Por: Ricardo Puerta
Tegucigalpa.– Este escrito lo armé –el 17 de octubre, 2019– un día antes que se conoció el fallo. Me lo incitaron a producir varios periodistas amigos que querían saber mi opinión, si el enjuiciado en Nueva York sería declarado “Inocente” o “Culpable”.
Si bien desde hace días tenía mi opinión personal ya formada sobre cuál iba a ser el resultado final del juicio, para mí el veredicto del jurado me resultaba irrelevante. Las razones las explico más adelante. Porque lo más importante era — y sigue siendo– explicar porqué Honduras llegó a esa coyuntura tan desafiante, que como atractivo novelón nacional, mantuvo al país en vilo por demasiados días.
La coyuntura en que Honduras se encuentra a causa de juicio de Nueva York constituye un hito histórico. Puede hundir más el país hasta llegar a sus propias cenizas, o convertir la coyuntura en una oportunidad singular para levantarlo, sin los lastres del pasado, con una pertinencia y orgullo nacional propia del siglo XXI… si se sabe aprovechar. Como acontecimiento o hecho relevante, marca un antes y un después en el contexto donde sucede.
En tal sentido, el fallo que nos viene de Nueva York –de Culpable o Inocente– “da igual”,. Aunque si reconozco que si lo declaran “Culpable”, eso aumentaría la velocidad, intensidad y profundidad del reto. Se erigirá en un punto de referencia, con efectos de tremenda influencia.
El presente texto lo he construido desde mi perspectiva de Ciudadano Estadounidense que soy. Nacido en Cuba, donde… para bien y para mal, fui educado por los jesuitas, siempre con saldo positivo. Llegue a Estados Unidos con 20 años de edad, como inmigrante legal en 1960 y decepcionado por la traición fidelista que sufrí durante mi juventud en Cuba. El pais del Norte me dió y formó mi ciudadanía, con esmerada atención en la sociedad civil estadounidense y su desarrollo socio-político, antes que el centrista y poderoso Estado Federal. Todo ello me aportó un entendimiento del desarrollo de la historia, al menos de la Occidental. En Estados Unidos me hice sociólogo profesional de la vida cotidiana, con influencias gringas, alemanas, luteranas y judías. Desde 1973, soy residente extranjero en Honduras, mi tercer país adoptivo. Aquí, hasta ahora, es donde he vivido por más años y en forma continua. Es además el territorio donde he logrado formar mi propia familia nuclear, y al mismo tiempo ser parte de una familia hondureña extensa, que ya es multi-nacional, y que con el tiempo, y el agregado de “los nuevos pinos milenarios” tiende a ser global.
Sigo con mi interpretación personal del “veredicto del juicio de Tony”. Lo mismo da, que publiquen esto antes o después se conozca la sentencia del jurado en el juicio de Nueva York. (Nota: En el texto que sigue, destaco en negrita el contenido que proviene de Cesar Vidal, cito la fuente al final del escrito. El texto escrito en Itálica y el que aparece entre paréntesis o entre comillas, lo agrego de otros autores, para darme a entender mejor con el lector).
De manera comprensible, el influjo (fue) de los puritanos, colonizadores del territorio de lo que después se convirtió en los Estados Unidos de América. Fueron llamado “puritanos” porque –influidos por el pensador reformista Juan Calvino– pretendían purificar la Iglesia Anglicana, quitándole los residuos del catolicismo y acercando su liturgia al calvinismo—(reto que) resultó especialmente decisivo en la redacción de la Constitución (de los Estados Unidos). Redactada finalmente en la Convención Constitucional en Filadelfia en 1787, firmada el 17 de septiembre de 1787 y ratificada por el número requerido de estados (nueve) el 21 de junio de 1788). Y hasta hoy…..con más de 230 años en vigencia.
Según destaca acertadamente un comentarista, “Calvino siempre se interesó por el problema del gobierno, por eso llegó a ser uno de los más importantes escritores políticos del siglo XVI y, como tal, uno de los constructores de la democracia constitucional”.
Los denominados principios del calvinismo político resultaron esenciales a la hora de darle forma a la República (estadounidense). Contrario a juristas romanos como Quintiliano, Calvino no comienza por la idea de que el Estado crea el derecho o la justicia. Insiste en el concepto de lo justo y lo injusto, del derecho y de la equidad, (que son) implantados en el corazón del hombre por Dios. Por eso, todas las buenas normas son resultado de leyes naturales –que siglos después como teoría se montó en el carro científico del “Darwinismo Social”– grabadas por Dios en la conciencia humana, porque el concepto de justicia tiene raíces en Dios y en la conciencia del hombre iluminada desde las Sagradas Escrituras, que forman la base de todo sistema estatal, legislativo, judicial o gubernamental.
“El darwinismo social es una teoría social que defiende que la teoría de la selección natural de Charles Darwin tiene aplicaciones sociales en comunidades humanas. … Los «darwinistas sociales» se han percibido a sí mismos como actores que aplican las bases biológicas darwinianas a la sociedad”.
….pero a los principios anteriores, (Calvino) unió otro absolutamente esencial que, por sí solo, sirve para explicar el desarrollo tan diferente seguido por la democracia en el mundo anglosajón y en el resto de Occidente. La Biblia –y al respecto las confesiones surgidas de la Reforma (Luterana) fueron muy insistentes—enseña que el género humano es una especie profundamente afectada como consecuencia de la caída de Adán. Por supuesto, los seres humanos pueden llevar a cabo buenos actos y realizar acciones que muestran que, aunque empañadas, llevan en sí la imagen y semejanza de Dios. Sin embargo, la tendencia al mal es innegable y hay que guardarse de ella cuidadosamente. Por ello, el poder político debe dividirse para evitar que se concentre en unas manos –lo que siempre derivará en corrupción y tiranía—y debe ser controlado. Esta visión pesimista –¿o simplemente realista?—de la naturaleza humana ya había llevado en el siglo XVI a los puritanos a concebir una forma de gobierno en su Iglesia que, a diferencia del episcopalismo católico o anglicano, dividía el poder en varias instancias que se frenaban y contrapesaban entre sí, evitando la corrupción.
Cesar Vidal. El águila y el quetzal. Centroamérica: de la Conquista al Plan de la Prosperidad del Triángulo Norte. Planeta, México, 2016. pp. 63-64.