Las sorpresas del 2015

Por: Thelma Mejía
Tegucigalpa.- El año que está por finalizar deja muchas sorpresas, unas agradables por sus historias de éxito, mientras otras sencillamente asombrosas por su impacto y trascendencia.

Comenzaré en mi valoración personal por las primeras, aquellas que considero buenas nuevas, refrescantes y esperanzadoras por su anonimato y sus protagonistas.
Dentro de esas historias resalto a la comunidad pesquera de Plan Grande, una aldea del municipio de Santa Fe, en el departamento de Colón, en donde sus pobladores tejen a puro esfuerzo y entusiasmo sus historias de éxito. Son la primera comunidad referente en el manejo del uso de la energía hidroeléctrica comunal, desarrollaron su propio protocolo de uso y distribución, así como tarifas acorde a lo que tienen. Dijeron adiós a las velas.
Paralelo a ello, tienen un plan de manejo forestal para preservar el bosque que rodea a la cuenca del río Matías y por si eso fuera poco, está dando cátedra de cómo la tecnología puede ser aplicada para prevenir embarazos en adolescentes de la mano de una cipota de 15 años. En Plan Grande, la comunidad está orgullosa de lo construido gracias a la oportunidad que les dio un programa de la cooperación internacional que no gusta promocionarse con rótulos. Se trata del Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) de Naciones Unidas.
Tres personas y un haz de voluntades de la mano de un comité directivo ad honorem que se reúne para aprobar proyectos a los pobres de entre los pobres, es la historia que encierra el PPD donde el principal requisito para acceder a sus pequeños recursos es la transparencia, la honestidad, la rendición de cuentas y el compromiso con la naturaleza. Como PPD hay otros proyectos de cooperación en el país, anónima pero eficiente.
La sencillez de los habitantes de Plan Grande, su sabiduría popular y sus sueños son historias que encantan para quien llega a ese sitio encantado al cual se puede acceder solo por mar, tras 10 largas horas de camino bordeando el litoral atlántico. Son en este 2015, parte de mis héroes anónimos.
Otros de mis héroes son dos sacerdotes, cada uno de ellos en su tinta, como decimos los periodistas. A ambos los conocí a fines de los noventa cuando tenía a cargo la coordinación de un programa de cultura de paz y no violencia de la Universidad para la Paz de las Naciones Unidas como parte de un esfuerzo regional en Centroamérica, tras la firma de los acuerdos de paz.
Ambos, en departamentos distantes hacían lo propio a favor de la paz y la no violencia. Uno en todo lo que abarca el sector asignado para la Compañía de Jesús en Honduras, y el otro fraguando los acuerdos de paz en Olancho entre la famosa familia de los Turcios y los Nájera.
Ellos son el sacerdote jesuita Ismael Moreno, director de Radio Progreso y miembro de la Compañía de Jesús. El otro es el cura franciscano de origen maltés y recientemente nacionalizado hondureño Alberto Gaucci.
El famoso padre Melo, es un hombre afable, extremadamente sencillo y de quien he escuchado hermosas misas campesinas. Con él trabajamos un proyecto en Tocoa, Colón, hace muchos años antes de ser la pequeña Colombia, antes que Los Cachiros o las andanzas de Coque fueran famosas por sus hazañas.
La fundación noruega Rafto otorgó al padre Melo el Premio Rafto por su defensa de los derechos humanos y la libertad de expresión. No siempre compartimos con el padre Melo la visión de la realidad del país, pero nos respetamos profundamente y se dé su calidad humana, de su compromiso con los más necesitados, así como de sus satisfacciones y sus decepciones. El trabajo de Melo, la Compañía de Jesús, Radio Progreso y el ERIC son parte de los héroes anónimos de este país que tienen en el pueblo el reconocimiento  a su esfuerzo.
El otro sacerdote es el padre Alberto Gaucci, un personaje único, a quien conocí en un proyecto con la iglesia católica sobre el entierro de armas violentas en Olancho.
El padre Alberto conoce Olancho como la palma de su mano, tiene un profundo amor por la juventud y es un comprometido con la no violencia, sus sermones son únicos y debe ser un hombre profundamente cristiano, sabio y tolerante para sobrevivir en el Olancho que le conocí y el Olancho del cual me hablan ahora.
Fue un gestor de la firma de los acuerdos de paz entre la familia de los Turcios y los Nájera, cuya vendetta marcó a ese departamento y existe un libro que cuenta sus anécdotas llamado “Los Gallos de San Esteban” que escribió un periodista costarricense.
Cuentan que en los más caliente de la vendetta entre esas dos familias, el padre Alberto se daba el lujo de sentar en la iglesia en un lado a los Turcios y en otro a los Nájera, los sermoneaba pero lograba que se respetaran, sin duda un gran conciliador, un conocedor nato de la realidad olanchana que le sirvió para aplicar la resolución pacífica de conflictos. Hablar con él es una delicia, dice que conoció a un personaje muy famoso en Olancho conocido como Canuto, una especie de bandolero en la zona.
Recordar las historias del padre Alberto, el padre Melo o los pescadores de Plan Grande, son refrescantes para el alma y esperanzadoras para este país que en medio de sus tragedias, construye de a poco, sueños que se engrandecen en noche de luna llena y cielo tupido de estrellas como el que se observa desde la comunidad de Río Coco en la ruta que sigue a Plan Grande en Colón.
Vamos ahora con la otra cara del 2015 que fue para mí sorprendente y sobre lo cual habrá mucho que decir en el 2016. Me marcó el anuncio del cierre “temporal” de Diario Tiempo, un tanto ingrato para lo que ese medio de comunicación ha representado en la historia de Honduras y su democracia.
Ingrato también por el martirio que viven los colegas peleando sus derechos en un escenario incierto ante la situación que empañó a la familia Rosenthal con la designación hecha por Estados Unidos de presuntos lavadores del crimen organizado y con ello el cierre de Banco Continental y la afectación que ello conlleva a algunas de sus otras empresas. Sin duda fue un hecho sorprendente para el país, para las elites de poder y para la economía con consecuencias aún insospechadas.
Le sigue a los Rosenthal, el caso del ex presidente Rafael Callejas, impensable, quizá la otra enorme sorpresa del año. Washington golpeó a un símbolo del poder político y sus conexiones. Las elites aún no se reponen del golpe de los Rosenthal y de Callejas, los centros de pensamiento están obligados a analizar los casos sin los apasionamientos debidos, mientras la prensa deberá poner a prueba su rigor y equilibrio en una sociedad altamente polarizada que a veces, parece buscar venganza y no justicia, quizá por la impunidad del país y su obscura corrupción.
Las extradiciones de algunos integrantes de los presuntos carteles de la droga no dejan de sorprender, eran previsibles, pero no así la decisión del imperio de estremecer a este país golpeando sus elites de la mano de un gobierno que tampoco tiene garantías de salir indemne y consciente que Honduras está tocando fondo, caiga quien caiga. La vergüenza aquí es de las instituciones y la institucionalidad de un país que parece se compone o lo componen. Son las sorpresas del 2015 que siguen y seguirán.
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