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La corrupción percibida

Por: Pedro Gómez Nieto
Asesor y Profesor CISI

Partamos de una realidad, la corrupción no solo se percibe, se respira. Junto a la impunidad lastran el desarrollo social afectando el marco de convivencia. Dicho lo cual, es evidente que políticos fracasados de la oposición la enarbolan y utilizan para atacar al Partido Nacional, mientras relativizan y esconden sus cadáveres en el armario. Nos hemos acostumbrado a percibir y creer lo que nos dicen sin procesar previamente la realidad. Hacerlo implica desacelerar la superficialidad intelectual en la que vivimos utilizando el pensamiento crítico, lo que requiere esfuerzo y un conocimiento que nos falta. Las plataformas de la comunicación han provocado el síndrome de adicción a la realidad virtual, emocional nunca racional, sustentado en los sesgos de confirmación y de manada. A saber: aceptar la información que confirma nuestras creencias, sin cuestionarla, y sumarnos a posiciones similares porque en la manada encontramos protección y justificación cuando nos equivocamos, eludiendo responsabilidades.

El Centro de Estudios para la Democracia (CESPAD) publicó un informe: “Primera encuesta de percepción sobre corrupción y el papel de la MACCIH para combatirla”. Con un sobretítulo: “En medio de una percepción apocalíptica de la corrupción, la ciudadanía hondureña apuesta a la continuidad de la MACCIH”. Ambas frases identifica las apreciaciones, las emociones, como soporte del trabajo. Es como si preguntamos a los afectados por un accidente de trafico cómo se sienten, y no les interpelamos sobre las causas del percance.

La percepción es la información que los sentidos nos facilitan sobre un hecho. La realidad se subjetiva e interpreta, para objetivarla sería necesario cuestionarla. No hay dos personas que vean, entiendan y sientan la realidad de igual manera porque no hay dos huellas dactilares iguales. Entre los factores diferenciadores están: moral, conocimientos, costumbres, necesidad, motivación, y finalmente el tiempo que los modifica según vamos adquiriendo nueva información sobre el asunto. Por tanto, cuando hay que valorar, analizar, integrar, interpretar información sustentada sobre apreciaciones, con datos obtenidos de una muestra social seleccionada, sometida a un cuestionario elaborado según criterios establecidos, todo empacado y titulado “Encuesta de percepción sobre…”, debemos sumarnos al escepticismo inicial que tuvo el apóstol Tomás sobre la resurrección de Jesús: “tocar para creer”. Una encuesta dice lo que quiere que diga quien la hizo.

El término corrupción genera rechazo, pero hipócritamente olvidamos su inherencia con la naturaleza humana. “Es cuando una persona o grupo, carentes de ética, adquieren un beneficio de manera injusta, directa o indirectamente, poniendo sus intereses por encima de los demás”. Es sinónimo de perversión, de envilecimiento. Encasillar la corrupción en la política es un error propio de sociedades donde todo se politiza, porque como fenómeno social ampliamente la desborda.

Por arquitectura la corrupción es gremial. El gremio es la asociación de personas con el mismo oficio, en este caso similar objetivo, poder y riqueza. Existe corrupción en la familia, trabajo, relaciones sociales, ideología, también en la política donde su hermano siamés es el poder económico. Ambos precisan de legislaciones permisivas que faciliten el fraude de ley, transacción e impunidad. También de instituciones débiles donde difuminar la transparencia y eludir la rendición de cuentas. El poder utiliza la corrupción para crecer y la impunidad para consolidarse.

Lee Kuan Yew, quien convirtió a Singapur en una potencia económica, decía: “Si quieres derrotar la corrupción debes estar listo para enviar a la cárcel a tus familiares y amigos”. Accionar del actual gobierno aunque la oposición pretenda minimizarlo y opacarlo. Cuando escuchamos al prócer decir tonteras como que en su partido solo hay “personas honestas”, decir que se rodea solo de “gente buena”, evidencia su ignorancia en política y populismo de parvulario. En Mateo 10, 17-18, un hombre rico llama “Maestro bueno” a Jesús, que le responde: “¿Por qué me llamas bueno? Solo Dios es bueno”. La bondad es una virtud que se manifiesta por la compasión y respeto a la dignidad de las personas.

Un político que presume abiertamente de ser el que más insulta al gobierno; que en los medios denigra, condena y crucifica a quienes son citados para una investigación; que torpedea las instituciones para debilitarlas; que injuria a las FFAAs y temerariamente las responsabiliza de las muertes de presos en las cárceles, será cualquier cosa menos digno y compasivo.

“Los políticos mediocres no viven de crear ideas positivas para su pueblo, sino que sencillamente viven de su imagen”.   -José Ingenieros-

 

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