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“La miseria está perra”

Por: Luis Cosenza Jiménez

“La miseria está perra”.  Esta fue la respuesta que un integrante de la más reciente carava dio cuando un periodista le preguntó por qué migraba. 

Según las agencias de noticias, en estos días alrededor de cuatro mil migrantes, integrantes de la última carava, se concentran en la frontera entre Guatemala y México.  Esperan e imploran que el gobierno azteca les autorice a ingresar a su territorio y así poder continuar su viaje a Estados Unidos. Ni las políticas de Donald Trump, ni los mensajes por radio y televisión de don Juan Orlando, ni las noticias que detallan los peligros y los vejámenes que experimentan y sufren en el periplo, han logrado mermar el deseo por migrar.  Como país hemos fracasado en generar empleo y esperanza de un mejor futuro, y nuestros compatriotas nos abandonan, o al menos intentan hacerlo. Es probable que la mayoría de ellos no logre llegar a su ansiado destino y que sean deportados o sufran grandemente en otras tierras, pero aún así, no hay razón para pensar que la migración cesará o disminuirá significativamente.  A mi juicio, nuestra situación continuará deteriorándose, lo cual acentuará el deseo de migrar. Permítanme explicar por qué.

La migración tiene sus raíces en la inseguridad y en la falta de empleo, particularmente de empleo con salarios que permitan vivir con dignidad y que alienten la esperanza de un mejor futuro.  La extorsión continúa siendo un grave problema que parece no tener fin, y los múltiples homicidios y masacres que menciona la prensa generan la percepción de una creciente inseguridad. Las cifras oficiales, por muy ciertas que sean, solo generan escepticismo en la población.  Por otro lado, la crisis política que vivimos, la percepción de la ubicuidad de la corrupción y de la penetración del narcotráfico en las altas esferas del gobierno desalientan la inversión privada en nuestro país. En este contexto, la desaparición de la MACCIH reforzará la percepción de corrupción en nuestro gobierno.  Independientemente de lo que la lectora pueda pensar del desempeño de la MACCIH, me parece innegable que su ausencia solo viene a confirmar las percepciones de todos, nacionales y extranjeros. Es imposible pensar que esa decisión del gobierno propiciará la inversión en el país. Siendo esto así, generaremos menos empleos y produciremos más pobreza, lo cual a su vez, generará más inseguridad.  Consecuentemente, habrá más incentivos para migrar. Todo esto hace prever que las decisiones del gobierno en efecto están propiciando la migración.

Desde luego que es posible que las políticas de Donald Trump, y las medidas que puedan tomar los gobiernos de México y Guatemala, así como el de Honduras, terminen reduciendo los flujos migratorios.  Sin embargo, eso solo implica que tendremos más desempleados y pobres en nuestro país, y esto es caldo de cultivo para la explosión social. El lector seguramente apreciará que estamos viviendo en una olla de presión, cuya válvula de escape a la fecha ha sido la migración.  Si esa válvula se sella y no contamos con la inversión necesaria para generar empleo, particularmente empleo digno, la presión social aumentará hasta eventualmente culminar en una explosión. Me imagino que muy pocas personas pueden creer que nuestro actual sistema, tanto en lo social, como en lo económico y lo político, es sostenible.  A la fecha la oposición política ha carecido de los líderes y de la visión necesaria para aprovechar las injusticias que genera nuestro sistema y así llegar al poder y sustituir el actual modelo por otro que genere, aunque falsamente, esperanza e ilusión en nuestro pueblo. A mi entender, es solo cuestión de tiempo para que surja un líder anti sistema, populista y hábil.  La historia nos dice que eso no solucionará nuestros problemas, pero todos nuestros países parecen condenados a pasar por esa etapa. La única forma de evitar esto es que nuestra clase política cambie y opte por hacer los cambios que demandan los tiempos. Lamentablemente, nuestra clase política es sorda y ciega.

Ejemplo de esto es lo acontecido con la MACCIH.  Seguramente que la labor de esta no fue perfecta.  Las obras de los mortales no lo son. Sin embargo, su presencia permitía a muchos pensar que se estaba combatiendo la corrupción.  Ahora esas personas sienten que se ha asegurado la impunidad de los políticos corruptos. Véase lo que ha ocurrido recientemente. El Secretario de Estado de Estados Unidos ha públicamente acusado a uno de nuestros diputados de ser corrupto.  Como mínimo, uno esperaría una reacción de las autoridades, anunciando una investigación del caso. Sin embargo, a mi mejor entender, eso no ha ocurrido, y me permito preguntar a quienes leen esta columna, ¿piensan ustedes que la salida de la MACCIH hace más, o menos, probable que se produzca una reacción de parte del gobierno?  Los portavoces del gobierno, incluyendo al mismo Juan Orlando, ante la salida de la MACCIH, se han apresurado a decirnos que harán que se apruebe nueva legislación y que redoblarán sus esfuerzos en la lucha contra la corrupción. Parecen olvidar que en nuestro país no es la ausencia de legislación, sino que la falta de voluntad política lo que hace imposible la lucha contra la corrupción.  Ofrecen tomar medidas, ignorando que carecen absolutamente de credibilidad.

Yo insisto en ser optimista y por tanto sigo demandando a la clase política que hagamos profundos cambios que fortalezcan nuestra incipiente democracia.  Adoptemos la segunda vuelta y los distritos electorales uninominales. Que los cambios que reclama la sociedad se logren mediante nuestros votos y no mediante luchas fratricidas que solo dejan un país destruido sumido en sangre y luto.  Todavía estamos a tiempo, pero las caravanas claramente nos advierten que el tiempo se nos agota. Para colmo de males, le roban al pueblo sus ilusiones y esperanzas con decisiones absurdas, como la desaparición de la MACCIH, que solo acentúan la percepción de fomento a la impunidad.  No obstante, no claudiquemos y sigamos reclamando el fortalecimiento de nuestra democracia y la lucha contra la corrupción.

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