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La acción humana y sus consecuencias

Julio Raudales

Mas allá de su saldo negativo en lo referente a la pérdida de vidas y patrimonio, lo vivido el último año nos deja una didáctica lección: es preciso poner la ética por encima de “la acción humana”. Con ello no contradigo a Ludving Von Mises, el sabio austriaco que defendió este concepto en el marco de una ciencia: la praxeología, el estudio de la forma más eficaz para el entendimiento social en la búsqueda del bienestar. 

Se trata de comprender adecuadamente “lo que es”, para avanzar de forma inteligente hacia lo que “debe ser”. ¿Pero cómo hacerlo sin hacer acopio de los elementos morales que conciernen a la praxis efectiva?

Para entender mejor el desarrollo de la acción humana dentro de un contexto económico y ético, es necesario profundizar en el estudio de lo que determina los valores de una persona y cómo estos la llevan a actuar, de tal manera que pueda producir y generar un valor en sí mismo y por ende un valor para el beneficio de la sociedad. 

En su búsqueda individual del éxito, toda persona persigue un fin a través de un medio, pero este fin no podrá satisfacerse completamente mientras que no sea encausado al beneficio de su entorno. Quien fabrica o vende un producto, muchas veces no está completamente satisfecho por el logro que obtiene en sí, aunque su actividad le genere una ganancia considerable, sino por la utilidad que lleva a la sociedad.

Esa es la razón por la cual muchas personas se vuelven cotizadas y por ende ganan fama y dinero. Su enfoque no está en el beneficio monetario o momentáneo que pueden obtener, sino que centran su trabajo en la calidad y perfeccionamiento del servicio que prestan, ya que el mismo incrementa el bienestar de la sociedad. 

La vida humana está regida por normas y reglas que nos rigen y nos ayudan a ser mejores cada día. De nada sirve llegar a la cima y alcanzarlo todo, si en el proceso hemos destruido aquello para la cual hemos sido creados. Para citar solo un ejemplo, es mucho mayor la ganancia que el mundo en general ha tenido por el trabajo de Bil Gates que los muchos millones que el ha ganado con sus aportes.

Escribo todo esto luego de observar con atención y desasosiego algunas cosas que ocurren en el país durante los últimos días: la búsqueda desesperada y obtención de vacunas por parte de ciertos agentes sociales de diversa índole, funcionarios del gobierno central, alcaldes, empresarios y hasta académicos; la acción de productores y comerciantes, en pos de una salida al descalabro económico que ha puesto en precario sus medios de vida; la discusión encarnizada de los trabajadores organizados para lograr un aumento generoso al salario mínimo.

Todo es acción humana en aras del máximo bienestar individual. No importa la tendencia ideológica -hay quienes se llaman a sí mismos socialistas sin saber qué es eso, solo porque suena “cool”-, es legítimo el deseo de estar mejor. Así debe ser. La pregunta es ¿Será posible que este “punto bliss” o de mayor bienestar social sea la suma del beneficio máximo de cada individuo? Pareciera que no, pero sí.

Solo se trata de entender y priorizar adecuadamente los objetivos y las acciones necesarias para la obtención de los mismos. Evitar caer en la frivolidad de Esaú, quien según el Génesis, vendió su felicidad futura por un plato de lentejas -ya he hablado de eso antes en este espacio- esa es, a mi entender, la actitud observada en muchas y muchos durante los últimos días.

Probablemente el traer 35 mil vacunas “regaladas” de El Salvador ayude a los alcaldes a contener la enorme necesidad de inmunización que se observa en sus municipios y que se explica por la ineficiencia del actual gobierno para conseguirlas. Quizás el gobierno y el partido que lo sustenta, tengan que pagar el costo político por la acción de los ediles, tal vez. Pero lo que sí queda claro, es el perjuicio que esta acción traerá a la ya desteñida imagen del país en el exterior y las consecuencias económicas, políticas y sicológicas que esto tendrá, sobre todo en la autoestima de la gente, un factor que pocos valoran en plenitud, a la hora de cuantificar la productividad de los factores productivos.

Sé que muchos dirán que exagero en la valoración de lo ocurrido. La mayoría quizás, achacarán que estas palabras solo sirven para encubrir la inacción de las autoridades, pero he sido claro en denunciarla. Pienso que la única salida que como sociedad tenemos -ya que muchos no queremos o no podemos irnos- es trabajar de forma inteligente en un acuerdo social que por fin nos saque de esta situación caótica. Ojalá lo entiendan todos, alcaldes, trabajadores, empresarios y sobre todo, quienes pretenden gobernarnos.

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