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La diplomacia de las vacunas

Salvador Moncada; Emeritus Professor
University of Manchester UK

Primera parte
En una actitud prepotente, de un “sálvese quien pueda”, las naciones occidentales más ricas compraron vacunas contra el coronavirus, dejando a las regiones más pobres en una situación vulnerable. Es posible que nueve de cada diez personas de los países pobres no se vacunen nunca. Con el 14% de la población mundial, los países ricos consiguieron el 53% de las vacunas: Casi todas las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna fueron destinadas exclusivamente para ellos; ni siquiera se ofrece a los pobres, a menos que les sobren y las donen, como ha hecho Israel.

En los primeros días de la pandemia, cuando los fabricantes de medicamentos estaban empezando a desarrollar vacunas, hacer pedidos de cualquiera de ellas era un riesgo. Los países más ricos mitigaron ese riesgo haciendo pedidos e invirtiendo grandes cantidades de su dinero público, para acelerar los procesos de elaboración de las vacunas.  Sin dejar espacio a países con ingresos medios, que tuvieron dificultades para conseguir contratos.  Perú o México, que tenían dinero para comprar vacunas no tuvieron acceso para ponerse a la cabeza de la fila junto a los países ricos. 

Según Unicef, los países de bajos ingresos hicieron sus primeros acuerdos significativos de compra de suministros en enero de 2021, ocho meses después que Estados Unidos, EEUU, y el Reino Unido hicieran sus primeros acuerdos.

En Honduras han llegado apenas 59.000 dosis de vacunas para sus 10 millones de habitantes, en África, sólo se han adquirido 36 millones de dosis para los 1.300 millones de personas, en algunas partes de Asia, se observan deficiencias similares en el acceso a las vacunas.

China y Rusia han suministrado más de 800 millones de dosis de sus propias vacunas a 41 países. Ochocientos millones frente a los 34 millones de la Unión Europea. Hasta ahora sólo el Reino Unido no ha dado nada en absoluto. Este mezquino nacionalismo vacunal está dañando irremediablemente a Occidente, traicionando sus pretensiones de magnanimidad, liderazgo global inclusivo y preocupación por la salud mundial.  

La Unión Europea, UE, ha exportado sus dosis a países, que no tienen problemas para pagarse las vacunas, pero con los cuales, tienen diversos intereses: Singapur, Arabia Saudí y Hong Kong. Y también envió cerca de 9 millones de dosis al Reino Unido, un país que, al no pertenecer a la UE, tiene una prohibición de exportación propia; y un millón de vacunas a Estados Unidos, país que también tiene prohibidas las ventas al extranjero. Como resultado, EEUU, Inglaterra y la UE, tienen suficientes vacunas como para vacunar a su población varias veces.

Estados Unidos se ha enfrentado a las críticas de que no sólo está acaparando sus propias reservas, sino que también está bloqueando el acceso de otros países a las vacunas. Ahora, al contar ya con inoculantes suficientes para su población, puede exportar hasta 60 millones de dosis del Astra-Zeneca en los próximos meses a otros países, entre ellos, Centro América. Sin embargo, la vacuna Astra Zeneca no ha sido aprobada para su uso en los EEUU y además, se sospecha que esta generosidad podría estar vinculada a otros esfuerzos diplomáticos. El préstamo de Washington de 2,7 millones de dosis de vacunas de AstraZeneca a México el mes pasado se produjo el mismo día en que México anunció que estaba restringiendo los cruces en su frontera sur, un esfuerzo que podría ayudar a disminuir el número de migrantes que buscan entrar en Estados Unidos.

Israel, que administra más de 150.000 dosis de vacunas al día, no estaba vacunando, de forma deliberada, al pueblo palestino que ocupa. Cuando se le preguntó al respecto, el ministro de Sanidad israelí resopló diciendo que Israel no tenía ninguna obligación legal de vacunar a los palestinos. En cambio, está regalando su excedente de dosis de Moderna a los países que trasladaron sus embajadas a Jerusalén (o que lo han prometido), como Hungría, la República Checa y Honduras, que recibió la irrisoria suma de 2.684 vacunas.

Sin embargo, en febrero, al día siguiente de que el Banco Mundial le recomendara compartir sus vacunas con Palestina para garantizar la efectividad de la campaña de inmunización, Israel anunció la entrega de “una simbólica cantidad de dosis” a la Autoridad Palestina para proteger a sus trabajadores sanitarios.

A medida que se extienden las variantes del virus, «nadie está a salvo hasta que todo el mundo esté a salvo”, lo dijo el director de la Organización Mundial de la Salud, OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus. Está claro que la tragedia para los países más pobres podría convertirse en una tragedia para todos los países. Cuanto más se extienda el virus, y cuanto más tiempo se tarde en vacunar a todos, más posibilidades tendrá el virus de seguir mutando de forma que ponga en peligro a todo el mundo.

La Alianza Popular para la Vacunación afirma que casi 70 países de bajos ingresos sólo podrán vacunar a una de cada 10 personas.  Covax (Fondo de Acceso Global para Vacunas Covid-19) está tomando medidas para garantizar que el acceso a las vacunas sea justo en todo el mundo. Hasta marzo de este año, ha conseguido que se distribuyan 700 millones de dosis de vacunas entre los 92 países de bajos recursos que se han adherido, el compromiso de Covax, por el momento, no va más allá de suplir casi 2000 millones de dosis de vacunas para finales del 2021.

Pero incluso con esa afluencia, los países pobres pueden acabar esperando años antes de que sus poblaciones puedan estar completamente vacunadas. Kenia, por ejemplo, espera que para 2023 sólo esté vacunado el 30% de su población, y eso, con Covax cubriendo el primer 20%. Esa larga espera daría al virus más tiempo para propagarse y dará lugar a nuevas mutaciones.

Con este plan en marcha, la People’s Vaccine Alliance -una red de organizaciones entre las que se encuentran Amnistía Internacional, Oxfam (Confederación internacional formada por 19 organizaciones no gubernamentales, que realizan labores humanitarias en 90 países.) y Global Justice Now- afirma que no hay suficientes vacunas para todos, y que las empresas farmacéuticas deberían compartir su tecnología para garantizar la producción de más dosis, un llamado que se hace cada vez más urgente a medida que la pandemia se acelera y el número de muertos crece.

«Nadie debería verse impedido de recibir una vacuna que le salve la vida por el país en el que vive o por la cantidad de dinero que tenga en su bolsillo», dijo Anna Marriott, responsable de política sanitaria de Oxfam. «Pero, a menos que algo cambie drásticamente, miles de millones de personas en todo el mundo no recibirán una vacuna segura y eficaz contra el Covid-19 en los próximos años». Parecería que los países del tercer mundo sufren, esta vez con las vacunas, de la misma diplomacia con la que siempre les han obsequiado los países ricos.

Salvador Moncada
Emeritus Professor
University of Manchester
UK

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