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La marea social

Por: Pedro Gómez Nieto
Asesor y Profesor CISI

No existe un modelo de gestión presidencial que garantice el desarrollo sostenido de un país hacia la prosperidad, o bien retroceder hacia la mediocridad, hacia el sumidero material, intelectual y moral. Un ejemplo sorprendente lo tenemos con Chile. Una sociedad vanguardista, por 30 años referente mundial navegando hacia cotas de bienestar propias del primer mundo, toma la demencial decisión de quemar el barco con todos dentro. Salvo que se trate de una operación diseñada en tiempo y forma por el enemigo común que tiene Latinoamerica. Enemigo cuya identidad y objetivos mostró el dictador Diosdado Cabello, vicepresidente de Venezuela, cual hombre del tiempo, pronosticando lo que se nos viene encima: “Una brisa bolivariana recorre América Latina que terminará por convertirse en huracán”.

Quienes justifican el harakiri aducen que “el modelo colapsó” porque procede de una Constitución aprobada en 1980 durante la dictadura de Pinochet. Maliciosamente olvidan que fue reformada 28 veces, y que con ella Chile pasó de ser “país ratón” a “país león” en el concierto internacional, con índices de crecimiento equiparables a naciones del primer mundo. El incremento al precio del billete del metro, transporte popular masivo, fue la excusa para desencadenar el Armagedón. Comandos insurreccionales entrenados para la guerrilla urbana, aprovecharon las reclamaciones legitimas de la población para provocar el caos. Utilizando como ariete a los estudiantes, ¿resulta familiar?, procedieron a incendiar y destruir de forma coordinada las estaciones del metro continuando después con la propiedad privada. Terrorismo urbano. Si antes tenían un transporte supuestamente caro, pero eficaz y seguro, ahora no existe. Ahora el trabajador debe desplazarse de forma gravosa e insegura. ¿Quién pierde? Siempre el pueblo manipulado utilizado como carne de cañón.

Este es el tipo de “legitima protesta insurreccional” por la que suspiran nuestros próceres, tratando de engañar al pueblo para que se inmole por ellos. No terminamos de entender que si justificamos la violencia como herramienta válida para conseguir objetivos políticos, dejaremos abierta la puerta para que en el futuro cualquier oposición tenga el mismo derecho a utilizarla contra el gobierno de turno. Mateo 25,51: “El que a hierro mata a hierro muere”.

El problema de Venezuela se produjo a la inversa. De “país león” en los años 70, llamada la Suiza de Latinoamérica, convertido hoy en “país ratón” totalitario. “Somos un pueblo muy organizado”, dice Maduro. Conductor de guaguas elevado a los altares, cuenta con una estructura de oídos y lenguas en cada calle, barrio, y consejos comunales de cada ciudad. Advierte: “Que no se equivoque nadie con Venezuela, tierra bolivariana, prestos para defender la revolución bolivariana”. “Estamos cumpliendo al milímetro los objetivos establecidos en el Foro de Sao Paulo”. Con el dictador nadie se equivoca. Tiene a Simón Bolívar siempre en la boca pero no en el intelecto. Bolívar decía: “Un hombre sin estudios es un ser incompleto”.

La convulsión social y política que salpica Latinoamérica no sucede de manera sorpresiva, sino progresiva, terminando por salir a la superficie cual fumarolas. Los cambios sociales a veces tardan décadas en hacerse perceptibles. Nadie se acuesta defendiendo una ideología conservadora (PAC) y se levanta apoyando el socialismo refundacionista (LIBRE), salvo que padezca un severo síndrome de abstinencia provocado por la banda presidencial.

Son las ideas de pensadores visionarios las que mueven el mundo. Por citar dos nombres emblemáticos, Carlos Marx, o bien el fraile Martin Lutero cuando en 1517 clavó en la puerta de la iglesia de Wittenberg su protesta contra el tráfico de indulgencias, conteniendo 95 tesis que provocaron el incendio espiritual, intelectual y material de Europa gracias a la imprenta de Gutenberg. Las ideas anidan en la mente y corazón de las personas, desarrollándose como el feto en el vientre de la madre, para terminar alumbrando, provocando cambios sociales pacíficos o violentos, hacia el desarrollo o bien hacia el agujero negro.

En Catrachilandia tuvimos una llamarada de tusa con la “Marcha de las Antorchas”. Marea social genuinamente popular, espontánea y pacífica, que crecía cada semana para manifestar al mundo el rechazo a la corrupción de políticos, autoridades y empresarios, y a la impunidad colateral. Fue una “brisa regeneradora” que obligó al gobierno a solicitar la MACCIH sin hacer dejación de soberanía como pretendían los próceres. Marea social que terminó desinflándose al ser penetrada políticamente por LIBRE buscando rentabilizarla en beneficio propio.

“Podemos imaginarlo todo, predecirlo todo, salvo hasta donde podemos hundirnos”. -Emil Cioran-

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