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Mal de muchos….

Por: Luis Cosenza Jiménez

Nuestra América está convulsionada.  Desde Estados Unidos y hasta Argentina y Chile nuestros países enfrentan la furia de un huracán. 

En Estados Unidos se aprestan a someter a su Presidente a un juicio político. México padece un estancamiento económico y es posible que entre en una recesión.  Su Presidente es tan popular como incompetente e inepto. Guatemala continúa su padecimiento y pasa por un momento de calma por el próximo cambio de Presidente. Sin embargo, sus problemas siguen sin resolverse así que es muy posible que tan solo estemos viendo la calma antes de la tormenta.  A nosotros un Fiscal de Nueva York nos tildó de ser un “narco Estado” y nuestra crisis política y de legitimidad continúa sin que percibamos alguna mejoría. Nicaragua sigue inmersa en sus problemas sin que allá tampoco se divise una solución. Colombia padece un recrudecimiento en la violencia política.  Venezuela es un escandaloso fracaso que combina incapacidad, corrupción y narco tráfico. Ecuador sufrió protestas que obligaron a su Presidente a mudar la sede del gobierno. Perú ha recién sufrido una crisis política que enfrentó al Poder Ejecutivo con el Legislativo. Bolivia padece ahora de una crisis originada en las recientes elecciones cuyo resultado no es aceptado por el candidato perdedor.  La situación se complica más aún si se recuerda que don Evo Morales perdió en un referéndum que buscaba su participación en las elecciones. Al igual que en nuestro caso, la Corte Suprema de Bolivia decidió que no permitir la participación de don Evo violentaba sus derechos ciudadanos, y la voluntad del “Soberano”, como gustan decir los izquierdistas, fue simplemente ignorada y burlada. En Brasil un cuestionado Presidente enfrenta la ineludible necesidad de recortar el gasto público, particularmente el régimen de pensiones, para reactivar la economía.  En Argentina han decidido volver al pasado y poner el gobierno en manos de populistas que solo han causado estancamiento económico en el país. Finalmente, en Chile, donde algunos suponíamos que ya se había generado consenso en cuanto al modelo de desarrollo el país, se dan violentas manifestaciones y los protestantes hablan de una asamblea constituyente, siguiendo el modelo venezolano. ¿Qué nos sucede? ¿Cómo entender este panorama tan agitado? Analicemos la situación y veamos a qué conclusiones podemos llegar.

Excluyamos a Estados Unidos de nuestro análisis ya que sus problemas son de otra índole y hablemos de América Latina.  Algunos mencionan la capacidad de Cuba y Venezuela para aprovechar el descontento y fomentar la rebelión. Otros le asignan esa responsabilidad al Foro de San Paulo.  Desde mi perspectiva, esas tesis pecan de simplistas e ignoran las causas de nuestros problemas. La realidad es que nuestros países han sido incapaces de generar un crecimiento alto y sostenible que le permita a la población más pobre sentir que su situación mejora.  Aún en aquellos casos en los cuales el crecimiento ha sido fuerte y sostenido, como en el caso chileno, la distribución del ingreso benefició principalmente a quienes más tienen. En casi todos nuestros países, incluyendo a Estados Unidos, la desigualdad ha aumentado. Donde esto no ha ocurrido, como en Cuba, por ejemplo, lo que se ha logrado es hacer a todos igualmente pobres.  Eso, como Cuba también lo demuestra, es fácil y solo requiere un gobierno dictatorial. Venezuela, por cierto, va en ese mismo camino. Con la excepción de quienes controlan el poder, el resto de la población se ha empobrecido colectiva e individualmente. El reto no es volver a todos igualmente pobres, sino que igualmente ricos, o por lo menos igualmente acomodados.

No obstante lo anterior, debo reconocer que Tele Sur se dedica a atizar los incendios que se dan en las casas de quienes percibe como enemigos.  Los activistas (porque no se les puede llamar periodistas) que emplea son expertos en ver la paja en el ojo del vecino mientras ignoran la viga en el propio.  Tiene corresponsales radicados en los diferentes países que atacan ferozmente a los gobiernos de esos países, mientras que en Venezuela no es posible contar con corresponsales que critiquen al gobierno.  Véase sino lo que ocurrió durante la visita de Jorge Ramos a Venezuela. Sin embargo, pese al ruido que genera Tele Sur, es imposible pensar que el minúsculo impacto que tiene en nuestros países contribuya de manera relevante a la generación del descontento que afecta a nuestras naciones.  Lo que sí afecta es lo que ocurre en otros países, particularmente en los desarrollados, como en el caso de los “chalecos amarillos” de Francia. La ubicuidad de las redes sociales y la globalización de la televisión, difunden a la velocidad de la luz lo que ocurre en el mundo, y las protestas en otras regiones alientan las protestas en nuestras naciones.

El germen del descontento en nuestros países reside en la desigualdad.  Los expertos nos dicen que no es la pobreza, sino que la desigualdad, lo que engendra violencia.  Para reducir la desigualdad se requiere de políticas y medidas más complejas que las necesarias para propiciar el crecimiento económico y reducir la pobreza.  El combate a la desigualdad pasa por proveer a nuestros ciudadanos de salud y educación de calidad y por el acceso de estos a bienes que les permitan crear un patrimonio, principalmente la propiedad de la tierra y de su vivienda. Los bonos, o mejor dicho, las transferencias condicionadas en efectivo (como prefieren llamarlas los expertos en desarrollo) pueden ser un instrumento para combatir la desigualdad.  No obstante, si se recurre a ellas es imprescindible evitar que los políticos las usen para generar dependencia y para fomentar el clientelismo. En nuestro caso, por ejemplo, sería mucho más creíble y aceptable que los bonos y las transferencias las manejara el Programa Mundial de Alimentos. Seguramente que ese sería un mecanismo mucho más eficiente, transparente y apropiado para asignar y distribuir esos bonos y transferencias.

Independientemente de lo anterior, lo que me parece obvio es que los organismos financieros de desarrollo, así como el FMI, se han quedado en el ámbito del combate a la pobreza e ignorado prácticamente el combate a la desigualdad.  Desde mi punto de vista, no es necesario abandonar la lucha contra la pobreza para combatir la desigualdad. Es posible hacer ambas cosas, pero para ello es menester convertir la lucha contra la desigualdad en una prioridad para todos. Si no lo hacemos, seguiremos sufriendo los estallidos periódicos producto del desencanto de la población.  En nuestro caso, no es aceptable decir que estamos frente a un mal que afecta a muchos. Ya sabemos que eso es tan solo consuelo de tontos.

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