Los desamparados: Las “mulitas” del narco

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Tegucigalpa – Consumen desde tabaco en un 94 por ciento; pegamento, alcohol y marihuana hasta en un 59 por ciento. Son usados como “mulitas” del narcotráfico, para la distribución del mercado local. Reciben pagos en especie, así su círculo se vuelve cada vez más estrecho y les condena a traficar y morir.
 

-Un millón y medio de niños se encuentran en situación de riesgo social en Honduras.

– Los niños y niñas son usados como “mulitas” del narcotráfico y para garantizar su permanencia en el negocio se les paga en especie lo que les hace iniciarse tempranamente en el mundo de la drogadicción.

-Seis mil niños y niñas viven en situación de calle o sea que viven, piden, trabajan y duermen en las calles de Tegucigalpa y San Pedro Sula.

La marihuana y el pegamento son los pagos usuales. Los distribuidores de droga saben que a través de esas adicciones aseguran la sostenibilidad de sus redes conformadas, en gran parte, por los pequeños desamparados o “mulitas” del menudeo. Son los niños y niñas en vulnerabilidad extrema.

Sólo en Tegucigalpa, los jóvenes, niños y niñas en situación de calle, un 94 por ciento fuman cigarros, un 88 por ciento consumen alcohol, un 65 por ciento inhalan pegamento y un 59 por ciento fuman marihuana, indica un estudio de la organización humanitaria Casa Alianza.

El paisaje

La endeble situación en la que sobreviven miles de niños hondureños es fácilmente comprobable con sólo recorrer a cualquier hora del día y más aún de la noche, céntricas calles y bulevares de Tegucigalpa, la capital hondureña, donde el paisaje habitual se entremezcla con las cotidianas y diminutas personitas cuya constancia en la escena les hace imperceptibles a la vista de los transeúntes ya acostumbrados e insensibles ante su existencia.

Van y vienen de semáforo en semáforo, de esquina en esquina, limpian vidrios, venden golosinas, sirven para cargar otros cuerpecitos más frágiles, hacen maromas o simplemente piden, van tras una limosna. En Honduras al menos un millón y medio de niños se encuentran en situación de riesgo social.

Llevan ropas desgastadas matizadas con las letras grandes marcas estadounidense de la moda, desaseados, se pasean bajo el inclemente sol; algunos a escasos metros de Casa Presidencial limpian parabrisas, y con la esperanza de recibir una propina por su esfuerzo, intentan alcanzar entre otros, las ventanas de lujosas y blindadas camionetas cada vez más comunes en las calles hondureñas, pero el polarizado y la estructura no resguarda la imperturbable ruta de los pasajeros que no logran determinar las manos que se alzan por las ventanillas.

Bajo los puentes de Tegucigalpa y Comayagüela viven y mueren los olvidados, abandonados, desamparados chiquillos y jóvenes que para calmar el hambre y para olvidar abusos familiares o particulares inhalan todo tipo de sustancias: pegamento (resistol) y gasolina, tal y como pudo corroborarlo Proceso Digital al recorrer zonas urbanas donde la miseria hace de las suyas.

Bajo el puente

Bryan de 18 años y Dani de 14 años inhalan resistol para escapar del hambre y de una realidad de abusos sufridos a lo largo de sus cortas vidas.

Ellos junto a cuatro jóvenes que también están atrapados por el resistol, duermen a la intemperie bajo las gradas de un puente que dan acceso al llamado “hoyo de Merriam” enfrente de la iglesia Los Dolores, en el corazón histórico de la capital hondureña. Se protegen únicamente bajo una tiendita de campaña improvisada, estructurada con un trapo azul desteñido, a merced de las inclemencias.

Como si narrara un párrafo de la obra de Amaya Amador, Dani relata que allí, “vivo con ellos, con los cipotes que están aquí ahorita bajo las gradas y me vine porque mi padrastro le pega a mi mamá, entonces yo me enoje y me vine, y mi mamá inhalaba “thinner” (diluyente de pinturas) también”, expresa con una tristeza que contrasta con su sonrisa mientras inhalaba el pegamento.

Dani dice que sobrevive en la calle y más precisamente bajo el puente desde hace un año y medio, pidiendo comida, rebuscando en la basura y recogiendo botes de plástico.

