy a compartir mi esfuerzo convirtiendo a extraños en dueños de mi negocio!”
Según el Consejo Hondureño de la Empresa Privada, el 90% de las MIPYMES (2019) son de propiedad familiar y eventualmente como en la anécdota del encuestador económico, la tendencia de los negocios es mantener las decisiones de la empresa circunscritas al ámbito de los parientes.
Hay hoy empresas grandes, multimillonarias en el país, cuyo esquema de propiedad también es familiar. Y ese modus operandi se repite en monstruos empresariales alrededor del mundo.
El asunto es que, para las empresas, crecer de manera rápida y a costos de financiamiento accesibles, la negociación de acciones en el mercado bursátil es condición indispensable. Eso se verifica con solo estudiar los esquemas de financiamiento que han seguido los recientes y actuales mega millonarios a nivel mundial.
Una publicación del Banco Mundial referida al 2018 revela lo siguiente:
TABLA UNICA. Monto Acciones negociadas como porcentaje del PIB, 2018
CATEGORIA PAISES | MONTO ACCIONES NEGOCIADAS % del PIB |
Ingreso alto | 120.9 |
Ingreso mediano alto | 70.1 |
Ingreso mediano | 61.7 |
Ingreso mediano bajo | 27.5 |
Fuente: Federación Mundial de Bolsas
Es reveladora la tendencia decreciente de las acciones negociadas a medida que la categoría de los países en función del ingreso se reduce. Los países de ingreso bajo ni siquiera asoman en la estadística. Para Centroamérica sólo aparece Costa Rica con una proporción de 0.1%.
Desde luego que existen otros factores que impiden el desarrollo de la emisión y compra de acciones. Como indica Pedro Romero en Mercado Accionario en Honduras, 2019, conspiran en contra del desarrollo de un mercado accionario, entre otros, la competencia de los bonos públicos y de entidades financieras, la insuficiente regulación e institucionalidad y la desconfianza del público frente esquemas fallidos de productos financieros que culminaron en pérdidas para los inversionistas.
Entonces, a las aprehensiones de los empresarios por temor a perder el control de sus negocios a través de la negociación abierta de acciones, se suma las dudas de los inversionistas particularmente individuales, quienes también temen perder sus ahorros en esquemas de bolsa que después de 30 años, no han contado con las condiciones necesarias para superar la etapa incipiente.