“La ciudad perdida del Dios Mono”

Por: Ernesto Gálvez

Tegucigalpa.- Douglas Preston (Cambridge, Massachusetts), es un famoso escritor y editor para el Museo Americano de Historia Natural que ha escrito un libro que nos remueve, desde lo más profundo, la fibra hondureña. 

El título original en inglés es: “The Lost City of the Monkey God” ha sido traducido al español con el título “La Ciudad Perdida del Dios Mono” (México Junio 2018). Es un autor de  fama mundial; ha escrito para The New Yorker, Natural History, National Geographic, Smithsonian, entre otros. En veintisiete capítulos, Douglas Preston logra describir todo un proceso holístico sobre la “Ciudad  Blanca” como tema que involucra historia, antropología, biología, turismo científico, política, gestión pública, en fin, todo el recurso posible que el autor hace uso para dar la mejor descripción, interpretación y visión de un gran sueño que este científico norteamericano anidó en su mente y en su corazón desde que tuvo contacto con esto que, por mucho tiempo, fue un mito; pero que, luego de los descubrimientos científicos recientes, dejó de serlo, habida cuenta de los datos de la investigación científica arqueológica y muchos otros relatos que se presentan.

La obra de investigación The Lost City of the Monkey God bajo el sello de National Geographic, ya le dio la vuelta a la comunidad científica del mundo entero y a los lectores apasionados por la arqueología, la etnología, la historia precolombina y moderna. Pero el libro ya está en las principales librerías del país en nuestro idioma, obra que todo hondureño debe leer, analizar y derivar de él ideas, acciones, políticas públicas, desarrollo regional, turismo, investigación antropológica, biológica, histórica, etc, ya que se trata del principal descubrimiento arqueológico de los últimos tiempos en el continente americano.

Con un fino y creativo estilo narrativo y una traducción de alta calidad, la Ciudad Perdida del Dios Mono nos hace transportarnos a tiempos y lugares que mentalmente pareciera que son de otro mundo. Desde la descripción geográfica de nuestra moskitia, Preston se apresta a relatar lo que podría convertirse en el proyecto de desarrollo cultural y económico más importante del Departamento de Gracias a Dios y de Honduras, si es que los actores involucrados asumen los roles que la ciencia,  la técnica y la política de desarrollo se nutren de las mejores ideas y procesos que hagan posible el sueño de desarrollar, en esta área enigmática del territorio hondureño, un modelo de gestión del desarrollo arqueológico con visión integral tal, del que podamos exhibir al mundo científico, los espacios de investigación en varias áreas, entre las que preliminarmente podemos  citar las siguientes:

a) El establecimiento de Estaciones de Investigación Científica en arqueología, que permita definir quiénes eran los habitantes originales que habitaron esas ciudades (resulta que son por lo menos tres); preliminarmente, el equipo de investigación del que formó parte Preston, indican rasgos de culturas sudamericanas y también de características maya-tolteca del norte.

b) Conformación de estaciones de investigación antropológica, sabiendo que la Moskitia es el único departamento de habla autóctona miskita predominante, pero que comparten con pueblos amigos como los Tawahkas, los payas, los garífunas, negros ingleses, ladinos y extranjeros, entre otros.

c) Estaciones de investigación biológica de animales silvestres, aves, peces, especies forestales, medicinales, especies de agricultura aborigen, peces marinos, lagunares y de río, crustáceos, camarones, pepino del mar, caracol, langostas y otras especies aborígenes.

d) Estaciones de investigación climática, dado que los variados ecosistemas existentes, principalmente los generados en el bosque originario tropical húmedo, bosque de sabanas, llanuras, sistemas lagunares, etc.

e) Estaciones de investigación de turismo científico, arqueológico, ambiental y ecológico, dada la variedad de lugares de interés en dichos temas.

En el libro, el lector puede encontrar frecuentemente referencias de centros de investigación científica y de famosas universidades que, si el gobierno hace convenios de cooperación e investigación, mediante los cuales el país puede desarrollar experiencias y modelos de interés mundial, por supuesto, mediante la participación directa y real de las organizaciones locales las que deben ser actores y beneficiarios reales de los procesos generados en su territorio, tomando en cuenta que es el departamento con los más bajos indicadores de desarrollo humano del país.

Volviendo al libro, desde el capítulo uno, El Portal del Infierno, la descripción le para los pelos al lector. He aquí una corta descripción: “En cuanto a los peligros a los que nos enfrentaríamos en la selva, las serpientes venenosas estaban en lo alto de la lista… el “barba amarilla” mata a más gente que ninguna otra víbora en el Nuevo Mundo. Sale de noche… es agresiva, irritable y rápida… casi siempre salta al embestir, por lo que muerde arriba de la rodilla. El veneno es mortal; si no te mata de inmediato por una hemorragia cerebral, puede que te mate después por septesis” (pag. 14). Relatos de este tipo son comunes en el libro cuando el equipo de investigadores se encontró en el corazón de la selva. Felizmente ninguna persona pereció; pero al final del libro se relata ampliamente el contagio de la enfermedad de leishmaniasis producida por un minúsculo mosquito conocido como jején que los picó a todos por la noche, pero que todavía dos aún están en severos tratamientos médicos en las mejores universidades del mundo especializadas en enfermedades tropicales, luego de extensas investigaciones por facultativos de alta calificación.

Es difícil resumir en dos cuartillas las casi 400 páginas del libro La Ciudad Perdida del Dios Mono, pero no podemos dejar de lado uno de los temas de profundo contenido arqueológico y demográfico. Se trata de la interesante hipótesis acerca de la causa por la cual los habitantes de la ciudad blanca y la misma ciudad de Copán dejaron de habitar ambas metrópolis precolombinas sembradas en estas hibueras. El Dr. Preston, apoyado en la geógrafa inglesa Linda Newson (El costo de la Conquista), sostiene que es bastante probable que fueron las enfermedades y pestes como la viruela, el sarampión, malaria, la tosferina las culpables: ”… las zonas de Honduras colonizadas primero por los españoles iniciaron con una población preconquista de seiscientos mil. Para 1550 sólo quedaban treinta y dos mil nativos. Es un colapso poblacional del noventa y cinco por ciento es demoledora”. (D. Preston. La ciudad Perdida del Dios Mono, pag.268). Invito a los amantes de la cultura y del desarrollo a leer la más interesante obra, escrita por un extranjero, de los últimos tiempos referida a Honduras. Tegucigalpa, Septiembre 2018. egalvez7@yahoo.es

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