La procesión académica

Por: Armando Euceda

Hace más de 800 años, en Bolonia, Italia, nació la primera universidad europea.

Su semilla se había sembrado en monasterios de la edad media y el fruto de estas ideas ha llegado a todos los rincones del mundo. Nuestras universidades son hijas de este apetito por lo maravilloso que en ese momento de la historia sintieron los que pensaron en grande acerca de las artes liberales, el derecho, la medicina y la teología, todas -desde luego- cobijadas por la filosofía.

La historia registra que, para protegerse, los estudiantes de Bolonia formaron un gremio. Lo mismo hicieron los maestros. El emperador de turno les dio una cédula en 1158 en la cual les reconocía todos sus derechos.

La semilla se propagó y llegó a París. En 1200 el rey de Francia reconoció oficialmente a la Universidad de París. Ocho años después el modelo francés llegó a Inglaterra y nació la Universidad de Oxford; luego a Cambridge y la fiesta de las ideas siguió.

Pero en la semilla de la universidad reside un gen que al reproducirse en la mente del universitario le demanda autonomía. La autoridad civil y la iglesia conservaron la autoridad en las iniciativas universitarias. Y fue en la Universidad de París en donde se libraron las primeras y cruentas luchas por conseguir la autonomía de la universidad. La universidad de París consigue su autonomía en 1229. Le sigue una huelga que duró desde 1229 hasta 1231. Luego de enfrentamientos entre estudiantes y policías, finalmente se retira la autoridad del obispo.

La semilla de Bolonia, París y Oxford llegó a España en 1218. El rey Alfonso IX funda la Universidad de Salamanca. Siguiendo la ruta descubierta por Cristobal Colón el ideal universitario viaja a nuestro continente. Los españoles fundan las primeras universidades en Santo Domingo en la República Dominicana, San Marcos de Lima en Perú y la Universidad de México en Mexico.

En 1676, en lo que hoy es Antigua Guatemala se funda la primera universidad de Centro América. Su primer rector fue un graduado en Salamanca. En 1812 se funda la Universidad de León en Nicaragua. En León estudia el hondureño José Trinidad Reyes y en 1846 la fiesta de las ideas, iniciada en Bolonia, llega a Tegucigalpa: El Padre Trino funda la Sociedad del Genio Emprendedor y del Buen Gusto, que luego se convertiría en la Universidad Nacional. Desde 1957 la UNAH es autónoma.

Desde su nacimiento la universidad nacional se colocó en el eje de la historia nacional, sin ella no es posible trazar una ruta lógica que permita entender la dinámica de nuestra sociedad y su contexto internacional. Por eso hay que quererla, protegerla y confiar en ella.

Cuando asistimos a una procesión académica en la cual los jóvenes desfilan con togas de variados colores, debemos hacer un alto y rendir tributo a las personas que han escogido utilizar el máximo de sus capacidades para arroparse, por el resto de su vida, con el conocimiento humano. Tributo muy merecido porque ellos han escogido tejer su red de creencias parándose sobre los hombros de gigantes del pensamiento y así poder ampliar, expandir o inflar en todo su esplendor su visión del universo, la naturaleza humana y la dinámica del pensamiento que mueve a la humanidad en su tránsito. Más de Armando Euceda. Aquí…

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