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Importante lección

Por: Luis Cosenza Jiménez

Los recientes acontecimientos en Venezuela deberían ser una importante y valiosa lección para todos los políticos latinoamericanos. En efecto, las múltiples manifestaciones y las trágicas muertes son el producto del manejo irresponsable de la economía venezolana.

La inflación, la carestía de productos en las tiendas, y las largas e interminables filas para comprar han colmado la paciencia de los venezolanos y les ha llevado a manifestar su inconformidad e ira en las calles.

Como he dicho en otras ocasiones, la vieja distinción entre regímenes derechistas e izquierdistas es ahora anacrónica. Ahora la diferencia es entre regímenes responsables e irresponsables o populistas.

En nuestra América, dos gobiernos son claramente irresponsables, el venezolano y el argentino.

El resto, con algunos casos marginales, son fundamentalmente responsables, incluyendo a Nicaragua, una de las estrellas en el cumplimiento de programas con el Fondo Monetario Internacional, a Ecuador y a Bolivia. En Venezuela, los políticos irresponsables han creído que pueden manipular la economía a su gusto y antojo, y que eso no tendría consecuencias. La realidad ahora les indica otra cosa.

Lamentablemente, a esos políticos se les vuelve imposible rectificar, por lo que la crisis continuará y se agravará, hasta que don Nicolás Maduro salga del poder. Permítanme explicar por qué.

Venezuela es uno de los países más ricos del continente.

En la producción petrolera mundial ocupa el décimo tercer lugar.

Como ocurre en casi todos los países ricos en recursos naturales, esa riqueza se convierte en una maldición debido a la lucha que se genera por usufructuar las rentas que se derivan de los recursos naturales.

En Venezuela esa riqueza generó resentimiento entre los desposeídos quienes piensan que son pobres en un país rico debido a que las oligarquías se apoderaron de las rentas.

Surge así el Comandante Chávez cuyo mensaje básicamente consistía en que las rentas pertenecerían ahora a los pobres, a los históricamente excluidos.

Hasta este punto la estrategia tenía sentido, pero el Comandante, imbuido de la arrogancia que genera la ignorancia, decidió que esto era insuficiente y que era necesario convertirse en una figura mesiánica, en un Bolívar del Siglo XXI, y liderar la lucha contra el imperio y por la implantación del Socialismo del Siglo XXI en Venezuela y América.

Consecuentemente, se dedicó a despilfarrar los recursos venezolanos para comprar seguidores en el ámbito internacional, a controlar los medios de producción en Venezuela, y a gastar pródigamente para impulsar sus proyectos sociales.

Los efectos de esas políticas no tardaron en hacerse sentir. La producción nacional cayó a prácticamente cero. Hoy en día casi todo lo que se consume en Venezuela, a excepción del petróleo, debe ser importado.

Los proyectos sociales continúan demandando casi todos los recursos que genera la producción petrolera, el gasto sigue creciendo sin controles y como los ingresos son limitados, el déficit fiscal ha alcanzado niveles extraordinarios, lo que a su vez ha llevado a una inflación que ahora se estima en más del 50 por ciento anual.

La política cambiaria ha producido varias fuertes devaluaciones y la adopción de tasas de cambio múltiples, lo cual solo genera corrupción. Hoy en día, en el mercado negro el dólar se cotiza a diez veces la tasa oficial.

Las devaluaciones no han logrado paliar la escasez de dólares, lo cual, aunado al cambio constante de las reglas del juego, han llevado a una notable caída en la importación de productos, lo cual explica la desaparición de los bienes de consumo en las tiendas.

Peor aún, la morosidad en los pagos por parte del gobierno de Venezuela a los almacenes ubicados en la Zona Libre de Colón, en Panamá, les ha cerrado esa puerta y forzado al gobierno panameño a convertirse en cobrador de la multimillonaria deuda del gobierno venezolano.

Para colmo de males, tan pronto como los productos, comprados a una tasa de cambio irrealmente baja, ingresan a Venezuela son transportados y vendidos en las ciudades fronterizas en Colombia.

Es decir, al final de todo el proceso, y por las medidas cambiarias absurdas y por el control de precios que ha adoptado el gobierno venezolano, los únicos subsidiados son los colombianos que viven en zonas fronterizas.

Mientras estas políticas económicas perduren, la angustiosa situación que viven los venezolanos se exacerbará.

La inflación seguirá minando el poder adquisitivo del pueblo, quien en todo caso ni siquiera encuentra qué comprar.

La inflación, la escasez, las largas filas y la frustración del pueblo empeorarán. Agregue a eso, estimada lectora, el alto nivel de inseguridad y violencia que padece la población, y se tiene un excelente caldo de cultivo para la protesta que, lamentablemente, fácilmente degenera en violencia.

La solución del problema radica en la rectificación de la política económica, con el consiguiente enorme costo político por la magnitud del ajuste que ahora habría que hacer.

Así que don Nicolás está atrapado en un callejón sin salida. Si no cambia, pierde, y si cambia, también. Eso me hace suponer que don Nicolás tendrá que dejar la presidencia.

Ya sea porque los vientos de cambio lo obligan, o porque algunos de sus compañeros, beneficiarios de las mieles de la revolución, prefieran forzar la salida de don Nicolás a perder los negocios y beneficios de los cuales gozan, a pesar de que entiendan que esa solución será efímera.

Me parece que este será el fin de uno de los regímenes más irresponsables en nuestro continente. Igual pasará con el régimen Kirchner en Argentina, aunque en este caso, aparentemente con menos dramatismo y dolor.

Lamentablemente la crisis venezolana terminará afectándonos, ya que los precios del petróleo seguramente subirán cuando la lucha intestina afecte la producción petrolera venezolana.

Peor aún será para los países, que como Nicaragua, y especialmente Cuba, son adictos a la munificencia del Socialismo del Siglo XXI. A ellos les tocará volver a la realidad y hacer duros ajustes a fin de sobrevivir.

Para nosotros lo importante es vernos en el espejo venezolano y poner orden en nuestra economía.

 

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