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La guerra del fin del mundo

Julio Raudales

Trump se fue a la guerra.

A menos de 90 días del inicio de su segundo mandato, el tremebundo presidente norteamericano anunció en una conferencia de prensa desde la Casa Blanca el pasado miércoles, la imposición de aranceles selectivos a más de 180 países, es decir, a casi todo el mundo.

Trump, mal aconsejado por sus asesores atrabiliarios, ha cometido un error gravísimo y lo va a pagar caro. El problema es que las consecuencias de su error no caerán solamente sobre él, sino que el mundo entero tendrá que cargar con el peso de sus dislates. Su estulticia y arrogancia, su cortedad de mira, van a provocar que los 300 millones de consumidores de los Estados Unidos tengan que cargar con una inflación desatada y que el resto del mundo sufra recesiones y hasta depresiones económicas históricas.

En una genial metáfora, Larry Summers, el secretario del Tesoro de Clinton, dice que Trump es a la economía, lo que la astrología es a la astronomía o lo que el creacionismo a la biología. Es decir, lo que la superstición es a la ciencia. Los sabios de este mundo no han ahorrado comentarios: El megalómano presidente cree que puede reescribir la ciencia económica, refundar la teoría del comercio.

En su infinita torpeza, el presidente piensa que puede demostrar que los aranceles y otras barreras al comercio harán grande a América de nuevo, que proteger a la producción nacional hace que los países se enriquezcan, que prosperen. En otras palabras, su envanecimiento pretende contradecir lo que ha sido probado en la práctica en los últimos 200 años, puede ser desechado de un plumazo tan solo por el arte de su voluntad. ¡Vaya si es estúpido!

Ya el pasado jueves, es decir, menos de 24 horas después del anuncio, el S&P 500 cayó en 5 puntos, lo cual es mucho para solo un día. El viernes experimentaron bajas los mercados en Japón, China, Europa y Latinoamérica. Las proyecciones son tremebundas y no es exagerar: en los últimos dos meses se han perdido más de 3 trillones de valor en las empresas mas importantes del mundo. ¿No hay nadie del entorno de Trump que le haga entender que está llevando a la ruina, no solo a su país, sino al planeta entero?

Summers lo sentencia de forma taxativa cuando cierra diciendo: “Nunca en la historia, un discurso de una hora en la Casa Blanca le va a costar tanto al pueblo estadounidense”.

The Economist, en su editorial del pasado jueves traza un sólido argumento. Dice que Trump está tomando estas decisiones bajo la consigna de que los Estados Unidos han sido, durante décadas, víctimas de una estafa por parte del resto del mundo, quien se ha aprovechado de ese país vendiéndole sus productos y sirviéndose de la buena voluntad de sus pobladores. “Si esto fuera así” dice la prestigiosa revista “El país estaría empobrecido, los americanos huirían buscando otros lares para tener una mejor vida, como lo hacen los cubanos, venezolanos y haitianos.”

¡Y no es así! Por el contrario, Los Estados Unidos es el país más próspero del mundo, el que otorga mejores oportunidades a su población y, aunque no es el paraíso terrenal, el destino de la mayoría de los migrantes del mundo.

Acá en Honduras se escuchan algunas voces altisonantes y hasta entusiastas con la medida. Esas voces no tienen una visión integral del problema. No saben que las posibles ganancias que obtendrían debido a que, por ejemplo, a Vietnam, nuestro mayor competidor en la producción maquiladora, se le ha impuesto un arancel de 48% a sus productores, mientras que a nosotros “tan solo” el 10%.

El argumento no solo es erróneo sino también miope. Las posibles mayores ventas de nuestros maquiladores caerán rápidamente debido a la rápida recesión en que caerá el mundo más temprano que tarde. Un punto de incremento en la inflación norteamericana hace que las importaciones que aquel país mengüen en 0.8%. es decir, invariablemente nos veremos afectados.

Ojalá y se pudiera argumentar que, en esta ocasión, evitar el colapso que viene depende solo de nosotros. Pero, para bien o para mal, vivimos en un mundo cada vez más conectado y eso no lo podrá parar ni Trump con sus medidas. No queda más que conformarnos a pagar por su error y esperar que vengan tiempos mejores.  

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