Los defensores del pueblo

Por: Hugo Noé Pino

Tegucigalpa.- Una de mis mejores experiencias educativas fue la participación en el movimiento estudiantil universitario.

La combinación de deseos de aprender, de eventos académicos constantes y la vinculación de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEUH) a los problemas nacionales, no sólo me permitieron tener un panorama amplio de la situación nacional, sino también entender el mundo que me rodeaba. El movimiento estudiantil universitario se fue debilitando con el tiempo por varias razones como la tremenda represión de los años ochenta y el efecto de la globalización. Pero los grupos estudiantiles beligerantes también tuvieron sus problemas internos, y algunos comenzaron cuando pasaron a ser empleados de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) o su condición de dirigentes les permitía pasar a puestos administrativos o docentes sin los méritos correspondientes.

Este proceso de cambio, nada saludable para la buena marcha de la UNAH y del país, también se ha dado recientemente en otras organizaciones de carácter popular. Acá, la situación ha sido más compleja. La globalización trajo el cambio parcial de la estructura productiva del sector agropecuario y de un incipiente sector industrial, a una mayor participación del sector servicios, disminuyendo la combatividad tradicional de los sindicatos y grupos campesinos; incluso, en algunos sectores tendieron a desaparecer. La lucha popular pasó, en parte, a ser representada por los sindicatos públicos principalmente. Estos, además de tener reivindicaciones salariales, también se pronunciaban y ejercían acciones sobre los problemas nacionales.

Sin embargo, en momentos en que el sector popular es más castigado, sus representantes, los defensores del pueblo, no aparecen. Se aumentó el Impuesto Sobre Ventas (ISV) de 12% al 15%, se incrementó el impuesto a la gasolina, se encareció la cuota de cotización al Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS), se aumentaron las tarifas de la energía eléctrica, se congelaron salarios en el sector público, se establecieron peajes, se redujo la cantidad y calidad de servicios de salud, y nadie dice nada. En algunos casos, como en el movimiento estudiantil, la represión se ha encargado de destruir sindicatos y dirigentes campesinos. En otros, la incorporación a sueldos, dietas o prebendas han hecho que se identifiquen más con el poder, que con los miembros que representan.

La pérdida de combatividad de algunos sectores populares ha traído como consecuencia que los grupos de poder, cada vez más pequeños y conservadores, hagan lo primero que se les viene a la mente. Solamente así se explica, entre otras cosas, que los fondos de pensiones se estén invirtiendo en obras que nadie sabe cuál es su rentabilidad, que el Régimen de Aportaciones Privadas (RAP) haya sido transformado en una asociación de fondo privado de prestaciones sin preguntarle a nadie, y que despidos masivos se hayan dado sin una sola protesta. El problema de mediano plazo es que los problemas no se resuelven, sino que se posponen. Pero no hay problema, tanto funcionarios públicos como dirigentes populares estarán en otras y mejores lides. Lo único que se mantendrá es la estructura de poder que maneja el país, manteniendo la desigualdad y atraso que nos caracteriza.

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