Cuenta que a pesar de tener apenas 14 años de edad, fue sacado de una institución gubernamental por ser “muy grande”. Así fue enviado a la calle junto con su mejor amigo Bryan.

Sus recuerdos del centro tampoco son muy agradables. Relata que allí era abusado por sus compañeros; “Los compañeros que son como 60 o 70 nos golpean ahí, nos golpean, lo meten en una cobija y lo comienzan a golpear a uno”, relata el pequeño Dani.


La muerte ronda

Para el Director del Área de Restitución y Protección de Derecho Dependiente del Instituto Hondureño de la Niñez y la Familia (Ihnfa), René Amaya, la muerte ronda a los menores que viven bajo los puentes y esa situación es pocas veces atendida debidamente, reconoce.

“Todo niño que mire debajo del puente está como en el olvido… esos niños están destinados a la muerte y algunos otros a un proceso de recuperación lento, son escasos los centros incluso de la sociedad civil que pueden atender este tipo de población, nosotros lo que hacemos es que muchas veces recurrimos a Alcohólicos Anónimos un centro que se llama “24 horas” para poder desintoxicarlos” expresó Amaya.

Además, justifica el funcionario de Ihnfa, oficialmente hay capacidad y centros para atender pequeños de edades de entre 0 a 10 años.

Después de los 10 años hay muy pocos centros con la capacidad de atender a jóvenes con problemas de adicción, aceptó.


Una difícil recuperación

José Guadalupe Ruelas , director de Casa Alianza, una organización que por décadas ha realizado un profundo trabajo en favor de la niñez desamparada de Honduras, señaló que la recuperación de los menores que llevan tres años o más consumiendo pegamento hace que sus recuperaciones sean mucho más difíciles, especialmente por la desnutrición.

Cada año Casa Alianza atiende poco más de mil quinientos infantes en situación de riesgo social. Allí, actualmente en uno de los programas específicos, se tratan a 15 niños con problemas de adicción.


“Mulitas” del narcomenudeo

Pero ¿adónde consiguen esta sustancias?, según Dani, Bryan y los niños que duermen debajo del puente cercano a Los Dolores, el pegamento se lo compran a zapateros, costándoles entre 10 a 20 lempiras la porción.

Según el director de Casa Alianza, muchos niños adquieren estas sustancias de mercaderes en el mercado Mayoreo quienes les brindan pegamento como paga por ayudarlos a cargar bultos, todo, a vista y paciencia de las autoridades.

Un estudio realizado por Casa Alianza en 2013 a niños en situación de calle, indica que otras drogas que deberían ser de más difícil obtención como la marihuana, son proporcionadas por los mismos distribuidores de forma gratuita las primeras veces para asegurar una nueva clientela o para conseguir que los pequeños y jóvenes trafiquen por ellos y dejen entregas como pequeñas “mulitas” del narcomenudeo.

Según la investigación, en la Tegucigalpa de los jóvenes, niños y niñas en situación de calle entrevistadas, un 94% fuman cigarros, un 88% consumen alcohol, un 65% inhalan pegamento y un 59% fuman marihuana.

Cuando se les preguntó ¿por qué inhalaban resistol?, Dani y sus amigos, dijeron de inmediato que por los abusos sufridos en su familia.


Aislar los pensamientos

Según Elena Figueroa, sicóloga “son factores sicosociales los que causan el consumo del pegamento u otras sustancias, el consumir va a hacer que ellos olviden por un momento el estilo de vida que están llevando pero van a venir ellos a compensar ciertas carencias emocionales, físicas y materiales. Ellos van empezar a consumir para aislar esos pensamientos como no tengo donde llegar, no tengo que comer, ninguna persona que me esté cuidando, entonces yo vengo consumo esto estoy en la calle, no importa su mente está como perdida”.

Son pequeñitos prefieren desconectarse y engañar su estómago con drogas ya que no pueden llevar alimentos a sus bocas y mucho menos sentir protección alguna.

Sus caritas sucias con sus miradas perdidas como efectos visibles de las drogas, son escenas repetidas que en Honduras pasan casi desapercibidas. El país sigue presto a atender la fiesta electoral de noviembre entrante y los hondureñitos no paran de deambular imperceptibles…



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